Tiempo para volver a Dios. La vuelta a Dios es
la razón principal del tiempo de Cuaresma. Cada persona es propensa al pecado
que siempre rompe nuestra amistad con el Señor. La lectura de la profecía de
Joel con que se inicia la Cuaresma en el Miércoles de ceniza recalca bastante
la idea de volver al camino del Señor: “ahora
dice el Señor: vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos.
Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque
Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad, y se
arrepiente de sus amenazas” (Joel 2, 12-18). Volver a Dios es reconocer que
ha habido momentos en que nos hemos desviado de Él, es reconocer el pecado en
nuestra vida personal, y darse cuenta de sus consecuencias en arrebatar la
gracia de Dios que todos poseemos (Salmo 50). Asimismo, volver a Dios es
decidir con firmeza de que las cosas no pueden quedarse iguales, sino que, debe
haber un cambio profundo en la vida de uno. Volver a Dios es ser una criatura nueva que se identifica siempre con la resurrección de Jesucristo (2 Cor 5:
17). Por lo tanto, la Cuaresma es el tiempo propicio para vivir la vida nueva
que se adquiere reconociendo que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida
(Jn 14,6) y único Salvador del mundo.
Tiempo para hacer las obras de misericordia: La Cuaresma es el tiempo de misericordia. El misericordioso por excelencia
al ser humano es Dios. Él se compadece de él inclusive en su estado pecaminoso.
Dios siempre se coloca en la realidad del ser humano porque lo ama. La
misericordia es fruto de amor. Jesús nos invita a ser misericordiosos como lo
es nuestro Padre celestial: “sean misericordiosos como su Padre es
misericordioso” (Lc 6, 27-36). Es decir, el seguidor de Jesucristo debe ser
misericordioso con los demás. Debe entender a sus semejantes y así colocarse en
sus zapatos a manera de Jesucristo. La misericordia es la clara manifestación
de que uno es autentico seguidor de Jesucristo, el misericordioso por
excelencia. El tiempo cuaresmal debe ser un espacio para mostrar la
misericordia a los demás. Las obras de misericordia deben hacer parte de la
vida del creyente. Por eso, en la Cuaresma el creyente debe tener el tiempo
para las obras de misericordia corporales tales como: visitar y cuidar a los
enfermos, dar de comer a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, dar
hospedar a los peregrinos, vestir a los desnudos, redimir al cautivo, y
enterrar a los muertos. Al mismo tiempo, las obras de misericordia espirituales
deben identificar su camino de fe: enseñar al que no sabe, corregir al que se
equivoca, dar buen consejo al que lo necesita, perdonar las injurias, consolar
al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo, y orar por los vivos
y los muertos. Todo ello, constituye el camino misericordioso del creyente, y
la Cuaresma es el tiempo favorable para realizar las obras de misericordia a
los demás.
Tiempo para renovar nuestras promesas bautismales: El Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana,
el pórtico de la vida en el Espíritu y la puerta que abre el acceso a los otros
sacramentos. El Bautismo le identifica al cristiano con Cristo y le hace una
nueva criatura. El pecado siempre hace el bautizado perder el rumbo hacia Dios,
le hace perder la fe que adquirió oficialmente el día de su bautismo. Para ello, el tiempo de Cuaresma es una
oportunidad para pensar en los compromisos bautismales que adquirimos el día de
nuestro bautismo para poder renovarlos durante la Vigilia Pascual. Es
importante notar que, los compromisos bautismales son la expresión del deseo
voluntario y libre de volver a confirmar aquello que nuestros padres han
elegido por nosotros el día que nos bautizaron.
Tiempo fomentar la paz, el perdón y la reconciliación: La Cuaresma es una oportunidad para promover la paz, el
perdón y la reconciliación. Vivimos en un mundo derrumbado por guerras,
conflictos, venganzas y odios. La Cuaresma como tiempo para volver a Dios, reflexionar
sobre nuestra vida con el fin de ser creaturas nuevas, nos da la oportunidad
para trabajar por un mundo mejor que todos soñamos y necesitamos. La paz, el
perdón y la reconciliación son bienes anhelados en todo el mundo. Hay que
construir la paz, el perdón y la reconciliación desde lo micro, es decir desde
uno mismo y desde el ciclo familiar, para así poder transmitirlos a la sociedad
entera. El cristiano siempre es una persona de paz, perdón y reconciliación
porque Jesucristo nuestro Señor es el ejemplo por excelencia de todo eso. De
hecho, Él es nuestra paz (Ef 2:14).
Tiempo para evangelizar y evangelizarse: La evangelización es la proclamación o anuncio de
Jesucristo y de su mensaje, con el fin de que, quien recibe esta alegre noticia
se convierta y se bautice si no está bautizado, para ser hijo adoptivo de Dios,
formar parte de la Iglesia y llegar a la plenitud de la vocación sobrenatural
con la práctica de las buenas obras. La evangelización es la tarea permanente
de la Iglesia y de cada bautizado. La Cuaresma es el tiempo oportuno para el
anuncio de Jesucristo quien nos llama siempre a la conversión, arrepentimiento
y perdón. Asimismo, en el tiempo cuaresmal, la Iglesia evangeliza enseñando a
los fieles a intensificar la oración, el ayuno y la caridad. Esos son los
pilares de Cuaresma. Hay que intensificar la oración para estar más conectados
con el Señor. Hay que practicar con libertad el ayuno para promover el espíritu
de abnegación con el fin de frenar los deseos pecaminosos en nuestra vida. Hay
que intensificar la caridad (limosna) para ayudar a las personas más necesitadas
en nuestro alrededor.
De igual manera, la Cuaresma es una oportunidad para evangelizarse (auto-evangelización). Cada bautizado está llamado a evangelizarse a través de la escucha de la Palabra de Dios, la vivencia de la vida sacramental y la práctica de las buenas obras. La Cuaresma da la oportunidad a cada bautizado para que pueda vivir plenamente el seguimiento de Jesucristo. Le da la oportunidad de examinarse interiormente para frenar aquello que en algún momento le haya desviado del sendero del Señor. Ese trabajo individual de cada creyente es lo que llamamos la auto-evangelización, es decir, el proceso en el cual uno se deja guiar por el Espíritu del Señor en la vivencia de la fe. La auto-evangelización es un trabajo individual que manifiesta la madurez de la fe de la persona, de la familia, de la institución, etc. La auto-evangelización puede ser doloroso porque le exige a uno a cortar aquel pecado con que se ha acostumbrado por mucho tiempo. En este sentido, quien se evangeliza necesita la audacia y la gracia del Señor.
Conclusión
La Cuaresma es un tiempo de gracia que hay
que aprovechar para renovar nuestra vida con el Señor. Es un momento oportuno
para reflexionar sobre las consecuencias del pecado en nuestra vida, tanto
personal y comunitaria. Es una oportunidad para reconciliarnos con el Señor y
con nuestros semejantes. La Cuaresma es un tiempo para salir a anunciar a
Jesucristo, único Salvador del mundo y fuente de vida nueva.
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