“La Consolata es especialmente nuestra y tenemos que
estar felices de tenerla como Protectora, estar santamente orgullosos de que
nuestro Instituto se llame “de la Consolata”. (Así los quiero, pg. 223). Cuando
se habla de la palabra orgullo, se refiere a un sustantivo que pueda presuponer
para muchos algo negativo. Sin embargo, por una parte, lleva un concepto bueno
de un sentimiento de auto-valoración por lo que se ha logrado hacer o tener en
la vida; por otra parte, es un sentimiento de satisfacción hacia algo que se
considera meritorio. El orgullo de cualquier misionero debe partir del mero
hecho de ser misionero de Jesucristo quien llama a los que Él mismo quiere y
los envía a predicar (Mc 3, 13-14). Pero ser misionero de la Consolata es
también un orgullo para quienes se identifican con el nombre de la Consolata. Ella
es la identidad de nuestra comunidad religiosa fundada más de cien años por el
beato Jose Allamano, un sacerdote diocesano ejemplar, padre y maestro de los
misioneros y misioneras. Varias son las razones que nos hacen sentir orgullosos
de ser misioneros de la Consolata tal como las presento a continuación:
Somos una comunidad Mariana: No solo son los misioneros y misioneras de la Consolata
que tienen a María como patrona, sino que incontables comunidades tanto apostólicas
como seglares. Sin embargo, el titulo de la Consolata hace que seamos
diferentes de los demás. Varias personas nos quieren por ser misioneros de la
Consolata. Muchos tanto laicos como religiosos quieren trabajar y vivir con
nosotros por ser misioneros de la Consolata. Muchos obispos nos invitan para el
apostolado misionero en sus diócesis por ser misioneros de la Consolata. La
virgen Consolata es nuestro modelo y guía. Somos afortunados de que nuestra
comunidad lleva el nombre de María Consolata. El nombre de ella que llevamos
nos anima a convertirnos en misioneros fervorosos. Acerca de ello, el beato José
Allamano nos recuerda: “cuando ustedes van por la calle, la gente no dice: “son
los misioneros o las misioneras”, sino: “son los misioneros o misioneras de la
Consolata”. No pueden nombrarlos sin nombrarla a ella. Todos nos consideran los
hijos menores de María (…). Debemos estar santamente orgullosos de pertenecer a
la Virgen bajo este título (…)” (Así los
quiero, pg. 223).
Somos misioneros Ad Gentes: La misión en salida es un componente imprescindible
del ser y quehacer de los misioneros de la Consolata. Mientras que el mundo se
llena de miedo de ir a los desconocidos, a los últimos, a los abandonados, a
los menos favorecidos, a los considerados inútiles de la sociedad, a las minorías
étnicas, nosotros nos consagramos por y para ellos. Desde el primer día que
nuestra comunidad religiosa fue fundada en 1901 por el beato Jose Allamano, los
primeros misioneros fueron enviados a los desconocidos en Kenia a predicarles
el evangelio. Desde aquel momento hasta nuestro tiempo, el instituto no ha
perdido ese horizonte. En todo el mundo donde estén los misioneros de la
Consolata, nuestro trabajo misionero, en gran parte, está dirigido a los menos
favorecidos de la sociedad. Ellos son nuestra prioridad. Eso justifica nuestro
trabajo misionero con los que viven en tugurios, los enfermos del SIDA, las minorías
étnicas, entre otros. La misión ad gentes nos caracteriza y es la identidad que
nos distingue del resto. Dicho de otro modo, es el carisma que heredamos de
nuestro honorable fundador el beato Jose Allamano. Perder el horizonte de la misión
adgentes con toda su expresión es perder nuestra identidad en la Iglesia.
Somos una comunidad internacional e intercultural: La
internacionalidad caracteriza el ser de nuestra comunidad. Somos una comunidad
misionera compuesta de miembros provenientes de varios países del mundo y con
trasfondos culturales diferentes. La riqueza de nuestra multiculturalidad es un
don inestimable para el quehacer de nuestra misión. La multiculturalidad que
nos caracteriza es el testimonio de la vivencia del pentecostés hoy en la vida
consagrada y en la misión evangelizadora de la iglesia. Para ello, al conformar
nuestras comunidades locales, siempre no se olvida como característica el
aspecto de internacionalidad e interculturalidad. Asimismo, las casas formativas
tienen esos aspectos a la hora de conformar el número de sus miembros. Aunque la
multiculturalidad pueda generar tensiones y choques, trae más ventajas que
desventajas.
Actualmente en todo el mundo, el fenómeno de la
multiculturalidad es un hecho del que no se puede prescindir. Es una realidad que
no se puede negar ni ocultar; ciudades y pueblos, por lo general, no sólo son
habitados por nativos, sino sujetos provenientes de diferentes trasfondos
culturales. La diversidad cultural es un hecho que se experimenta a diario en
muchos rincones, pero lamentablemente no se le da el visto bueno, ni la aprecia
la mayoría. Muchos son reacios, así sea una realidad insoslayable. La
diferencia cultural puede producir confrontaciones directas con frecuencia
porque “cada cultura es un conjunto coherente, diferente de las otras, que se
protege de las culturas ajenas” (Touraine, 1997, p.183).
Pero ¿cómo podemos vivir juntos? La interculturalidad
es el valor que nos pueda ayudar a vivir juntos como hermanos y hermanas. Pues
ella no es otra cosa que el contacto e intercambio entre culturas en cuanto a
la igualdad y equidad. Debe pensarse desde la relación, la comunicación y el
aprendizaje permanentes entre personas, grupos, conocimientos, valores,
tradiciones, lógicas y racionalidades distintas. Dicho de otra manera, la
interculturalidad se puede entender como un proceso eminentemente polifónico
donde se consigue la sintonía y armonía de las diversas voces por el continuo
contraste con el otro y el continuo aprender de sus opiniones y experiencias. Si
es bien vivida, fomenta la relación entre las diversas culturas en una sociedad
culturalmente heterogénea, y promueve la aceptación mutua del otro o de otros.
¡Que testimonio dan los misioneros de la Consolata por
ser una comunidad intercultural! ¡Que testimonio damos por vivir juntos,
proyectar la misión juntos, aunque seamos diferentes culturalmente! A pesar de
los inconvenientes que pueda generar la diferencia cultural, nuestras
comunidades internacionales e interculturales no han dejado de enriquecer la misión
evangelizadora de la iglesia. Cada misionero aporta con los valores de su
cultura.
Somos una comunidad de testigos heroicos de la misión: Nuestra
comunidad misionera ha tenido grandes testigos heroicos de la misión tanto
hombres como mujeres. Son misioneros y misioneras de la Consolata quienes han
consagrado toda su vida para la misión. Además, ha habido varios que han
derramado su sangre defendiendo a las comunidades en las misiones donde se
encontraban. Los casos patentes son: la beata Irene Stefani Nyaatha quien murió
en Kenia a raíz del trabajo con los leprosos y la sierva de Dios Leonella
Sgorbati quien derramó su sangre en las tierras somalíes. Son misioneras de la
Consolata quienes testimoniaron heroicamente el amor de Jesús a los pueblos
donde evangelizaban y por eso, una está reconocida universalmente por la
iglesia como beata (Irene Stefani beatificada el 23 de mayo de 2015) y la otra
(sor Leonella Sgorbati) ya es sirva de Dios. A ellas se les suma el incontable número
de los misioneros y las misioneras de la Consolata que han dedicado toda su
vida sirviendo a los pobres, sobre todo, en los lugares donde nadie quisiera
ir. El testimonio de ellos anima a muchos a consagrarse a la misión
evangelizadora de la Iglesia y asimismo, pone en alto el nombre de nuestro
Instituto misionero.
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