Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


martes, 17 de octubre de 2017

OCTUBRE MISIONERO ENTENDIDO DESDE EL BEATO JOSÉ ALLAMANO.

“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia está lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio.” (RM, no. 1). Teniendo en cuenta la situación del mundo en materia de evangelización, la Iglesia católica dedica el mes de octubre a las misiones con el objetivo de despertar más el espíritu misionero de los bautizados. Así que, el fin de octubre misionero es concientizar a todos los bautizados de que, la evangelización es tarea de todos. No es tarea exclusiva de la jerarquía de la Iglesia, sino que les incumben a todos los que profesan la fe en Jesucristo, único Salvador del mundo. Tal como Cristo mandó a los apóstoles hacia las fronteras a predicar el Evangelio, así sigue enviando a la Iglesia a difundir la fe en Él a los pueblos de cada generación. Pues, la evangelización siempre es la razón de ser de la Iglesia.

Por eso, el mes de octubre es caracterizado en la Iglesia Católica entre otras razones por el impulso renovado de la actividad misionera. Comienza con la memoria litúrgica de Santa Teresita del Niño Jesús, quien es patrona de las Misiones y termina con la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones el tercer domingo del mes. Es importante notar que, se ha venido celebrando octubre como mes dedicado a las misiones desde 1927 durante el pontificado de Pio XI, el papa de las misiones. Desde ese entonces, la iglesia celebra el Día Mundial de las Misiones popularmente llamado DOMUND, el penúltimo domingo de octubre. Podemos concluir que, octubre es un mes en salida misionera.

La misión en salida obedece siempre al mandato misionero de Jesucristo: “Vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19-20). Desde el tiempo de los apóstoles hasta la generación presente, se ha venido teniendo en cuenta esa invitación de trascender las propias fronteras con el fin de que otros pueblos y culturas conocieran al Salvador del mundo y su mensaje salvífico.
El beato José Allamano, discípulo fiel de Jesucristo desde la edad temprana quiso responder a ese llamado misionero del Señor. Desde su vocación presbiteral supo que le incumbía a la Iglesia entera la tarea de evangelización y tenía claro la preocupación que el mismo apóstol de los gentiles tenia: “¿Cómo predican si no son enviados?” (Rom 10,15). De igual manera, el fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata tenía la certeza de que, la Iglesia en todo tiempo es misionera y la evangelización constituye su propia identidad. Esa convicción acompañada por la fe solida, fundamentó el desarrollo de la idea de la misión en salida de José Allamano.

El desarrollo de la conciencia de la misión Ad-gentes en José Allamano no fue fruto de improvisación, sino resultado de conjunto de muchos elementos tales como:

El amor inquebrantable a Jesucristo: El beato José Allamano amó profundamente a Jesucristo. Toda su vida era testimonio de la presencia de Jesucristo en él. El amor al Salvador del mundo le llevó a ensanchar su mirada hacia otros horizontes fuera de su patria e Iglesia local. El amor a Jesús hizo que pensara en la evangelización de los pueblos periféricos del mundo. La confianza puesta en Jesús le lanzó a superar muchos desafíos y dificultades que se presentaron en el camino antes de la fundación de los dos institutos exclusivamente misioneros. Por el amor a Jesucristo, se hizo instrumento idóneo para la propagación de su mensaje salvífico y consolador a otros pueblos y culturas más allá de la propia patria y circunscripción eclesial.

El despertar misionero y ambiente repleto de espíritu de misionariedad: El beato José Allamano nació en una época cuando la misión Ad-gentes volvía a aparecer con mucha esperanza tanto en Italia como en el resto de Europa. Durante esa época, se presentaron fenómenos como la supresión de órdenes religiosas como la Compañía de Jesús, la revolución francesa, el empobrecimiento del clero, entre otros. Esos acontecimientos no dejaron de causar impactos negativos a las misiones y a la misión evangelizadora de la Iglesia. Sin embargo, en el segundo cuarto del siglo XIX surgió una actividad misionera en el “contexto de revitalización religiosa” (Tebaldi, Giovanni, 100 años de vida misionera, p. 21). El florecimiento del espíritu misionero se debía, por una parte, al gran espíritu de restauración cuyo motivo era restaurar las cosas después de los daños causados por la revolución francesa. Por otra parte, se debía al romanticismo religioso-misionero cuyo fin era suscitar la nostalgia por los valores cristianos olvidados, teniendo en cuenta la religión y la cultura. El romanticismo actuó como estimulante de la conciencia de la misión civilizadora, de la cual los países europeos se sentían investidos para con los pueblos asiáticos, latinoamericanos y africanos (cfr. Ibid,.. p. 21). Asimismo, el interés de los países colonizadores europeos por África y Asia coincidió con el despertar misionero donde, ante todo, Propaganda Fide había eliminado la dependencia del Patronato misionero a fin de que recondujera la actividad misionera a su base puramente espiritual.

Asi que, cuando nació el beato José Allamano había un fuerte despertar misionero, es decir, se evidenciaba en todas las dimensiones de la vida eclesial un fuerte ambiente de misionariedad. En ese momento de florecimiento del espíritu misionero nacían en Italia institutos específicamente misioneros como PIME (Pontificio Instituto para las misiones extranjeras de Milán), los Combonianos, los Josefinos; en otros países europeos tambien nacían o habían nacido congregaciones como los Padres Blancos, Padres del Espíritu Santo, Oblatos de María Inmaculada, Sociedad para las misiones extranjeras de Paris, entre otros. Eran Institutos misioneros que se dedicaban a la propagación del Evangelio fuera de sus propias fronteras y ambientes. Ese espíritu misionero que se había difundido por su diócesis natal influyó profundamente la formación de la misión Ad-gentes en José Allamano.

Modelos misioneros: Es cierto que cualquier obra necesita inspiración e inspiradores. La misión Ad-gentes en José Allamano fue inspirada por varios modelos misioneros. Conoció los modelos de la misión en salida tanto por contacto personal como por  correspondencia. San José Cafasso fue el primer modelo significativo de José Allamano. El Espíritu misionero de este santo se encuentra en el sentido de la catolicidad, es decir, el espíritu de moverse hacia todos con un celo apostólico incansable. San Juan Bosco no dejó de inspirar al beato José Allamano. Él pasó como alumno por el oratorio de este santo. Además, observaba las expediciones misioneras que salían con tanta solemnidad de Turín hacia las misiones. El canónigo José Ortalda (1814-1880) quien fue director de la propagación de la fe en Turín inspiró misioneramente a José Allamano. Era un sacerdote que promovió muchas publicaciones, exposiciones y loterías con el fin de animar el espíritu misionero de la Iglesia local de Turín. Desde 1851 hasta 1880, hizo una fuerte animación misionera y en ese tiempo “Turín y el Piemonte, se convirtieron en un grande centro de irradiación de la idea misionera que influyó sin duda la formación misionera de José Allamano” (Castro, Padre y Maestro de Misioneros, p. 21). Otro modelo fue el cardenal Guillermo Massaia quien le hizo entender la realidad de la misión en África, pues él había desempeñado su apostolado misionero por 33 años en Kaffa (Etiopia). Solía seguir con frecuencia todas las noticias misioneras sobre él y su misión en Etiopía a través de sus escritos. Posteriormente lo visitó en Roma cuando regresó de Etiopía con el motivo de empaparse de la realidad de la misión en ese país donde sus futuros misioneros se irían para la misión Ad-gentes.

¿Cómo el beato José Allamano inspira el mes misionero?
-       La pasión misionera: El mes de octubre debe caracterizarse por el entusiasmo misionero. Debe ser un mes con una característica especial: el ardor apostólico que brota del amor a Jesucristo. No existe ninguna pasión misionera que no viene del amor  fuerte a Jesús. El amor al Salvador del mundo, quien nos amo primero (1 Juan, 4:19) impulsa a todos los bautizados a llegar a otros, (en este caso, los que no han conocido a Jesucristo, o los  bautizados que se volvieron indiferentes a la Iglesia)  para que ellos puedan experimentar el amor salvífico  de Dios.

En este aspecto, el beato José Allamano no deja de enseñar que todos los discípulos misioneros de Jesucristo deben revestirse de la pasión misionera. Esta pasión misionera es el carácter propio del discípulo misionero de Jesucristo. Acerca de esto, José Allamano en repetidas veces decía a sus misioneros y misioneras que “no se va a las misiones por capricho o por turismo, sino únicamente por amor a Dios, que es inseparable del amor al prójimo. Por lo tanto, no sólo como cristianos, sino también, y mucho más, como misioneros tenemos el compromiso de buscar la gloria de Dios colaborando en la salvación de las almas” (Así los quiero, p.173). Por amor a Dios y a su Reino los discípulos misioneros de Jesucristo colaboran en la salvación de la humanidad (1 Cor 3,9).

-       La necesidad de tener el fuego para ser apóstoles de Jesucristo. La tarea misionera no le corresponde sólo a la jerarquía de la Iglesia, sino a todos los bautizados. Todos los que profesan el nombre de Jesucristo, deberían apropiarse de las palabras de san Pablo “¡Ay de mí sino predicara el evangelio!” (1 Cor 9,16). El beato José Allamano nos ayuda a entender que, no solo es suficiente ser colaboradores de Dios en la misión, sino que, es preciso que el discípulo misionero tenga el fuego de Dios para trabajar y sacrificarse por y para el Reino. Para ello, “se necesita fuego para ser apóstoles” (Así los quiero, p.175). El verdadero apóstol es encendido por la pasión de hacer conocer y amar al Señor y buscar el bien de las personas. “Los que no arden de este fuego divino, ¡nunca serán misioneros o misioneras!” (Ibid,.. p.175).
-       La energía y la constancia: El mes de las misiones debe suscitar en los discípulos misioneros de Jesucristo la energía y la constancia para ir predicando la Buena Nueva de Jesucristo. Los evangelizadores deben tener energía y constancia como parte de su ser y quehacer. En cuanto a la energía, Jose Allamano afirma que, “nuestra vida vale en la medida en que es activa para nosotros y para los demás. (…) un verdadero misionero y una verdadera misionera saben duplicar las fuerzas. Si somos activos, siempre tendremos tiempo para todo y hasta de sobra” (Ibid,.. p.179). Asimismo, la energía debe estar acompañada con la constancia. El trabajo misionero requiere la estabilidad. “Vale más un bien pequeño hecho con constancia, que emprender tantas obras grandiosas y dejarlas por la mitad. La constancia es una característica del misionero y de la misionera de Jesucristo. Esta constancia es la estabilidad del espíritu. Se trata de mantener el ritmo en la tarea de evangelización. No se trata de “estar un día llenos de entusiasmo y otro ser completamente débiles, no sirve! Cuando sabemos que debemos hacer una determinada cosa, hay que hacerla hasta el final” (Ibid,.. p.183).
           
CONCLUSIÓN
Varios misioneros a lo largo de la historia han dado el testimonio de la misión en salida. Muchos han sacrificado su vida inclusive en tierras extranjeras con el fin de que Cristo fuera conocido entre pueblos y naciones diversos. Otros fundaron congregaciones misioneras para mantener vivo el espíritu misionero de la Iglesia. En este sentido, vale reconocer los misioneros como san Pedro Claver entre los negros esclavos en Cartagena (Colombia), Mateo Ricci en China, Daniel Comboni en África, José Allamano, entre otros. Son insignes ejemplos que en su tiempo animaron a muchos hombres y mujeres a entregare a la misión, y siguen animando a los fieles católicos a vivir con constancia el discipulado misionero de Jesucristo.