El misionero de
la Consolata de cada generación y época es lo que es gracias al beato José
Allamano, fundador del Instituto de la Consolata para las misiones. No se puede
hablar de los misioneros y las misioneras de la Consolata sin referirse al
beato José Allamano. El carisma del instituto que le distingue de otras
congregaciones es un espíritu heredado del beato José Allamano. El estilo de la
misión de los misioneros de la Consolata lo sugirió el beato José Allamano. Todo
lo que tiene que ver con el Instituto tiene como referente al beato José
Allamano. Para ello, al hablar del misionero de la Consolata como tal, es
importante tener en cuenta las cualidades que éste debe tener según el beato
José Allamano. El perfil que debe caracterizar al misionero de la Consolata lo
describe el beato José Allamano tal como se muestra a continuación:
Persona con ojos fijos al Señor: el beato José Allamano es muy claro al describir
que cada misionero de la Consolata debe ser una persona totalmente entregada al
Señor. El Señor debe ser el centro de su vida y apostolado. Para ello, su vida
debe ser caracterizada por el amor a la Palabra de Dios y a la oración. La
Sagrada Escritura debe ser el libro del misionero de la Consolata porque el
corazón de Dios está en su Palabra. El fundador está muy claro en este punto al
aclarar que “leer la Sagrada Escritura enciende en nuestros corazones el amor a
Dios” (José Allamano, Así los quiero, p. 238). El misionero es un consagrado a
Dios y a la misión, por eso, debe ser una persona de Dios para poder seducir a
otros enamorarse de Él. Uno da lo que tiene; si el misionero no está lleno de
Dios difícilmente evangelizaría con éxito.
Persona que busca la santidad: La santidad es el resultado de la unión permanente
del creyente con Dios. El misionero de la Consolata debe buscar siempre
la santidad. El beato José Allamano está muy categórico
al afirmar que la razón por la cual uno es misionero de la Consolata, no es por
otra cosa que la búsqueda permanente de la santidad. La búsqueda de la santidad
es la vocación del misionero de la Consolata. Asimismo, el fin del instituto
como tal es proveer medios necesarios para la santificación de sus miembros. Según
el beato José Allamano, la santidad es una batalla constante que el misionero
emprende cada día. Asi lo afirma: “como religiosos y religiosas, ustedes tienen
el deber particular de corresponder a la vocación. Con esto no quiero decir que
tengan que ser perfectos, sino que tienen el compromiso de buscar la santidad
con decisión y constancia” (José Allamano, Así los quiero, p. 37). Según el fundador,
el misionero de la Consolata debe vivir la santidad de vida en la siguiente
manera: en el apostolado, en hacer las cosas ordinarias de forma
extraordinaria, en la felicidad diaria, etc. La búsqueda de la santidad es un
camino que el misionero debe emprender desde ya, es decir, hay que dar el
primer paso con coraje: “tenemos que hacernos santos y empezar enseguida,
ponernos a trabajar en nuestra santificación. La gracia de hoy ciertamente ya
no la tendremos mañana. Dar el primer paso con coraje. Hoy, no mañana” (José
Allamano, Así los quiero, p. 47). La invitación del misionero de la Consolata a
la santidad significa estar permanentemente unido con Dios. Es un compromiso de
cada misionero y razón de ser del Instituto.
Persona de vida comunitaria: Para los religiosos, la comunidad siempre es un lugar de crecimiento. El misionero de
la Consolata debe abrazar la vida comunitaria, pues ella es el rasgo fundamental que lo
identifica. El Instituto como
familia, fue el gran sueño del beato José Allamano, padre de misioneros y
misioneras de la Consolata. Decía él a los misioneros de la Consolata:
“Recuerden que el Instituto no es un colegio, tampoco un seminario, sino una
familia. Son todos hermanos.” El espíritu de familia y hermandad
infundido por el Beato José Allamano a los misioneros es la columna vertebral
sobre la cual el Instituto basa su trabajo para el anuncio del Reino de Dios.
Para ello, la familia Consolata que inició pequeña en Italia, se fue
paulatinamente acrecentando hasta volverse nacional, internacional,
multi-cultural, multi-tribal e intercultural. Actualmente, la Consolata es una
familia que cuenta con miembros de varios continentes, regiones, naciones,
historias, lenguas y culturas. Aunque haya esas diversidades, todos los
miembros se reconocen como misioneros de la Consolata. Todos beben y viven del
mismo carisma y de la misma espiritualidad. Todos son misioneros para la misión
ad gentes, es decir, para la evangelización de los pueblos.
Al vivir la vida comunitaria, los misioneros de la Consolata viven la
caridad fraterna entre sí, es decir, amarse como hermanos. El amor fraterno de
los misioneros es la manifestación evangélica de la vida comunitaria. Al respecto
dice el beato José Allamano: “Quiero que vivan la caridad intensamente. No
podrán amar al prójimo lejano si desde ahora no tienen caridad hacia aquellos
con los que tratan todos los días” (José Allamano, Asi los quiero, p. 186). La
vivencia de la vida comunitaria entre los misioneros hace que se experimenten
los signos de la caridad fraterna como la alegría, la oración, la atención, el sufrir
con el que sufre, la corrección de los propios defectos por el amor al prójimo,
el perdón de las ofensas, etc. Cada misionero está invitado a poner su parte para
que haya una vida comunitaria deseada para todos.
Debe ser
eucarístico y mariano: La Eucaristía es
el centro de la vida cristiana y la veneración de la santísima virgen María es
la devoción por excelencia del cristiano católico. Por eso, es
característica propia del misionero de la Consolata ser eucarístico y mariano. Dicho
de otra manera, en el bagaje espiritual del misionero de la Consolata no debe
faltar la eucaristía y la devoción mariana. La importancia de la eucaristía es
una herencia que el Instituto recibió del beato José Allamano. Él amó a la Eucaristía
y recomendó a sus misioneros celebrarla con devoción y santidad: “Siempre digo
a los sacerdotes: deben celebrarla todos los días, salvo que tengan que decirla
a las apuradas. (…) prepárense para celebrar bien la eucaristía conservando la
santidad, viviendo las virtudes y con un gran espíritu de fe. Celébrenla
pensando en lo que dicen y hacen. Si cada cosa es hecha seriamente, ¡con mucha
más razón la celebración de la misa! (José Allamano, Así los quiero, p. 211).
El beato José Allamano recuerda a los misioneros que la Eucaristía es un
misterio de fe y amor, por eso hay que celebrarla bien y hay que participar en
ella con el propósito de reavivar la fe y la caridad.
Asimismo, el
misionero de la Consolata debe ser mariano. Aunque haya innumerables devociones
marianas en la iglesia, la devoción a la virgen Consolata es la propia del
Instituto. Así que, cada misionero de la Consolata debe ser devoto a la
Consolata. La razón es que “la Consolata es especialmente nuestra y tenemos que
estar felices de tenerla como Protectora, estar santamente orgullosos de que
nuestro Instituto se llame de la Consolata” (José Allamano, Así los quiero, p.
223). Otras razones de por qué el misionero debe tener una devoción a la
Consolata son las siguientes: Maria es la madre del Instituto: “ante todo consideremos a Maria nuestra verdadera Madre.
A una madre se le tiene confianza, se le ama. Encendamos en nosotros el amor
filial a la virgen, deseemos sentirlo cada vez más intenso en nosotros y digámosle
con afecto: ¡Madre mía¡” (Jose Allamano, Así los quiero, p. 221). Asimismo, la
virgen Maria es la reina de los misioneros y camino seguro hacia Jesucristo, es
decir, a Jesús por María. Aclara el
beato José Allamano que “no se puede llegar a Jesús si no es por medio de ella”
(Así los quiero, p. 220). Asimismo, “quien quiera alcanzar la santidad sin la
virgen, es como quien pretende volar sin alas “(Así los quiero, p. 220). Por lo tanto, la eucaristía y la devoción mariana
son pilares importantes para la espiritualidad de cada misionero de la
Consolata.
Persona con pasión por la misión: La misión Ad
Gentes constituye la razón de ser del Instituto, es decir, el misionero de
la Consolata es para la evangelización de los pueblos. El beato Jose Allamano
está muy claro en esto: “quien entrara en nuestro instituto con una finalidad
diferente a la de convertirse en un misionero o misionera de la Consolata,
sería un intruso y debería dar cuenta de ello ante Dios, la comunidad y los
bienhechores. El Instituto no es un colegio o un seminario en el que puedan
madurar diferentes vocaciones, sino solo la vocación misionera, y de la
Consolata” (José Allamano, Así los quiero, p. 62). Somos misioneros de la
Consolata para la misión. Somos misioneros de la Consolata para la
evangelización, es decir, para el anuncio de la consolación de Dios al mundo. La
pasión por la misión caracteriza siempre a los misioneros de la Consolata. Es
por eso que el Instituto se encuentra evangelizando en los 4 continentes y muchos
misioneros se encuentran en lugares donde ninguno quiere ir. Por ejemplo, están
en las selvas con los pueblos autóctonos, en los ríos con el pueblo afrodescendiente,
con los campesinos, etc. Asimismo, los misioneros han defendido varias culturas
que estaban a punto de extinguirse. La razón de todo eso, es porque la
evangelización de los pueblos es la razón de ser y quehacer del Instituto.
Persona Intercultural: La
Interculturalidad es la interacción entre culturas, es el proceso de
comunicación entre diferentes grupos humanos, con diferentes costumbres, donde ningún grupo cultural está por encima del otro, y así promoviendo la igualdad, integración, y convivencia armónica entre ellas. El Instituto de la Consolata para las misiones es una
comunidad internacional e intercultural. Somos una comunidad misionera
compuesta por miembros provenientes de varios países del mundo y con trasfondos
culturales diferentes. La riqueza de nuestra multiculturalidad es un don
inestimable para el quehacer de nuestra misión. La multiculturalidad que nos
caracteriza es el testimonio de la vivencia del pentecostés hoy en la vida
consagrada y en la misión evangelizadora de la iglesia. Para ello, al conformar
nuestras comunidades locales, siempre no se olvida como característica el
aspecto de internacionalidad e interculturalidad. Para ello, el misionero de la Consolata debe tener claro la
internacionalidad e interculturalidad del Instituto. Es decir, debe ser
intercultural. Aunque el beato Jose Allamano no se refirió directamente al tema
de la interculturalidad del instituto, lo insinuó de varias maneras. Exhortaba
a los misioneros a estudiar los idiomas
nativos y realizar estudios sobre la misión con el fin de entender su lógica. El
estudio de idiomas es muy importante porque cada idioma manifiesta la cultura e
idiosincrasia de cada pueblo. Cuando el misionero aprende otro idioma, automáticamente
se abre a la cosmovisión, cultura y lógica del pueblo. Para ello, el beato José
Allamano exhortaba con frecuencia a los misioneros a estudiar las lenguas autóctonas
en las misiones: “les recomiendo en particular el estudio y practica de los
idiomas, para poder hablar y comunicar con la gente” (José Allamano, Así los
quiero, p. 92). Es un imperativo que el misionero aprenda la lengua nativa en
la misión para así poder vivir felizmente la vocación misionera. Pues “quien no
tiene la inclinación y empeño para estudiar las lenguas, difícilmente vivirá la
vocación misionera. Es realmente una necesidad para los misioneros y misioneras”
(José Allamano, Así los quiero, p. 92).
Persona de confianza en la Providencia Divina:
El misionero de la Consolata
debe tener la confianza en la providencia divina. Esta confianza es fruto de la
convicción de que Dios es el dueño de la misión y el misionero es simplemente un
instrumento de Dios y totalmente depende de Él y su divina providencia. Cada misionero de la Consolata está invitado a
nutrir una gran confianza en la Divina providencia. El beato José Allamano es
modelo de la confianza en la divina providencia. La fundación del Instituto es
fruto de su confianza y abandono en la
divina providencia. El sostenimiento del Instituto y las misiones ha sido fruto
de la providencia de Dios. El éxito del Instituto en cuanto la evangelización
en varios lugares del mundo ha sido fruto de la divina providencia. Por eso
atestigua el fundador: “Yo no dudo de la providencia. Sin esta confianza no podríamos
seguir adelante” (José Allamano, Así los quiero, p. 142). Por ser él testigo de
la divina providencia, invitaba a cada misionero de la Consolata a cultivar esa
confianza en la providencia de Dios: “Quisiera que nuestros Institutos en
general, y ustedes en particular, tuvieran siempre esta gran confianza en Dios,
pues el que confía en el Señor no será decepcionado” (José Allamano, Así los
quiero, p. 143).
CONCLUSIÓN
El beato José
Allamano es el padre y maestro de los misioneros y las misioneras de la
Consolata. Por eso, es imposible describir el perfil que debe tener el
misionero de la Consolata sin aludir a Él. El Instituto es una inspiración de
Dios a través de él. El Instituto ha anunciado la Consolación de Dios por todo
el mundo gracias al carisma recibido del beato José Allamano. Así que, el
perfil del misionero de la Consolata siempre es inspirado por el beato José
Allamano. Nuestra manera de hacer la misión se le atribuye a él, pues es quien soñó
el Instituto por medio del cual realizamos la evangelización de los pueblos y
así cada misionero de la Consolata contribuye a la misión evangelizadora de la
Iglesia.