Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


domingo, 9 de abril de 2023

Fiesta de Pascua de Resurrección según el beato José Allamano.

“El ángel habló a las mujeres: Ustedes no teman, ya sé que buscan a Jesús el crucificado. No, está aquí: Ha resucitado” (Mt 28, 5-6). La resurrección de Jesús es la razón de ser de la fe cristiana. San Pablo claramente afirma: "Si no resucitó Cristo, es vacía nuestra predicación, y es vacía también la fe de ustedes (...) y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es falsa; todavía están en sus pecados" (1 Co 15, 14.17). Con estas palabras, él da a entender la importancia decisiva que atribuye a la resurrección de Jesús, pues en este acontecimiento está la solución del problema planteado por el drama de la cruz. El misterio pascual consiste en el hecho de que el Crucificado "resucitó al tercer día, según las Escrituras" (1 Cor 15, 4).

Varios santos, beatos y teólogos han reflexionado acerca del significado de la resurrección de Jesús, pues ella es el fundamento de la vida cristiana y la razón de ser de la Iglesia en el mundo. Uno de ellos es el beato José Allamano, Fundador y Padre de los misioneros y las misioneras de la Consolata. Para José Allamano, la Pascua de resurrección de Jesús se trata de lo siguiente:

Fiesta de resurrección en el fervor: La Pascua es una fiesta de resurrección en el fervor. Dice el beato José Allamano que “debemos resucitar en el fervor; no sólo del pecado, sino de todas nuestras debilidades. Conservemos siempre el fervor que sentimos en esta fiesta” (Así los quiero, 114). Cabe destacar que, el fervor es el sentimiento de intenso entusiasmo y admiración hacia alguien o hacia alguna cosa. Para el cristiano, se trata de la resurrección del fervor en el seguimiento de Jesucristo. Es la resurrección del fervor en el sentido de ser mejores discípulos y misioneros de Jesucristo. Ser discípulos fervorosos del Señor es una manifestación de la vivencia de la resurrección en la propia vida. Afirma José Allamano al respecto: “Que todos se digan a sí mismos: Hemos resucitado, (…) queremos ser verdaderos misioneros, verdaderas misioneras” (Así los quiero, 114).

 Tiempo para la paz: La Pascua es un tiempo para vivir en paz y promoverla a los demás, pues Cristo es el Príncipe de paz (Isaías 9:6). Después de la resurrección, Jesús dio a los apóstoles el saludo de paz: “La paz les dejo, mi paz les doy” (Jn 14, 27). La Pascua es tiempo de vivir en paz y de pedirla por los lugares que no la tienen. Es tiempo de aprender de Jesús la pedagogía de la paz. Es importante notar que, la paz es un estado de bienestar, tranquilidad, estabilidad. Es un estado de armonía que está libre de guerras, conflictos y contratiempos. Según san Agustín, la paz consiste en la tranquilidad del orden. Es decir, cuando reina el orden en nosotros y  en nuestro alrededor, gozamos de paz y tranquilidad. En la misma tónica, afirma el beato José Allamano que “es importante estar en paz con Dios, cumpliendo su voluntad; en paz con nosotros mismos, evitando las distracciones, controlando las pasiones y liberándonos de los deseos inútiles; y en paz con el prójimo, sobre todo aceptando sus límites y tratando bien a todos” (Así los quiero,114).

Jesucristo es el prototipo por excelencia de la paz, pues Él es nuestra paz (Ef 2, 14). Él nos enseña la pedagogía de reconciliación interpersonal inclusive en momentos cuando experimentamos la violencia de otros: “Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale que se lleve también tu camisa” (Lc 6, 29). Jesucristo es el modelo de la reconciliación de los pueblos: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (Jn 4, 9). El Señor nos enseña la importancia de la Palabra de Dios como fuente inagotable de paz para el mundo:” Por tanto, cualquier que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca; y cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y azotaron aquella casa; pero no se cayó, porque había sido fundada sobre la roca” (Mt 7, 24). Así que, la resurrección de Jesucristo es la fuente inagotable de paz, perdón y reconciliación para toda la humanidad.

 Tiempo de alegría: La Pascua de Resurrección es un tiempo de alegría. De hecho expresa el beato José Allamano que “el espíritu de la Iglesia en este tiempo es un espíritu de alegría. Quien no participara de esta fiesta, quien no sintiera alegría en su corazon, no tiene ni corazón ni espíritu” (Así los quiero, 115). El fundamento de la alegría de los cristianos es el Señor resucitado. La Sagrada Escritura testifica la resurrección  del Señor como fuente fundamental de alegría. Dicen las Escrituras que las mujeres volvieron del sepulcro vacío llenas de temor y alegría (Mt 28,8) y los discípulos se alegraron cuando vieron al Señor resucitado (Jn 20,20). El encuentro de Cristo con los discípulos en el partir el pan (Act 2,46) les comunica la alegría. La Iglesia está llena de la fe gozosa en Cristo (1Pe 1,8), y la alegría en el Señor es uno de sus rasgos fundamentales (FIp 4,4).

La alegría evangélica es una virtud que siempre acompaña a los seguidores de Jesucristo y de modo especial a los misioneros y misioneras de la Consolata. De eso dice José Allamano: “Estemos siempre alegres, todos los días, todo el año. El Señor ama y prefiere a las personas alegres. (…) Seamos alegres también con el prójimo, de modo tal que no deba soportarnos, sino que pueda decir: ¡Estos misioneros y misioneras dejan su casa, sus familias, todo y sin embargo, siempre están alegres” (Así los quiero, 115).

La alegría aporta al bien de las personas y de los pueblos. La persona alegre siempre vence la tristeza, desesperación y melancolía. La alegría ayuda mucho al misionero en su obra evangelizadora. Al respecto enfatiza el beato José Allamano: “Si se quiere hacer el bien, es necesario estar alegres: el prójimo es edificado y atraído por esta virtud. Uno puede ser santo, pero si está encerrado en sí mismo, infunde miedo y nadie quiere acercársele” (Así los quiero, 116). (…) Los quiero alegres. Hay que estar bien de alma y de cuerpo. Yo deseo que se conserve  y crezca cada vez más el espíritu de tranquilidad, de libertad, de serenidad. ¡Este es el espíritu que yo quiero: siempre alegría, siempre caras alegres!” (Así los quiero, 117).

Conclusión

La resurrección de Jesús es el misterio más grande de nuestra salvación. Es el fundamento de nuestra fe cristiana. Para ello, como creyentes y discípulos-misioneros de Jesucristo, debemos resucitar en el fervor y vivir la fiesta de la resurrección con alegría, paz, perdón y reconciliación con nosotros mismos y con el prójimo.