“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia
está lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida,
una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en
los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su
servicio.” (RM, no. 1). Teniendo en cuenta la situación del mundo en materia de
evangelización, la Iglesia católica dedica el mes de octubre a las misiones con
el objetivo de despertar más el espíritu misionero de los bautizados. Así que,
el fin de octubre misionero es concientizar a todos los bautizados de que, la
evangelización es tarea de todos. No es tarea exclusiva de la jerarquía de la
Iglesia, sino que les incumben a todos los que profesan la fe en Jesucristo,
único Salvador del mundo. Tal como Cristo mandó a los apóstoles hacia las
fronteras a predicar el Evangelio, así sigue enviando a la Iglesia a difundir
la fe en Él a los pueblos de cada generación. Pues, la evangelización siempre
es la razón de ser de la Iglesia.
Por eso, el mes de octubre es
caracterizado en la Iglesia Católica entre otras razones por el impulso renovado
de la actividad misionera. Comienza con la memoria litúrgica de Santa Teresita
del Niño Jesús, quien es patrona de las Misiones y termina con la celebración
de la Jornada Mundial de las Misiones el tercer domingo del mes. Es importante
notar que, se ha venido celebrando octubre como mes dedicado a las misiones
desde 1927 durante el pontificado de Pio XI, el papa de las misiones. Desde ese
entonces, la iglesia celebra el Día Mundial de las Misiones popularmente
llamado DOMUND, el penúltimo domingo de octubre. Podemos concluir que, octubre
es un mes en salida misionera.
La misión en salida obedece siempre al mandato
misionero de Jesucristo: “Vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a observar todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19-20). Desde el
tiempo de los apóstoles hasta la generación presente, se ha venido teniendo en
cuenta esa invitación de trascender las propias fronteras con el fin de que
otros pueblos y culturas conocieran al Salvador del mundo y su mensaje
salvífico.
El beato José Allamano, discípulo fiel de Jesucristo
desde la edad temprana quiso responder a ese llamado misionero del Señor. Desde
su vocación presbiteral supo que le incumbía a la Iglesia entera la tarea de
evangelización y tenía claro la preocupación que el mismo apóstol de los
gentiles tenia: “¿Cómo predican si no son enviados?” (Rom 10,15). De
igual manera, el fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata tenía
la certeza de que, la Iglesia en todo tiempo es misionera y la evangelización
constituye su propia identidad. Esa convicción acompañada por la fe solida,
fundamentó el desarrollo de la idea de la misión en salida de José Allamano.
El desarrollo de la conciencia de la misión Ad-gentes en José Allamano no fue fruto
de improvisación, sino resultado de conjunto de muchos elementos tales como:
El amor inquebrantable a
Jesucristo: El beato José
Allamano amó profundamente a Jesucristo. Toda su vida era testimonio de la
presencia de Jesucristo en él. El amor al Salvador del mundo le llevó a ensanchar
su mirada hacia otros horizontes fuera de su patria e Iglesia local. El amor a
Jesús hizo que pensara en la evangelización de los pueblos periféricos del
mundo. La confianza puesta en Jesús le lanzó a superar muchos desafíos y
dificultades que se presentaron en el camino antes de la fundación de los dos
institutos exclusivamente misioneros. Por el amor a Jesucristo, se hizo
instrumento idóneo para la propagación de su mensaje salvífico y consolador a
otros pueblos y culturas más allá de la propia patria y circunscripción
eclesial.
El despertar misionero y ambiente
repleto de espíritu de misionariedad: El beato José Allamano nació en una época cuando la
misión Ad-gentes volvía a aparecer
con mucha esperanza tanto en Italia como en el resto de Europa. Durante esa
época, se presentaron fenómenos como la supresión de órdenes religiosas como la
Compañía de Jesús, la revolución francesa, el empobrecimiento del clero, entre
otros. Esos acontecimientos no dejaron de causar impactos negativos a las
misiones y a la misión evangelizadora de la Iglesia. Sin embargo, en el segundo
cuarto del siglo XIX surgió una actividad misionera en el “contexto de
revitalización religiosa” (Tebaldi, Giovanni, 100 años de vida misionera, p. 21). El florecimiento del espíritu misionero se debía,
por una parte, al gran espíritu de restauración cuyo motivo era restaurar las
cosas después de los daños causados por la revolución francesa. Por otra parte,
se debía al romanticismo religioso-misionero cuyo fin era suscitar la nostalgia
por los valores cristianos olvidados, teniendo en cuenta la religión y la
cultura. El romanticismo actuó como estimulante de la conciencia de la misión
civilizadora, de la cual los países europeos se sentían investidos para con los
pueblos asiáticos, latinoamericanos y africanos (cfr. Ibid,.. p. 21). Asimismo,
el interés de los países colonizadores europeos por África y Asia coincidió con
el despertar misionero donde, ante todo, Propaganda Fide había eliminado la
dependencia del Patronato misionero a fin de que recondujera la actividad
misionera a su base puramente espiritual.
Asi que, cuando nació el beato José Allamano había un
fuerte despertar misionero, es decir, se evidenciaba en todas las dimensiones
de la vida eclesial un fuerte ambiente de misionariedad. En ese momento de
florecimiento del espíritu misionero nacían en Italia institutos
específicamente misioneros como PIME (Pontificio Instituto para las misiones
extranjeras de Milán), los Combonianos, los Josefinos; en otros países europeos
tambien nacían o habían nacido congregaciones como los Padres Blancos, Padres
del Espíritu Santo, Oblatos de María Inmaculada, Sociedad para las misiones
extranjeras de Paris, entre otros. Eran Institutos misioneros que se dedicaban
a la propagación del Evangelio fuera de sus propias fronteras y ambientes. Ese
espíritu misionero que se había difundido por su diócesis natal influyó
profundamente la formación de la misión Ad-gentes
en José Allamano.
Modelos misioneros: Es cierto que cualquier obra necesita inspiración e
inspiradores. La misión Ad-gentes en
José Allamano fue inspirada por varios modelos misioneros. Conoció los modelos
de la misión en salida tanto por contacto personal como por correspondencia. San José Cafasso fue el primer
modelo significativo de José Allamano. El Espíritu misionero de este santo se
encuentra en el sentido de la catolicidad, es decir, el espíritu de moverse
hacia todos con un celo apostólico incansable. San Juan Bosco no dejó de
inspirar al beato José Allamano. Él pasó como alumno por el oratorio de este
santo. Además, observaba las expediciones misioneras que salían con tanta
solemnidad de Turín hacia las misiones. El canónigo José Ortalda (1814-1880)
quien fue director de la propagación de la fe en Turín inspiró misioneramente a
José Allamano. Era un sacerdote que promovió muchas publicaciones, exposiciones
y loterías con el fin de animar el espíritu misionero de la Iglesia local de
Turín. Desde 1851 hasta 1880, hizo una fuerte animación misionera y en ese
tiempo “Turín y el Piemonte, se convirtieron en un grande centro de irradiación
de la idea misionera que influyó sin duda la formación misionera de José
Allamano” (Castro, Padre y Maestro de
Misioneros, p. 21). Otro modelo fue el cardenal Guillermo Massaia quien
le hizo entender la realidad de la misión en África, pues él había desempeñado
su apostolado misionero por 33 años en Kaffa (Etiopia). Solía seguir con
frecuencia todas las noticias misioneras sobre él y su misión en Etiopía a
través de sus escritos. Posteriormente lo visitó en Roma cuando regresó de
Etiopía con el motivo de empaparse de la realidad de la misión en ese país
donde sus futuros misioneros se irían para la misión Ad-gentes.
¿Cómo el beato José Allamano inspira el mes misionero?
-
La pasión misionera: El mes de octubre debe caracterizarse por el
entusiasmo misionero. Debe ser un mes con una característica especial: el ardor
apostólico que brota del amor a Jesucristo. No existe ninguna pasión misionera
que no viene del amor fuerte a Jesús. El
amor al Salvador del mundo, quien nos amo primero (1 Juan, 4:19) impulsa a todos
los bautizados a llegar a otros, (en este caso, los que no han conocido a
Jesucristo, o los bautizados que se
volvieron indiferentes a la Iglesia) para que ellos puedan experimentar el amor
salvífico de Dios.
En este aspecto, el beato José Allamano no deja de enseñar
que todos los discípulos misioneros de Jesucristo deben revestirse de la pasión
misionera. Esta pasión misionera es el carácter propio del discípulo misionero
de Jesucristo. Acerca de esto, José Allamano en repetidas veces decía a sus
misioneros y misioneras que “no se va a las misiones por capricho o por
turismo, sino únicamente por amor a Dios, que es inseparable del amor al
prójimo. Por lo tanto, no sólo como cristianos, sino también, y mucho más, como
misioneros tenemos el compromiso de buscar la gloria de Dios colaborando en la
salvación de las almas” (Así los quiero,
p.173). Por amor a Dios y a su Reino los discípulos misioneros de Jesucristo
colaboran en la salvación de la humanidad (1 Cor 3,9).
-
La necesidad de tener el fuego para ser apóstoles de
Jesucristo. La tarea misionera
no le corresponde sólo a la jerarquía de la Iglesia, sino a todos los
bautizados. Todos los que profesan el nombre de Jesucristo, deberían apropiarse
de las palabras de san Pablo “¡Ay de mí sino predicara el evangelio!” (1 Cor
9,16). El beato José Allamano nos ayuda a entender que, no solo es suficiente
ser colaboradores de Dios en la misión, sino que, es preciso que el discípulo misionero
tenga el fuego de Dios para trabajar y sacrificarse por y para el Reino. Para
ello, “se necesita fuego para ser apóstoles” (Así los quiero, p.175). El verdadero apóstol es encendido por la
pasión de hacer conocer y amar al Señor y buscar el bien de las personas. “Los
que no arden de este fuego divino, ¡nunca serán misioneros o misioneras!” (Ibid,..
p.175).
-
La energía y la constancia: El mes de las misiones debe suscitar en los
discípulos misioneros de Jesucristo la energía y la constancia para ir
predicando la Buena Nueva de Jesucristo. Los evangelizadores deben tener
energía y constancia como parte de su ser y quehacer. En cuanto a la energía,
Jose Allamano afirma que, “nuestra vida vale en la medida en que es activa para
nosotros y para los demás. (…) un verdadero misionero y una verdadera misionera
saben duplicar las fuerzas. Si somos activos, siempre tendremos tiempo para
todo y hasta de sobra” (Ibid,.. p.179). Asimismo, la energía debe estar
acompañada con la constancia. El trabajo misionero requiere la estabilidad.
“Vale más un bien pequeño hecho con constancia, que emprender tantas obras
grandiosas y dejarlas por la mitad. La constancia es una característica del misionero
y de la misionera de Jesucristo. Esta constancia es la estabilidad del
espíritu. Se trata de mantener el ritmo en la tarea de evangelización. No se
trata de “estar un día llenos de entusiasmo y otro ser completamente débiles,
no sirve! Cuando sabemos que debemos hacer una determinada cosa, hay que
hacerla hasta el final” (Ibid,.. p.183).
CONCLUSIÓN
Varios misioneros a lo largo de la historia han dado
el testimonio de la misión en salida. Muchos han sacrificado su vida inclusive
en tierras extranjeras con el fin de que Cristo fuera conocido entre pueblos y
naciones diversos. Otros fundaron congregaciones misioneras para mantener vivo
el espíritu misionero de la Iglesia. En este sentido, vale reconocer los misioneros
como san Pedro Claver entre los negros esclavos en Cartagena (Colombia), Mateo
Ricci en China, Daniel Comboni en África, José Allamano, entre otros. Son insignes
ejemplos que en su tiempo animaron a muchos hombres y mujeres a entregare a la
misión, y siguen animando a los fieles católicos a vivir con constancia el discipulado
misionero de Jesucristo.
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