Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


lunes, 29 de marzo de 2021

Beato José Allamano y la semana Santa

La Semana Santa es conocida como la semana por medio de la cual, los cristianos reflexionan sobre el misterio de la salvación traída por Jesucristo. La Semana Santa inicia con el domingo de Ramos y su contenido es la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Así que, no se puede hablar de la Semana Santa sin referirse a esos misterios que son el fundamento de la fe cristiana, los cuales el beato José Allamano abordó con mucho esmero tal como se muestra a continuación:

Acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo

El beato José Allamano acentúa la importancia de la Pasión y Muerte de Jesucristo en la vida cristiana. Es importante notar que, desde el domingo de Ramos se empieza a vivir la liturgia de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo, pero el viernes Santo es el día que nos conduce a contemplar la Pasión  y Muerte del Señor. Se vive este día con el viacrucis, la celebración de la Pasión del Señor y la veneración de la santa Cruz. Además, hay en algunos países otras devociones alusivas a la vivencia de la Pasión de Jesús, sobre todo, el Sermón de las siete palabras que resume el contenido de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo.

Por lo que significa la Semana Santa, el beato José Allamano recuerda la importancia de ser devotos a la Pasión de Jesucristo, principalmente para los misioneros y las misioneras. Pues “si todos deben pensar en la Pasión de Jesús, con más razón los misioneros y las misioneras. Para ustedes debe ser una de las devociones más importantes” (Así los quiero, p. 111). Ser devotos a la Pasión y Muerte de Jesucristo implica meditar profundamente este misterio. Al meditarlo nos debe llevar al arrepentimiento de nuestros pecados y reparación de nuestras culpas. Por eso, el beato José Allamano insiste en que “meditemos la Pasión del Señor y nuestro corazón, si no es de piedra, se conmoverá” (Así los quiero, p. 111). La meditación de la Pasión nos suscita el deseo de sufrir con Jesús y nos lleva a entender nuestro propio sufrimiento.

La Pasión y Muerte de Jesús es un misterio que nos lleva a entender el valor del sacrificio. La Pasión y Muerte de Jesucristo es la mayor manifestación de su sacrificio salvífico en pro de la humanidad pecadora. Para ello, “hasta que no estemos empapados de la Pasión de Jesús, no lograremos vivir con generosidad el espíritu de sacrificio” (Asi los quiero, p. 112).  Según el beato José Allamano “siempre tenemos que tener este espíritu, durante toda la vida: sacrificarnos siempre. La Pasión del Señor nos sostendrá en el cansancio y en los sufrimientos provocados por el apostolado, así como en la misma muerte” (Así los quiero, p. 113).  Hay que vivir con amor el misterio de la Pasión del Señor porque es fuente de fuerza para quienes se entregan a la misión del Señor. Asimismo, hay que contemplarlo con frecuencia para entender el valor del sufrimiento a favor de la obra de él. Más aún, la devoción de la Pasión del Señor aumenta el ardor misionero.

La Pasión y Muerte de Jesucristo, misterio que se contempla en la Semana Santa, nos ayuda a entender el valor del crucifijo. El crucifijo es un reflejo de la Cruz de Cristo por medio de la cual consiguió la salvación para toda la humanidad. Al respecto dice el beato José Allamano: “seamos devotos del Crucifijo. Tratemos de tenerlo en nuestras habitaciones, sobre nuestro cuerpo; dirijámosle con frecuencia gestos de fe y amor. ¿Qué es el Crucifijo para un misionero, para una misionera? Es un libro, un amigo y una arma” (Así los quiero, p. 112).  Hay que imitar la cruz de Cristo en momentos de sufrimientos y por medio de ella nos santificamos, es el camino que nos conduce al paraíso, pues “para alcanzar la gloria no hay otro camino que imitar a Jesús sufriente” (Así los quiero, p. 113).

Acerca de la Resurrección de Jesucristo.

La resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe cristiana, pues “si Cristo no hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (1 Corintios 15,14). Es decir, todo lo que había dicho quedaría sin cumplirse, inclusive nuestra fe cristiana no tendría sentido y dudaríamos que realmente fuera Dios. Sin embargo, con su gloriosa resurrección, Cristo venció a la muerte  y al pecado, y sabemos que realmente es Hijo de Dios y nos resucitará en el último día. El beato José Allamano ofrece varias enseñanzas acerca de la Pascua de resurrección del Señor.

La resurrección de Cristo es una fiesta porque “Cristo después de resucitar no muere más porque la muerte ya no tiene poder sobre Él” (Rom 6,9). Eso significa que fuera de ser una fiesta, la resurrección de Cristo suscita siempre el fervor. Así que, “debemos resucitar en el fervor; no solo del pecado, sino de todas nuestras debilidades. Conservemos siempre el fervor que sentimos en esta fiesta. (…) ¡No tengan miedo de ser demasiado fervorosos” (Así los quiero, p. 114). Es decir, la resurrección de Cristo nos infunde el ánimo y entusiasmo en el apostolado misionero.

La Pascua de resurrección significa experimentar la paz de Cristo Resucitado. Es importante notar que, al aparecer a los apóstoles, lo primero que hizo el Resucitado fue desearles la paz.  Con su resurrección, Cristo trajo la paz al mundo. Estamos invitados a “estar en paz con Dios, cumpliendo su voluntad, en paz con nosotros mismos, evitando las distracciones, controlando las pasiones y liberándonos de los deseos inútiles; y en paz con el prójimo, sobre todo aceptando sus límites y tratando bien a todos. También podemos conservar la paz en medio de los sacrificios y las dificultades, pero no cuando pecamos” (Así los quiero, p. 114). La paz es un don que hay que pedirle a Dios, porque Él es el Príncipe de la paz.

La Pascua de resurrección de Cristo es momento para experimentar el espíritu de la alegría. Desde la celebración de la Vigilia pascual, se canta con fuerza el aleluya que expresa la alegría de la resurrección. La liturgia de la resurrección expresa la alegría a través del salmo 117: “Este es el día que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Del mismo modo, en el tiempo pascual se dirige a la virgen María con la expresión de alegría: “Reina del cielo, alégrate, aleluya”. Todo eso muestra que la Iglesia experimenta el espíritu de alegría en el tiempo de la Pascua de Resurrección de Cristo. Respecto a la alegría, el beato Jose Allamano dice lo siguiente: “estemos siempre alegres, todos los días, todo el año. El Señor quiere que estemos siempre alegres, incluso mientras dormimos, como los niños que cuando duermen, tienen una expresión tan bella y sonriente. Con alegría se vive mejor y más perfectamente” (Así los quiero, p. 115). Por lo tanto, la alegría es una conditio sine que non para el seguidor de Cristo, pero de manera especial, para los misioneros y las misioneras. La alegría es tener el espíritu de ánimo, pues ella se opone a la tristeza y a la melancolía. El beato José Allamano quiere que sus misioneros y misioneras sean alegres: “propongámonos vivir una vida santamente alegre y fervorosa. Una comunidad donde todos tuvieran este propósito seria un anticipo del paraíso. Debilidades siempre habrá, pero estamos aquí para aceptarnos, sostenernos y santificarnos…No quiero que ésta sea la casa de la melancolía, sino de alegría. Los quiero alegres” (Así los quiero, pp. 114-115). 

En conclusión, el beato José Allamano nos recuerda que la Semana Santa se gira alrededor de la vivencia del misterio de la Pasión, Muerte y resurrección de Jesucristo. El misterio de la Pasión y Muerte de Jesucristo nos ayuda a entender la realidad del sufrimiento y las cruces que cargamos en la vida, pero siempre con la mirada fija en el Señor Jesús quien nos inspira a vencer las dificultades de la vida. La resurrección de Cristo nos recuerda que Él si no hubiera resucitado nuestra vida cristiana no tendría ningún sentido. Al respecto nos recuerda José Allamano, que como discípulos y misioneros del Resucitado, debemos experimentar la paz en nuestra vida y en nuestras casas donde vivimos, porque el Resucitado es el prototipo de la paz. Asimismo, debemos ser discípulos y misioneros alegres porque la alegría es fruto de la resurrección de Jesucristo.