Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


domingo, 11 de abril de 2021

LA PASIÓN MISIONERA SEGÚN EL BEATO JOSÉ ALLAMANO

Varias son las reflexiones que se han hecho en torno a la pasión misionera y su importancia en la obra evangelizadora de la Iglesia. Varios son los ejemplos de santos y beatos que han puesto en práctica el ardor misionero a ejemplo de Jesucristo. Varios pontífices han exhortado a la Iglesia a tener el celo apostólico en la propagación de la fe. Asimismo, varios son los fieles que, de forma sencilla, sirven a la Iglesia con pasión a través de los ministerios laicales. El beato José Allamano, fundador de misioneros y misioneras de la Consolata,  es uno de los que han reflexionado sobre la trascendencia del celo apostólico y su exhortación no se limita solo a los institutos misioneros  que él fundó, sino que son útiles para todos los evangelizadores de la Iglesia.

¿Qué significado tiene la pasión misionera?

La pasión misionera es sinónimo de ardor misionero o celo apostólico. Es el espíritu propio de un evangelizador y la característica propia de la nueva evangelización. De hecho, la evangelización es nueva por la pasión misionera de los evangelizadores. La Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, reitera claramente esta realidad: “El ardor apostólico de la nueva evangelización brota de una radical conformación con Jesucristo, el primer evangelizador. Así, el mejor evangelizador es el santo” (Santo Domingo, no. 28).

Es importante notar que la palabra ardor tiene que ver con quemar o arder. En este sentido, el ardor misionero es quemarse por Dios y eso significa estar apasionado completamente por Él y por su causa en el mundo. Por eso, “el nuevo ardor de la nueva evangelización debe ser al estilo del que devoraba a Jesús; el ardor por el Padre, por la gloria del Padre en la salvación integral de los hombres” (Gloden Enrique, p. 13).  

Los evangelizadores con la pasión misionera están abiertos a la acción del Espíritu Santo, pues “el Espíritu Santo, además infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresia), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente” (EG, no.259). Además, el Espíritu Santo es el protagonista de la misión, y es Él quien le dota de dones al evangelizador para que anuncie el evangelio con coraje en cualquier contexto donde esté insertado. 

Jesucristo es el modelo del ardor misionero. Jesucristo le devoraba el celo por el reino de su Padre y eso caracterizó todo su ministerio público. Por la pasión evangelizadora que le caracterizaba, caminó de una aldea a la otra, de una orilla a la otra, de una ciudad a la otra, y así mostrándonos la importancia de la salida misionera. Predicó la Buena Noticia en el templo y en diferentes lugares con el mismo celo misionero para que, de esa manera, pudiera revelar el rostro invisible de Dios a la humanidad. Con pasión, Jesucristo dedicaba tiempo a la oración después de estar con la gente casi todo el día, para mostrarnos que la fuerza del evangelizador viene siempre de la comunión con Dios. Para ello, Él es el prototipo por antonomasia del celo apostólico porque es el único gran Evangelizador que haya habido en el mundo.  

Beato José Allamano y la pasión misionera

El beato José Allamano era un misionero totalmente apasionado por la causa de Dios. Era muy apasionado por el reino de Dios y su extensión a los lugares donde era desconocido. Según él, quienes se llaman misioneros y misioneras deben poseer el ardor misionero como su carácter. No se trata de ser meros misioneros, sino misioneros con ardor apostólico. Al respecto dice José Allamano: “el ardor apostólico es el carácter propio del misionero y de la misionera. No se va a las misiones por capricho, o por turismo, sino únicamente por amor a Dios, que es inseparable del amor al prójimo. Por lo tanto, no sólo como cristianos, sino tambien, y mucho más, como misioneros, tenemos el compromiso de buscar la gloria de Dios colaborando en la salvación de las almas” (Así los quiero, p. 173). La pasión misionera surge de la convicción de que, el misionero y la misionera son colaboradores de Dios en su plan de salvación. Son instrumentos de Él y actúan en nombre de Él. Ser colaboradores de Dios significa que Dios se sirve de las personas para llevar a cabo su obra redentora en el mundo.

El beato José Allamano hace entender que, la pasión misionera está relacionada con el  trabajo y sacrificio. Por eso, “el verdadero apóstol es encendido por la caridad, es decir, por la pasión de hacer conocer y amar al Señor; buscar el bien de las personas y no de sí mismo” (Así los quiero, p. 175). El amor a Dios hace que haya celo por la misión. Ese celo es el fuego que enciende al misionero en su apostolado y sin ello, es difícil ser misioneros de verdad. Es por eso que “los que no arden de este fuego divino, ¡nunca serán misioneros o misioneras!” (Así los quiero, p. 175).

La pasión misionera está vinculada con el saber. En este sentido, es muy importante estudiar para adquirir conocimientos necesarios sobre la misión.  Cada época tiene sus desafíos. La ciencia de la misión ayuda a contextualizarla y mejorarla. Mejora la evangelización con nuevos métodos y nuevas expresiones. Así que, “nuestro compromiso apostólico, además, debe ser completado, perfeccionado por la ciencia. (…) debemos adquirir los conocimientos necesarios, sin esperar la ciencia infusa. (…) en las misiones tambien es necesaria la ciencia” (Asi los quiero, p. 175).

El ardor misionero tiene que ver con la paciencia y constancia. Los evangelizadores deben poseer esas cualidades. Pues, “el verdadero apóstol es estable gracias a la paciencia y la constancia” (Así los quiero, p. 175). La constancia y paciencia evitan los desánimos en momentos cuando los resultados esperados son escasos. Los evangelizadores simplemente siembran la semilla de la fe pero el que cosecha es Dios. Los resultados se dan cuando Dios quiera, porque los planes de Dios son distintos a los del ser humano (Isaías 55, 8). Por lo tanto, es importante que los misioneros siempre tengan la paciencia y constancia para evitar estreses en momentos cuando las cosas no salgan como se esperan.

En conclusión, el beato José Allamano nos enseña la importancia del celo apostólico en la tarea evangelizadora de los discípulos misioneros de Jesucristo. Debe ser el mismo celo que devoraba a Jesucristo. Es decir, el celo por la extensión del reino de Dios. El ardor apostólico de los discípulos misioneros tiene como motivo dar a conocer a Jesucristo a los que no lo conocen y a los bautizados indiferentes a la fe de la Iglesia. Asimismo, tiene como objetivo animar a los fieles que tienen la madurez de la fe y todos los procesos pastorales que cimientan el crecimiento de la fe en la Iglesia.