La mujer y seguimiento de Jesús: Siempre la mujer ha estado muy presente y activa en el seguimiento de Jesucristo. Durante su ministerio público, incontables mujeres seguían de muy cerca a Él y lo acompañaban en los lugares donde iba a predicar. En los relatos evangélicos, se mencionan a varias mujeres que participaron en el movimiento misionero de Jesús. Lo acompañaron en la predicación del reino de Dios, lo acompañaron en la pasión (Lc 8,1-3), fueron testigos de su sepultura (Mc 15,47), fueron las primeras en descubrir el sepulcro vacío y en recibir el anuncio pascual (Mc 16,1-8). De hecho, Maria Magdalena fue la primera receptora de la aparición del Resucitado (Jn 20, 14-18). Durante el acontecimiento de Pentecostés, estaba su madre, la Virgen María. Podemos colegir que, desde el inicio de la vida pública de Jesús, han estado presentes las mujeres. Lo siguieron fielmente durante su ministerio público y fueron testigas de su resurrección.
En la Iglesia primitiva, el protagonismo de las mujeres
estuvo presente. En ella, las mujeres aparecen muy activas ejerciendo su
liderazgo en la enseñanza catequética al mismo nivel de los varones. San Pablo
en sus cartas menciona a algunas mujeres que sobresalieron en el sostenimiento
de la Iglesia en sus casas, especialmente a Ninfa de Laodicea (Col 4, 15), Apia
junto a Filemón y Arquipo, dirigieron la Iglesia en Colosas (Flm 1,2), Lidia en
Filipos (Hch 16,15). Así que, las mujeres desde el inicio del cristianismo
hasta nuestros días, han seguido a Jesucristo y han dado el testimonio de Él en
todos los lugares del mundo.
La presencia de la mujer hoy en la Iglesia: Indudablemente, sin la presencia de las mujeres hoy en la Iglesia, muchas actividades pastorales no avanzarían mucho. Son ellas que, en muchas ocasiones, las están llevando adelante. El primer aporte de la mujer a la Iglesia hoy es su presencia y participación activa. Ellas participan activa y numéricamente en la Iglesia. Son muy activas en la participación a la santa Eucaristía. Son muy comprometidas en el acompañamiento de sus hijos para la catequesis sacramental. La mayoría de los ministerios laicales están llenos de las mujeres. El amor de la mujer a la Iglesia es muy evidente. Inclusive en la vida consagrada, las mujeres constituyen el mayor número de los miembros de la vida consagrada en la Iglesia. Varios grupos de oración están dirigidos por las mujeres comprometidas. La mayoría de las pequeñas comunidades o comunidades de base, grupos apostólicos, se constituyen en su mayoría por las mujeres. Por lo tanto, la presencia de la mujer en la Iglesia ha fortalecido mucho a la Iglesia, especialmente en cuanto al sostenimiento de sus actividades pastorales y ministerios.
La mujer y la transmisión de la fe: El
papel de la mujer en la transmisión de la fe es muy significativo. Este papel
se muestra en dos áreas muy importantes: en la catequesis y en la familia. En
la mayoría de las parroquias, la catequesis sacramental está en manos de las
mujeres. Esas catequistas juegan un papel enorme en la preparación de los niños
para el Bautismo, Primera Comunión y Confirmación. Preparan a los niños para
ser monaguillos y así les ayudan a crecer en el servicio, tanto en la Iglesia
como en la sociedad. De igual manera, las congregaciones femeninas de la vida
consagrada han aportado enormemente en el anuncio de Jesucristo en varios lugares
del mundo, han aportado a la enseñanza de la fe en los colegios, universidades,
pueblos y en la formación integral del ser humano, especialmente de las niñas y
mujeres. Desde la familia, la mujer transmite la fe desde su papel como madre y
de esa manera, convierte a la familia en un espacio inestimable para el anuncio
de Jesucristo.
La mujer en la Iglesia domestica: La familia como Iglesia domestica está fundamentada en la teología paulina: “Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, les saludan mucho en el Señor” (1 Cor 16,19). La familia es la Iglesia domestica porque la casa es el lugar donde se reúne la comunidad eclesial en la que reside la plenitud de la Iglesia. La familia es una comunidad cristiana y en ella se aprenden los valores que nos ayudan siempre a vivir mejor como ciudadanos. La mujer cristiana como madre y seguidora de Jesucristo, aporta bastante al crecimiento de la familia como Iglesia domestica. Durante el bautismo de los hijos, son los padres quienes los llevan para el bautismo donde ellos se comprometen a seguir educándoles en la fe. Son los responsables de la catequesis de sus hijos, les enseñan a rezar y les introducen a las verdades de la fe. En esta tarea, en gran parte, es la madre quien se encarga de educar la fe de los hijos. Y generalmente, son las madres quienes se preocupan para que sus hijos sean bautizados y reciban los sacramentos de iniciación cristiana. Desde el seno familiar, son ellas-sin desmeritar a los padres-quienes imparten los valores culturales y morales a sus hijos. Ha habido casos donde los maridos han abandonado a sus hogares e hijos, pero casi no se escuchan o se ven muchos casos de madres que abandonan con frecuencia a sus hijos. De esta manera, las madres enseñan los valores de fe, perseverancia, amor, etc., a sus hijos, los cuales les ayudan a confrontar los desafíos de la vida.
CONCLUSIÓN
Al celebrar el día de la mujer, es importante reconocer
el papel protagónico de la mujer en la Iglesia. Gracias a su fe y su entrega
como catequista, muchos fuimos introducidos a la fe cristiana-católica, gracias
a ella recibimos los sacramentos de iniciación cristiana y fuimos ayudados a
conocer con profundidad las verdades de la fe. Desde su vocación como madre, la
fe está viva en muchas familias y de esa manera convierte a la familia en
verdadera Iglesia domestica. Y gracias a nuestras madres quienes nos dieron la
vida, y nos inculcaron la fe que nos sostiene en el seguimiento de Jesucristo. ¡Que
el Señor siempre bendiga a las mujeres!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario