Es el tiempo
favorable: El beato José Allamano llama
la Cuaresma un tiempo favorable. Es un tiempo favorable para los fieles
dispuestos a mejorar su relación con el Señor. Si bien, todos los tiempos litúrgicos
son importantes para caminar con el Señor, la Cuaresma es un tiempo más
favorable que otros, pues es el tiempo en el cual los creyentes están llamados
a centrarse más en el seguimiento del Señor a través de oración, ayuno y
limosna. Al respecto, dice claramente el beato José Allamano: “el tiempo de
Cuaresma es realmente favorable. En él el Señor acepta encantado todo lo que
hacemos, escucha nuestras suplicas más que en otros momentos. Por lo tanto,
debemos despertarnos, no dejarlo pasar en vano” (Así los quiero, p.109). Dicho de otra manera, la Cuaresma es el
tiempo propicio que se debe valorar para vivir fielmente la fe en el Señor y
mejorar las relaciones interpersonales. Asimismo, con el ánimo en la fe, con la
vida centrada en la oración, el ayuno y la limosna, se centra más en el
seguimiento de Jesucristo.
Es el tiempo
especial de penitencia y oración: En la
Cuaresma, la Iglesia invita a los fieles a intensificar la oración y
abstinencia de los caminos pecaminosos. La oración es importante porque nos une
siempre al Señor, y la penitencia es necesaria porque nos lleva al
arrepentimiento de nuestros pecados y hacer el propósito de no volver a
cometerlos para así mantenernos en la gracia de Dios. Por ese motivo, el beato
José Allamano insiste que: “el espíritu de penitencia es necesario para
acostumbrarse a las exigencias de la vida. El Señor ama los pequeños
sacrificios, perennes, puntuales. Hay tantos modos de hacer penitencia y ayuno.
El que no lo hace de una forma, debe hacerlo de otra” (Así los quiero, p. 110). No se puede vivir plenamente la Cuaresma
sin la penitencia y encuentro personal con el Señor a través de la oración, pues la penitencia nos conduce a hacer
esfuerzo de dejar el hombre viejo (Efes 4:22) que corrompe nuestro ser, y la
oración nos lleva a ponernos constantemente en las manos del Señor.
Es el tiempo
de reconocer los propios pecados y bajezas: No se puede mejorar la relación con el Señor sin
reconocer los propios caminos pecaminosos. Para ello, en este tiempo cuaresmal,
la Iglesia invita a los fieles a reconocer sus pecados y bajezas. En la
Cuaresma, el cristiano debe tener la actitud penitente como la del rey David
que se manifiesta en el misere:
“reconozco mi culpa, mi pecado está siempre delante de mis ojos” (salmo
50,1-5). No hay otro tiempo litúrgico en que se puede reconocer los propios
pecados como en la Cuaresma. La Cuaresma es el tiempo litúrgico favorable en
que el seguidor de Jesucristo pueda mejorar su relación con Él y con sus
semejantes. Por lo tanto, el beato José Allamano enseña que la Cuaresma es el
tiempo oportuno para reconocer los propios pecados y bajezas con el fin de
vivir la vocación cristiana, es decir, vivir los compromisos bautismales.
Es el tiempo
para crecer en la santidad: Si la
Cuaresma es para volver a Dios, mejorar nuestra relación con Él y con nuestros
semejantes, es verdaderamente el tiempo adecuado para crecer en la santidad. La
santidad es la vocación de cada cristiano. La Iglesia nos invita a vivir este
tiempo cuaresmal como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de
Dios, intensificando la oración, compartiendo con el prójimo y haciendo las
buenas obras. Una de las enseñanzas del beato José Allamano a sus misioneros y
misioneras de la Consolata, es la búsqueda constante de la santidad como un
elemento inherente a su vocación cristiano-misionera. Al respecto dice: “es la
voluntad de Dios que sean santos” (Así
los quiero, p. 37). La santidad inclusive es la razón de pertenecer al
Instituto de la Consolata para las misiones. Así que, la Cuaresma es el mejor
tiempo para la búsqueda de la santidad a través de la oración, el ayuno y la
caridad, tres elementos imprescindibles que la Iglesia ofrece a cada fiel a
vivir una vida nueva en el Señor.
Conclusión:
La Cuaresma es la oportunidad para mejorar la relación
con el Señor y con nuestros semejantes. Es el tiempo para el ayuno de nuestros
pecados con el fin de procurar la transformación tanto interior como exterior.
En fin, la Cuaresma es el tiempo favorable para dejarnos guiar por el Señor
hacia la celebración de la fiesta de la resurrección de nuestro Señor
Jesucristo.