La misión en salida siempre obedece al mandato misionero
de Jesucristo: “Vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar
todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19-20). El Resucitado antes de su
ascensión, envió a sus apóstoles a predicar el Evangelio en todo tiempo y por
todas partes de manera que la fe en Él se difundiera en cada rincón de la
tierra. Desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestra generación, se ha venido
teniendo en cuenta esa invitación de trascender las propias fronteras con el
fin de que otros pueblos y culturas conocieran al Salvador del mundo y su
mensaje salvífico.
Aunque la misión les corresponda a todos los
bautizados, es vocación propia y exclusiva de la Iglesia. La esposa de Cristo
en todo tiempo tiene la conciencia viva que se aplican a ella las palabras de Jesucristo:
“Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades” (Lc 4, 43).
La Iglesia en todo tiempo y toda generación se apropia de las palabras de san
Pablo: “Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me
impone como necesidad. ¡Ay de mi, si no evangelizara!” (1Cor. 9,16). Asi que,
la evangelización siempre es la identidad más profunda de la Iglesia.
El beato José Allamano, discípulo fiel del Señor desde
la edad temprana quiso responder a ese llamado misionero de Jesucristo. Desde
su vocación presbiteral supo que le incumbía a la Iglesia entera la tarea de
evangelización y tenía claro la preocupación que el mismo apóstol de los
gentiles tenia: “¿Cómo
predican si no son enviados?” (Rom 10,15). De igual manera, el fundador de los
misioneros y misioneras de la Consolata tenía la certeza de que, la Iglesia en
todo tiempo es misionera y la evangelización constituye su propia identidad.
Esa convicción acompañada por la fe solida, fundamentó el desarrollo de la idea
de la misión en salida de José Allamano.
ASPECTOS QUE INFLUYERON EL DESARROLLO
DEL CONCEPTO DE MISIÓN AD GENTES EN EL BEATO JOSÉ ALLAMANO
El desarrollo de la misión Ad-gentes en el beato José Allamano no fue fruto de improvisación,
sino resultado de conjunto de muchos elementos. Tuvo que superar muchas
dificultades e incongruencias de su tiempo, pero tenía la mirada alzada en
Jesucristo quien invita a sus discípulos de cada generación a trascender las
propias fronteras para pregonar la novedad que se da en Él. A continuación, se
presentan los aspectos que, en una u otra forma, influenciaron el desarrollo de
la idea de misión en salida en José Allamano.
El amor inquebrantable a
Jesucristo: El beato José
Allamano amó profundamente a Jesucristo. Toda su vida era testimonio de la
presencia de Jesucristo en él. El amor al Salvador del mundo le llevó a
ensanchar su mirada hacia otros horizontes fuera de su patria e Iglesia local.
El amor inconmovible a Jesús hizo que pensara en la evangelización de los
pueblos periféricos del mundo. La confianza puesta en Jesús le lanzó a superar
muchos desafíos y dificultades que se presentaron en el camino antes de la
fundación de los dos institutos exclusivamente misioneros. Su vida entera era
manifestación de la entrega a Jesús: la santidad de vida, la paternidad para
con los misioneros y misioneras, la vida de oración, el amor y entrega a la
virgen Consolata, entre otros. La misión en salida que caracterizó la vida del
beato José Allamano fue resultado de la convicción del mandato misionero que hizo
Jesús a sus apóstoles y sigue dando a sus discípulos de cada generación. Por el
amor a Jesucristo, se hizo instrumento idóneo para la propagación de su mensaje
salvífico y consolador a otros pueblos y culturas más allá de la propia patria
y circunscripción eclesial.
El despertar misionero y ambiente
repleto de espíritu de misionariedad: El beato José Allamano nació en una época cuando la misión
Ad-gentes volvía a aparecer con mucha
esperanza tanto en Italia como en el resto de Europa. Es importante recordar
que desde 1750 hasta las primeras décadas del siglo XIX, la misión
evangelizadora de la Iglesia tuvo un momento desolador de la historia[1].
Durante esa época, se presentaron fenómenos como la supresión de órdenes
religiosas como la Compañía de Jesús, la revolución francesa, el
empobrecimiento del clero, entre otros. Esos acontecimientos no dejaron de
causar impactos negativos a las misiones y a la misión evangelizadora de la
Iglesia. Sin embargo, en el segundo cuarto del siglo XIX surgió una actividad
misionera en el “contexto de revitalización religiosa[2]”.
El florecimiento del espíritu misionero se debía, por una parte, al gran
espíritu de restauración cuyo motivo era restaurar las cosas después de los daños
causados por la revolución francesa. Por otra parte, se debía al romanticismo
religioso-misionero cuyo fin era suscitar la nostalgia por los valores
cristianos olvidados, teniendo en cuenta la religión y la cultura. El
romanticismo actuó como estimulante de la conciencia de la misión civilizadora,
de la cual los países europeos se sentían investidos para con los pueblos asiáticos,
latinoamericanos y africanos[3]. Asimismo,
el interés de los países colonizadores europeos por África y Asia coincidió con
el despertar misionero donde, ante todo, Propaganda Fide había eliminado la
dependencia del Patronato misionero a fin de que recondujera la actividad
misionera a su base puramente espiritual[4].
Así que, cuando nació el beato José Allamano había un fuerte
despertar misionero, es decir, se evidenciaba en todas las dimensiones de la
vida eclesial un fuerte ambiente de misionariedad. Además, Propagada Fide había
retomado la dirección de la evangelización en los países de misión. Es
importante notar que Napoleón Bonaparte la había abolido en 1798 considerándola
como una institución que tenía que desaparecer del mapa, pues según él era
absolutamente inútil[5].
Se tuvo que esperar hasta 1817 cuando la abrió otra vez el papa Pio VII. En ese momento de
florecimiento del espíritu misionero nacían en Italia institutos
específicamente misioneros como PIME (Pontificio Instituto para las misiones
extranjeras de Milán), los Combonianos, los Josefinos; en otros países europeos
también nacían o habían nacido congregaciones como los Padres Blancos, Padres
del Espíritu Santo, Oblatos de María Inmaculada, Sociedad para las misiones
extranjeras de París, entre otros. Eran Institutos misioneros que se dedicaban
a la propagación del Evangelio fuera de sus propias fronteras y ambientes.
El despertar misionero que se vivía en aquel entonces
en Italia y en otros países de Europa se dio gracias también al apoyo de las Obras
Pontificias Misioneras fundadas en Francia en la primera mitad de 1800 por de
Pauline Jaricot. Las Obras pontificias se extendieron hasta Turín y por el
interés del episcopado local y de unos directores de Propaganda Fide como
Giuseppe Ortalda, se pudo animar misioneramente a la Iglesia de Turín[6]. De
ahí podemos colegir que desde la infancia del beato José Allamano, el ambiente
eclesial se encontraba fuertemente impregnado del espíritu de la misión en
salida. Ese espíritu misionero que se había difundido por su diócesis natal influyó
profundamente la formación de la misión Ad-gentes
en él y creó “las premisas para la futura fundación”[7].
Modelos misioneros: Es cierto que cualquier obra necesita inspiración e
inspiradores. La misión Ad-gentes en
José Allamano fue inspirada por varios modelos misioneros. Conoció los modelos
de la misión en salida tanto por contacto personal como por escritos. San José
Cafasso fue el primer modelo significativo de José Allamano. El Espíritu
misionero de este santo se encuentra en el sentido de la catolicidad, es decir,
el espíritu misionero de moverse hacia todos con un celo apostólico incansable[8].
San Juan Bosco no dejó de inspirar al beato José Allamano. Él pasó como alumno por
el oratorio de este santo. Además, observaba las expediciones misioneras que
salían con tanta solemnidad de Turín hacia las misiones. Esos envíos misioneros
dejaron mucha inspiración en el ser misionero del beato José Allamano.
El canónigo José Ortalda (1814-1880) quien fue director
de la propagación de la fe en Turín no dejó de inspirar misioneramente a José
Allamano. Era un sacerdote repleto de gran creatividad y espíritu misionero. Promovió
muchas publicaciones, exposiciones y loterías con el fin de animar
misioneramente a la Iglesia local de Turín. Desde 1851 hasta 1880, hizo una fuerte
animación misionera y en ese tiempo “Turín y el Piemonte, se convirtieron en un
grande centro de irradiación de la idea misionera que influyó sin duda en la
formación misionera de José Allamano”[9]. A
él se suma al cardenal Guillermo Massaia quien no sólo fue su modelo misionero,
sino tambien le dio una idea acerca de la misión en África, pues él había
desempeñado su apostolado misionero por 33 años en Kaffa (Etiopia). José
Allamano lo había conocido cuando todavía estaba estudiando en el oratorio de
Juan Bosco. Solía seguir con frecuencia todas las noticias misioneras sobre él
y su misión en Etiopía a través de sus escritos. Posteriormente lo visitó en
Roma cuando regresó de Etiopía con el motivo de empaparse de la realidad de la
misión etiópica donde sus futuros misioneros se irían para la misión Ad-gentes.
La concreción del sueño de la misión
en salida al fundar los institutos misioneros
Lo que inició como una simple idea y mero sueño, luego
se convirtió en un hecho. La fundación de dos institutos dedicados a la misión
en salida no fue algo improviso en la vida y el pensamiento del beato José
Allamano, sino que una realidad que maduró gracias a la larga preparación
espiritual y superación de varios desafíos y pruebas de toda índole[10].
Vale notar que, José Allamano después de tener modelos significativos de la
misión, después de experimentar un ambiente misionero favorable desde su
iglesia local, y tras encontrarse con sacerdotes y seminaristas convencidos de
la misión Ad gentes en el
Convictorio, decidió fundar los institutos consagrados exclusivamente a la
misión en salida: primero el Instituto masculino en 1901 y después el femenino
en 1910.
Él fundó los dos institutos no para quedarse en su
iglesia local, sino para ensanchar sus horizontes hacia el mundo entero, es
decir, hacia otras tierras donde Jesucristo y su mensaje salvífico no eran
conocidos. En este sentido, puso en práctica lo que el Concilio Vaticano II
posteriormente diría: “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza. Por
ello incumbe a la Iglesia el deber de difundir la fe y la salvación de Cristo”
(AG 2y5). Los dos Institutos fueron fundados para la misión en salida porque él
sintió la urgencia de poner en marcha el mandato misionero de Cristo hacia los
pueblos y culturas que aún no lo conocían. Como sacerdote diocesano y formador
de sacerdotes, estaba convencido de que le incumbía el deber de difundir la fe
a otras latitudes. Por eso, “le parecía innatural que en su Iglesia local,
fecunda de tantas instituciones dedicadas a las obras de caridad, faltara una
dedicada exclusivamente a las misiones”[11]. Es
preciso tener en cuenta que durante el tiempo del beato José Allamano, la
Iglesia de Turín tenía clero suficiente de tal manera que, “no se sabía cómo
ubicarlo en la diócesis”[12].
Así pues, con la experiencia que había tenido en la formación del clero local,
sabía bien que los sacerdotes diocesanos podían realizar una misión más amplia más allá de los confines de su
circunscripción natal.
Después de la fundación de dos institutos misioneros, José Allamano se hizo de lleno
propagador y agente de la misión en salida. Aunque nunca salió como misionero
fuera de las fronteras de su Iglesia local, estaba muy convencido de que la
misión de la Iglesia se encontraba en salida. Su estado de sacerdote diocesano
no le impidió ensanchar su mirada hacia el mundo entero. Eso sucedió gracias a
la santidad superlativa que le caracterizaba y el contacto con varios modelos
de la misión Ad-gentes de su tiempo.
Esa convicción de una misión en salida le llevó a descubrir con frecuencia las
vocaciones verdaderamente misioneras que
no solo las canalizaba a los Institutos fundados por él, sino también ayudaba a
los candidatos a ingresarse a otras congregaciones religiosas.
En el transcurso del tiempo, sus hijos e hijas que él
mismo formó y mandó a las misiones se hicieron sus formadores en cuanto al tema
de la misión en salida. Se hizo discípulo de sus discípulos, pues a través de
la correspondencia le informaban la verdad sobre el contexto de la misión. Así
podía entender la realidad concreta de la misión en los lugares donde ellos
evangelizaban. De igual forma, la información que recibía de sus hijos e hijas
en la misión le ayudaba a orientar y entusiasmar con certeza a los que estaban todavía
preparándose para salir a las misiones extranjeras.
Recomendaciones del beato José
Allamano para el éxito de la misión en salida
El beato José Allamano en caridad de padre de
misioneros y misioneras de la Consolata, dio algunas recomendaciones para el
éxito de la misión en salida. A continuación, se elaboran algunas de ellas:
Interés y cariño por la cultura: Una de las recomendaciones de José Allamano para el
éxito de la misión Ad-gentes es la
preocupación por la cultura del pueblo al que son enviados los misioneros y
misioneras de la Consolata. Vale notar que la cultura tiene que ver con el
conjunto de sentidos y significaciones que informan la vida de un pueblo. Si la
cultura no está tenida en cuenta, la evangelización se vuelve sosa, si es
ignorada, el evangelio se vuelve ajeno a la población. Si hay desprecio de la
cultura del pueblo, seguramente “el Evangelio, que es una Buena Noticia, pierde
sus contornos de buena y sólo es percibido como una noticia entre tantas”[13]. El
beato José Allamano exhortaba a sus hijos e hijas a no ignorar la cultura de
los pueblos donde eran enviados. Les invitaba a comprender el núcleo de la cultura
que se manifestaba en las costumbres, los dichos diarios, los valores, entre
otros. La comprensión de la cultura siempre ayuda a tener en cuenta la dimensión social de la
gente. El acercamiento a la realidad social visualiza la realidad pastoral, las
necesidades de la comunidad y sirve de incentivo para formular las respuestas a
los problemas encontrados. Por eso, no se puede ignorar la parte cultural de la
comunidad a donde los misioneros y misioneras son enviados.
Estudio de idiomas: Es común que los misioneros y misioneras sean
enviados a los lugares con idiomas y culturas diferentes a los propios. Frente
a eso, el beato José Allamano tiene algo para decirles: “les recomiendo en
particular el estudio y practica de los idiomas, para poder hablar y comunicar
con la gente”[14].
Insistía en el estudio de lenguas porque siempre es una condición para la
comprensión de la cultura y la vida concreta del pueblo al que se es enviado.
Contra los apegos: José Allamano exhortaba a los misioneros y misioneras
a tener en cuenta los elementos que podían ser obstáculos para responder
afirmativamente a la vocación Adgentes:
los apegos. En su pedagogía misionera, siempre les invitaba a adoptar la
actitud de desapego. Los apegos son lazos en el mundo propio que crean
dificultad para movernos más allá de nuestras fronteras. La pedagogía misionera
de José Allamano llama a relativizar esos apegos que a veces aparecen
imprescindibles en nuestras vidas: apegos a la familia, a la propia cultura, a
las comodidades, a la propia voluntad, entre otros. Sabemos que no es nada
fácil realizar eso, pero el desapego a esas realidades es una forma de renuncia
exigida para llevar a cabo la misión en salida.
La santidad: El beato José Allamano propuso la santidad como
criterio importante para realizar exitosamente la misión en salida. Su famoso
dicho dice todo: “primero nuestra santificación, luego la conversión de los
demás. Misioneros y misioneras, sí, pero santos”[15].
La santidad que quiere que acompañe a los misioneros y las misioneras tiene que
ver con hacer bien las cosas de manera superlativa. Para ello, con frecuencia
decía: “el milagro que si quiero que hagan es el de hacer todo con perfección,
desde la mañana hasta la noche”[16].
La santidad hace que la gente pueda ver a Jesús en la vivencia de los misioneros
y misioneras: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9). Por medio del
testimonio de quienes evangelizan, se provoca la conversión en la gente, pues
“cuanto más intima sea nuestra amistad con Jesús, tanto más podremos esperar en
la intervención de su gracia”[17].
La santidad hace que se abandone totalmente en Dios y en su voluntad.
Así pues, la misión Ad gentes es el carisma que los misioneros y misioneras de la
Consolata recibimos e heredamos del beato Jose Allamano. Se manifiesta ese
espíritu allamaniano a través de la entrega de misioneros y misioneras
dispersos por varios países del mundo. Pues, la misión en salida constituye
nuestra identidad porque somos consagrados para la evangelización de los
pueblos.
[1] Cfr. Castro, Luis Augusto, Padre y
Maestro de misioneros, Turín, 1986, p. 18.
[2] Ibid., p. 18
[3] Cfr. Tebaldi, Giovanni, 100 años de
vida misionera, Los misioneros de la Consolata caminando con los pueblos, Ediciones
Misiones Consolata, p. 21.
[4]
Ibid., p.21.
[5]
Ibid., p.21.
[6]
Ibid., p.22.
[7] Ibid., p.22.
[8] Cfr. Castro, Padre y Maestro de
Misioneros, p. 21.
[9] Ibid., p. 21.
[10] Cfr. Allamano, José, Así los
quiero, Espiritualidad y pedagogía misionera, Instituto Misiones Consolata,
p.15.
[11] Allamano, José, Así los quiero, p. 15.
[12] Castro, Padre y Maestro de
Misioneros, p. 41.
[13] Ibid., p.73.
[14] Allamano, José, Así los quiero, p.
92.
[15]
Ibid., p.40.
[16]
Ibid., p.43.
[17]
Ibid., p.46.