No podemos hablar de los misterios de nuestra fe sin
referirnos a la Navidad, misterio de anonadamiento del Señor. La navidad nos
ayuda a entender el amor más grande que Dios ha tenido al mundo. Por eso,
teólogos de cada generación se han empeñado en reflexionar profundamente acerca
de este misterio. El beato José Allamano fue uno de los que contribuyeron a la
reflexión sobre el significado del adviento y la navidad tanto para los
evangelizadores como para todos los cristianos en general. A través de sus
reflexiones y escritos, no deja de exhortar a sus hijos e hijas: los misioneros
y las misioneras de la Consolata acerca de la importancia de tomar en serio el
tiempo de adviento y el de la Encarnación de Jesucristo.
Sobre el tiempo de adviento, el beato José Allamano
pone de manifiesto que es un momento sumamente importante, pues “nos recuerda
las tres venidas de nuestro Señor Jesucristo: la venida al mundo con la
Encarnación; la venida escatológica para el juicio; la venida espiritual en
cada persona” (Así los quiero, p. 99). De esta manera, el fundador de los
misioneros y las misioneras de la Consolata nos recuerda que, el adviento es
histórico, místico y escatológico. Estas tres venidas pueden entenderse de la
siguiente forma:
El adviento histórico, quiere decir,
la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va
desde Adán hasta la encarnación, abarca todo el Antiguo Testamento. Escuchar en
las lecturas a los Profetas, nos deja una enseñanza importante para preparar
los corazones a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es
identificarse con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada del
Mesías y la liberación que esperaban de Él. El adviento místico
tiene que ver con la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor.
Dicho de otra forma, es un adviento actual. Es tiempo propicio para la
evangelización y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la
comunidad humana, como sociedad, a aceptar la salvación que viene del Señor.
Jesús es el Señor que viene constantemente al hombre. Es necesario que el
hombre se percate de esta realidad, para estar con el corazón abierto, listo
para que entre el Señor. El adviento escatológico versa sobre
la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos,
cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno
según sus obras. La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con temor
y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para la
felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador. Esta celebración
manifiesta cómo todo el tiempo gira alrededor de Cristo, el mismo ayer, hoy y
siempre; Cristo el Señor del tiempo y de la historia.
Además, el beato José Allamano pone
de relieve que el adviento es un tiempo de renovación. En adviento renovamos la
fe en el Mesías que viene a mostrarnos y enseñarnos el camino de la salvación.
“Preparémonos, animémonos nuestro corazón para amar, para que el Señor lo llene
de sus gracias. Jesús no viene si no es deseado. Jesús vendrá a nosotros con
mayores gracias en proporción a nuestra preparación y nuestros deseos” (Así los
quiero, p. 100). La renovación a la cual nos invita el beato José Allamano
tiene que ver con abrir nuestra vida de lleno a Jesucristo. Se trata de la renovación
de nuestra vida teniendo a Jesús como base y punto de referencia. Cuanto más
nuestra vida se llena de Jesús, más gracias recibimos para iluminar nuestras
tinieblas.
El beato José Allamano nos exhorta también
a vivir el misterio de navidad. Es un misterio que demuestra la profundidad del
amor entrañable de Dios a la humanidad. Se trata de un misterio de
anonadamiento del Señor. “Nuestro Señor quiso anonadarse hasta hacerse Niño.
(…) si Él se hizo pequeño, ¿por qué no deberíamos hacernos pequeños nosotros?”
(Así los quiero, p. 101). La navidad es el misterio que nos hace captar el amor
más grande de Dios al ser humano. A través del misterio de la Encarnación, Dios
se bajó al nivel del ser humano y de esta manera “nos ha dado una importante
lección al vencer las tres concupiscencias humanas: los placeres, las riquezas,
los honores, para enseñarnos a vencerlas también nosotros” (Así los quiero, p.
101).
Por lo tanto, el nacimiento de
Jesucristo debe enseñarnos hacernos pequeños. La pequeñez se encuentra en vivir
las virtudes como la sencillez, la humildad (cfr. Así los quiero, p. 102).
Que el beato José Allamano quien amó
profundamente el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, nos inspire siempre
a vivir profundamente el anonadamiento del Salvador del mundo a través de
nuestra entrega a la misión que Él mismo nos ha confiado.