Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


jueves, 2 de junio de 2016

LOS MÁRTIRES DE UGANDA, SÍMBOLO DE LA NUEVA ERA DEL CRISTIANISMO EN ÁFRICA

Tertuliano, padre de la Iglesia y prolífico escritor, hace muchos años escribió que “la sangre de los mártires es la semilla de los cristianos.” La razón es que su testimonio y perseverancia en el seguimiento de Cristo llevan a otros a abrazar el mensaje del Evangelio.  El 3 de junio de cada año, la Iglesia universal honra el heroísmo de 22 mártires de Uganda. Su entrega y sacrificio marcaron el inicio de la nueva época del cristianismo, no sólo en Uganda, sino también  en el resto del continente africano. Es importante notar que, en el martirologio de la Iglesia, los únicos mártires del África antigua eran los mártires escilitanos, los mártires cartagineses, los mártires de la “blanca multitud” de Útice, recordados por  san Agustín y Prudencio en sus memorias, los mártires de Egipto ensalzados en los escritos y elogio de san Juan Crisóstomo, y los mártires de la persecución de los vándalos. A ellos, entre 1885 y 1887 se les sumó el grupo de 22 gloriosos mártires de Uganda encabezado por Carlos Lwanga y Matias Mulumba.

La historia de su martirio no dejó de conmover y sorprender al mundo y a la Iglesia universal. Fue sorpresa porque todos estos mártires fueron catecúmenos que apenas habían sido introducidos a la fe cristiano-católica. La mayoría eran jóvenes con pocos años y poca experiencia en el seguimiento de Cristo. A pesar de eso, lavaron sus vestiduras y las blanquearon en la sangre del cordero (Apocalipsis 7:14). Es importante tener en cuenta que, los padres blancos quienes fueron los primeros misioneros católicos en pisar la tierra ugandesa y quienes evangelizaban a esos mártires, llegaron a Uganda el 17 de febrero de 1879. El martirio de éstos ocurrió entre 1885 y 1887. Es decir, en tan sólo 8 años de la siembra de la semilla del Evangelio de Jesucristo en ese país, sucedió el martirio de esos gloriosos mártires de la Iglesia.

La sorpresa de su martirio fue expresada por el beato Pablo VI durante la canonización de estos mártires que tuvo lugar en Roma: “¿Quién hubiera podido imaginar que aquellos ilustres mártires y confesores africanos, tan conocidos y recordados, como Cipriano, Felicidad y Perpetua, y Agustín, aquel gran hombre, añadiríamos un día los nombres tan queridos de Carlos Lwanga, de Matias Mulumba Kalemba y de sus veinte compañeros?....estos mártires africanos significan, en verdad, el inicio de una nueva era[1]

No hay lugar a dudas que los mártires de Uganda abrió una nueva era en la historia del cristianismo en el continente africano. Su testimonio de fe se volvió herramienta para la evangelización de dicho continente. La fe se fue creciendo gracias al testimonio y amor inquebrantable a Jesucristo. Ahora son más de 50 años (De 18 de octubre de 1964 hasta hoy) desde que fueron canonizados y más de 130 años (de 1885, año en que el primer mártir ugandés fue sacrificado) desde que fueron martirizados, pero los frutos de su sangre se ve en el crecimiento del cristianismo tanto en Uganda como en el resto del continente. Uganda, en particular, se convirtió en un país cristiano. Según el censo realizado en 2014, el 85 % de la populación ugandesa es cristiana, de los cuales el 50 % es católico, el 35% es de otras denominaciones cristianas. Ese crecimiento en la fe se refleja también a nivel continental. Alrededor de 1900, eran diez millones de cristianos en todo el continente africano, pero ahora se estima que son más de 500 millones de cristianos en el continente que constituyen por menos el 24 % de los cristianos a nivel mundial. Eso hace que el continente africano sea catalogado como el de esperanza para toda la Iglesia universal.

La sangre de los mártires de Uganda abrió el nuevo capítulo para la Iglesia en el continente. La iglesia en África cuenta con ministros propios quienes a nivel local perpetúan la obra de evangelización. Cuenta con catequistas quienes desde el inicio han sido un instrumento idóneo para la evangelización. Gracias a la abundancia de vocaciones a la vida consagrada y a la vida sacerdotal, la Iglesia africana ha podido mandar a sus hijos e hijas como misioneros a otros continentes. Sus hijos e hijas están dispersos por todos los rincones del mundo dando testimonio del amor y la misericordia de Dios. Muchos africanos, además de ser misioneros en otras latitudes del mundo, han también derramado su sangre como mártires en las tierras de misión.

Que la sangre de los mártires de Uganda siga siendo  la semilla del cristianismo en África y que su heroísmo en el seguimiento de Cristo, siga siendo la herramienta para la obra evangelizadora de la Iglesia tanto en el continente como en otras partes del mundo. Que Carlos Lwanga y sus compañeros intercedan por nosotros.





[1] Parte de la homilía del papa Pablo VI durante la canonización de los 22 mártires de Uganda, el 18 de octubre de 1964.

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