El papa Francisco ha expresado de que “la cuaresma de
este año jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para
celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (Misericordiae Vultus, 17). La
cuaresma que siempre inicia con el rito
de la imposición de la ceniza nos recuerda que somos pecadores, necesitados de experimentar la misericordia y el amor de Dios. Así que, hemos
de estar en actitud permanente de conversión y de salida de nosotros mismos
para que la gracia transformadora de Dios actuara en nosotros.
Para el seguidor de Cristo, la cuaresma es un tiempo
privilegiado. Es espacio que la Iglesia nos da para hacer la introspección de
nuestro vínculo con Dios y de esos momentos que nos hemos descarriado de su camino. Asimismo, es tiempo para
volver nuestra mirada y nuestro corazón a Dios. En fin, es tiempo de conversión,
de dejar de mirarnos a nosotros mismos egoísta y narcisistamente, y comenzar a fijar
nuestra mirada hacia el Señor quien nos ayuda a desviar nuestra mirada hacia
los demás.
Es importante notar que, vivir en actitud de conversión
es optar por nuevo estilo de vida. El estilo nuevo de vida tiene que ver con el
esfuerzo de rechazar la vida pecaminosa (2 Cor 4:4), para así poder abrazar una vida nueva en Cristo (Efe 4,
20-24). Optar por nuevo estilo de vida en Cristo implica la escucha constante de
la Palabra de Dios, la entrega a la vida de oración, el desprendimiento de uno
mismo de todo aquello que obstaculice nuestro encuentro con Jesucristo, y la consideración
e inclusión del prójimo en el ser y quehacer de cada cristiano.
No hay lugar a dudas que la misericordia es la viga maestra que
sostiene la vida de todos (cfr. Misericordiae Vultus, 10). En este tiempo de
cuaresma, nos compete a nosotros los seguidores de Cristo interiorizar el hecho
de que Dios no se cansa de perdonarnos, sino que somos nosotros los que nos
cansamos de pedirle perdón y de acudir a su misericordia. El tema de la misericordia
en nuestra condición de cristianos requiere que nos hagamos con
constancia estas preguntas: ¿con qué frecuencia acudimos a la misericordia de
Dios a través del Sacramento de Reconciliación?, y ¿con qué frecuencia mostramos la misericordia al prójimo a través de las obras de misericordia? Para concretizar estos propósitos, se necesita la intervención
del Espíritu Santo quien suaviza el corazón humano para hacer posible la
entrada de Dios en él.
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