Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


lunes, 26 de septiembre de 2016

COLOMBIA CELEBRA LA FIRMA DEL ACUERDO DE PAZ

El día 26 de septiembre de 2016 quedará siempre registrado en la memoria histórica de Colombia. Este día que muchos colombianos esperaban será siempre inolvidable y será contado a las futuras generaciones. Es el día en que se firmó oficialmente en Cartagena de Indias el acuerdo final de paz que puso en fin los 52 años de la guerra sangrienta entre las Farc y el gobierno nacional.

Ante la presencia de 15 presidentes, 27 cancilleres, incluido el secretario de Estado de los Estados Unidos de América, John Kerry, el Secretario General de la ONU, Ban ki-Moon, el rey emérito de España, Juan Carlos de Barbón y cabezas de organismos multilaterales como la rectora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, entre otras personalidades, el presidente Juan Manuel Santo y el máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko” firmaron en la explanada de Banderas del Centro de convenciones el acuerdo final de paz. Esta firma de paz teóricamente ratificó el fin a uno de los conflictos más viejo, degradado y sangriento del planeta, y así abrió las puertas a una Colombia mejor que todos sus habitantes sueñan.

Los discursos tanto del presidente Santos como del máximo jefe de las Farc estaban llenos de esperanza de paz. El mandatario colombiano le dio a la guerrilla la bienvenida a la democracia y la guerrilla a través de Timochenko pidió perdón sobre todo a las víctimas del conflicto.

La firma del acuerdo final y definitivo de paz es resultado de las negociaciones que duraron 4 años. Los diálogos de paz oficialmente empezaron el 16 de noviembre de 2012 en Oslo (Noruega) con la instalación de la mesa de Diálogo de paz entre las Farc y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón. La mayor parte de las negociaciones se realizó en La Habana (Cuba) hasta el 24 de agosto de 2016 cuando se llegó al acuerdo final, integral y definitivo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia.

El acuerdo de paz que se firmó contiene 6 puntos que hacen falta tenerse en cuenta:
  1. Hacia un nuevo campo colombiano. Reforma Rural Integral (acordado el 26 de marzo de 2013).
  2. Participación política. Apertura democrática para construir la paz (acordado el 6 de noviembre de 2013).
  3. Fin del conflicto (acordado el 24 de agosto de 2016).
  4. Solución al problema de las drogas ilícitas (acordado el 16 de mayo de 2014).
  5. Victimas: Sistema integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición (acordado el 15 de diciembre de 2015).
  6. Implementación, verificación, y refrendación (acordado el 24 de agosto de 2016).

Sin lugar a dudas, este acontecimiento abre esperanza no solo para Colombia, sino también para el resto del mundo, pues termina la existencia del conflicto más antiguo del hemisferio occidental que dejó aproximadamente 267.162 muertos (véase el periódico El Tiempo del 26 de septiembre de 2016) y muchos millones de desplazados y victimas.  Sin embargo, la alegría será completa después del plebiscito que el pueblo colombiano realizará el 02 de octubre para ratificar esos acuerdos.  Si gana el Sí, eso significa que el acuerdo firmado entrará en vigencia y el gobierno nacional tendrá la posibilidad de poner en práctica lo acordado. Si gana el No, la posibilidad es que el gobierno busque otra alternativa que hasta el momento no se sabe.

¡Que Dios de la paz siga bendiciendo a Colombia!


viernes, 16 de septiembre de 2016

PAZ Y SEGUIMIENTO DE CRISTO

El discípulo (mathetés) en el sentido originario es la persona que aprende. En el contexto del Evangelio, es el seguidor. Los discípulos no son alumnos, sino seguidores de Jesucristo. Seguir a Cristo es la tarea fundamental de sus discípulos. Eso significa acogerlo como punto de referencia, escudriñarlo en los múltiples signos de la historia, aceptarlo como revelación del Padre, situarlo en el corazón de la experiencia cristiana, reconocerlo como paradigma del hombre y fuente absoluta de sentido para la existencia entera.

El seguimiento de Jesucristo, sin embargo, se vive desde las raíces humanas, históricas y socio-culturales, donde toma cuerpo esta exigencia surgida de las mismas entrañas del Evangelio. Algunos de nuestros países y sociedades con toda su carga de injusticias, guerras, violencias, explotaciones, opresión, pobreza, enfermedades, experimentan el seguimiento de Jesús desde la pasión y la cruz como premisas de liberación. Para ello, contextualizar el seguimiento de Cristo es contextualizar la experiencia del discipulado.

ACERCAMIENTO A LOS TÉRMINOS: PAZ, VIOLENCIA Y CONFLICTO

Paz
La paz es un valor deseado en cada sociedad. Es un concepto amplio que hace falta analizar. Sin embargo, antes de especificar el significado de este concepto, es importante tener en cuenta las concepciones dominantes de la paz a lo largo de la historia.

En la antigua Grecia se utilizaba el término eirênê  para referirse a la paz. Es una idea de paz entendida como un estado de tranquilidad, serenidad, ausencia de hostilidades entre ciudades griegas, es decir, una armonía en la unidad interior y social griega.

La pax romana se refería al respeto a lo legal, a mantener la ley y el orden establecido. En este sentido, la paz entre los romanos tenía que ver con custodiar por la ausencia de conflictos y rebeliones violentas dentro de los límites del Imperio romano controlado por un poderoso aparato militar. Este modelo de paz busca mantener los intereses de los que se benefician de la estructura del Imperio respecto a los que quedan en la periferia. Esta es una concepción negativa y manipuladora de paz, pues es entendida como mera ausencia de guerra y de desordenes internos. Hay que superar la concepción negativa de paz porque lo que se quiere y busca es una paz libertadora y constructora para todos. La paz positiva, en cambio, “es el proceso de realización de la justicia en los diferentes niveles de la relación humana. Es un concepto dinámico que nos lleva a resolver los conflictos de forma no violenta y el fin del cual es conseguir la armonía de la persona con sí misma, con la naturaleza y con las demás personas”[1]. Así pues, la paz positiva es:
  • -       Un proceso constante de construcción.
  • -       La ausencia de condiciones no deseadas como guerras, hambre, marginación, etc.
  • -       La presencia de condiciones deseadas como trabajo, vivienda, educación, salud, etc.
  • -       Un orden social de reducida violencia y elevada justicia.
  • -       La igualdad en la distribución del poder y los recursos.
  • -      La presencia de políticas públicas que tengan en cuenta a las mujeres y a otros grupos vulnerables de la sociedad.

 En resumen, “no puede existir paz positiva si hay relaciones caracterizadas por el dominio, la desigualdad y la no-reciprocidad aunque no haya ningún conflicto abierto”[2]. La construcción y el logro de paz positiva requieren crear las relaciones basadas en el apoyo mutuo, cooperación, colaboración y creación de condiciones de confianza mutua. La experiencia de paz positiva desemboca en la creación de una cultura de paz. La cultura de paz es “una cultura que promueve la pacificación, una cultura que incluye estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorezcan la construcción de la paz y acompañe los cambios institucionales que promuevan el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos y las familias, la identidad de los grupos o de las naciones, y sin necesidad de recorrer a la violencia”[3]. La construcción de una cultura de paz requiere lo siguiente:
  • -       Mejorar, ampliar y universalizar los derechos humanos.
  • -       Desacreditar y deslegitimizar la guerra y el uso de violencia.
  • -       Potenciar el dialogo entre culturas y religiones.
  • -       Actuar sobre las raíces de conflictos y no solo sobre sus manifestaciones.
  • -       Mejorar la gubernabilidad democrática, etc.

Violencia
Se trata de una “actitud o el comportamiento que constituye una violencia o una privación al ser humano de una cosa que le es esencial como persona (integridad física, psíquica o moral, derechos, libertades…)”[4]. La violencia puede ser ejercida por una persona (ladrona, torturadora, etc.), una institución (una cárcel, una fábrica, una escuela, etc.), o una situación estructural (explotación laboral, injusticia social, etnocentricismo cultural, etc.). La violencia puede diferenciarse en tres tipos:

La primera es la violencia directa la que causa agresión física como el asesinato, la bofetada, la tortura, la mutilación y otras formas de maltratos físicos. La segunda es la violencia estructural que es resultado de la estructura social que impide cubrir las necesidades básicas como la generada por la desigualdad social, las carencias nutricionales, la falta de servicios sanitarios y educativos básicos, entre otros. La tercera es la violencia cultural que se refiere a aquellos aspectos del ámbito simbólico (religión, cultura, lengua, arte, ciencia, etc.) que se puede utilizar para justificar y legitimar la violencia estructural o directa. Ella se expresa a través de:
  • -       La incapacidad de resolver pacíficamente los conflictos.
  • -       La búsqueda del dominio y del poder.
  • -   La cultura del patriarcado que permite que las mujeres que son la mayoría en la sociedad vivan en condiciones injustas respecto a los hombres.
  • -       Las interpretaciones ideológicas y religiosas excluyentes.
  • -       El etnocentricismo y la ignorancia cultural.
Conflicto

El conflicto siempre es consubstancial a las relaciones humanas. Es ineludible y por más que se quiera evitarlo siempre sigue su dinámica. Entre las relaciones humanas surgen discrepancias debido a que tenemos intereses o necesidades diferentes. Por eso, se define el conflicto como “aquella situación de disputa o divergencia en que hay una contraposición de intereses (tangible), necesidades y/o valores en pugna”[5] entre más partes.

El conflicto puede ser latente en el sentido de que, una o más partes en conflicto no son conscientes de su existencia, o no quieren reconocerlo. Muchos casos de violencia estructural pueden servir de conflicto latente. Puede ser pseudo conflicto cuando aparentemente parece que hay un conflicto porque dos o más partes están enfrentados, pero los intereses de cada parte no son incompartibles, aunque la percepción de las personas implicadas los haga aparentemente contrapuestos.

JESÚS y PAZ

1. Concepto de paz en el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento se utiliza el término griego eirênê que se traduce por la paz. La palabra paz aparece 91 veces en total (31 en los Evangelios y Hechos, y 43 en Pablo y 17 en otros escritos del Nuevo Testamento). El Nuevo Testamento presenta a Dios que se hace visible en Jesucristo como Dios de paz. Por eso la afirmación de san Pablo: “Dios no es un Dios de desorden (akatastasía), sino  de paz” (1 Cor 14, 33). Es decir, Dios está a favor de paz; no quiere desorden, guerra, y tumulto. Él está por orden como estado normal de las cosas. Este estado normal equivale a la paz. Dios en la escena de creación puso orden en el caos inicial (Gn 1, 1ss). En este sentido, el acto de crear de parte de Dios es el primer momento de ordenar el caos inicial, separando el cielo de la tierra, los continentes de los mares para evitar la confusión. La paz, en este sentido, se presenta como el estado normal de las cosas y de la realidad entera del universo creado a imagen de Dios de la paz (Fil 4, 9; 1 Tes 5, 23; 2 Tes 3,16).

Con la implantación de la paz como don que viene de Dios manifestado en Jesucristo, se inicia un futuro del cual se menciona en Apocalipsis 7,13-17. Esta realidad que los profetas anunciaron se hace realidad en el presente. Los Ángeles después del nacimiento de Jesús anunciaron: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,13). Esta paz no es sólo para los israelitas, es universal para todos sin restricción alguna. Esta paz no se limita a la ausencia de guerra, violencia y conflictos, sino es la salvación que viene de Dios. Así pues, la paz de Dios manifestado en Jesús, es una paz universal, es decir, extendida a todos y a todas.

2.    Jesús, nuestra paz

Jesús es la paz por excelencia no solo para los cristianos, sino también para el mundo entero. El texto de la carta de Pablo a los Efesios define a Jesús como nuestra paz (entre judíos y paganos): “Ahora, gracias a Cristo Jesús y en virtud de su sangre, los que un tiempo estaban lejos están cerca. Él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando con su cuerpo la barrera divisoria, la hostilidad; aboliendo la ley con sus preceptos y cláusulas; así con los dos creó en sí mismo una humanidad nueva, estableciendo la paz, y ambos hechos un solo cuerpo, los reconcilió con Dios por medio de la cruz, matando en sí mismo la hostilidad (…) por eso su venida anunció la paz a los que estaban lejos y la paz a los estaban cerca, pues gracias a él uno y otros, por un mismo espíritu tenemos acceso al Padre” (Ef 2, 13-22). Jesús es la paz encarnada que pone fin a la humanidad dividida de judíos y paganos, así reconciliándolos con Dios (Rom 5:1ss).

En la trayectoria de su vida, Jesús se presentó como artífice de paz. El Salvador del mundo es la “Buena Noticia de la paz” (Ef 6,15). En su ministerio público, Jesús hizo entender que la paz debía ser una compañera del ser humano por toda la vida. Es decir, debe acompañar al hombre en todas las dimensiones de su vida. Tras curar la mujer con hemorragia, Jesús la despide: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de su tormento” (Mc 5,34). Aquí paz y sanación se dan la mano. En Lc 7,50, Jesús mientras en casa de un fariseo, se le acerca a una mujer conocida como pecadora en la ciudad, con un frasco de perfume y comienza a regarle los pies con sus lágrimas. Jesús le perdona sus pecados y le dice: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”. Con este gesto, Jesús nos hace entender que la paz siempre debe ser nuestra compañía inclusive en momentos desafiantes de nuestra existencia humana.

No se puede hablar de Jesús como autor de paz sin mencionar la bienaventuranza de Mateo (5, 9): “Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos”. De este texto se puede decir que el compromiso más grande de los cristianos es construir y buscar la paz. Los pacíficos y los constructores de paz serán llamados hijos e hijas de Dios de la paz. Los hijos e hijas de Dios de la paz viven en un mundo nuevo donde habita de modo permanente la paz, la justicia, el bienestar, la tranquilidad, el derecho, el amor, entre otros. Es una paz que lleva a la felicidad individual y social, a la amistad de los hombres entre sí y ellos con Dios. Es una paz que manifiesta plenamente el reino de Dios entre hombres y mujeres.

Después de la resurrección, Jesús dio a sus apóstoles perturbados por su muerte este saludo: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no se la doy como la da el mundo” (Jn 14,27). Esta afirmación de Jesús muestra que Él nos legó su paz. Su espíritu de paz permanece entre nosotros. Esto significa que vivir en estado de confusión, preocupación, ansiedad, temor, frustración es anormal para un seguidor de Jesucristo. Jesús no desea que vivamos de esa manera.

Es importante notar que nuestra salvación como cristianos nunca nos garantiza una vida libre de preocupaciones, de problemas y de momentos llenos de dilemas. Cada uno encuentra momentos en que se le atraviesan épocas en que las cosas no ocurren como quisiéramos. Sin embargo, Jesús, príncipe de paz, ha experimentado todo eso y lo ha vencido: “Estas cosas les he hablado para que en mi tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero tengan ánimo, que yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Del mismo modo, Jesús en el mismo Evangelio de Juan dice: “No se turbe su corazón; creen en Dios, crean también en mi. No se turbe su corazón, ni tengan miedo” (Jn 14,27).

Cuando Jesús envió a los setenta a ministrar en su nombre las necesidades de otros, al volver se regocijaron de su poder sobre los demonios. El Señor les dijo: “No se regocijen de que los espíritus se les sujetan, sino regocijen de que sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10, 20). El gozo y paz de los seguidores de Jesús se basa en creer, no en hacer y obtener. El gozo y paz vienen como resultado de edificar nuestra relación con Jesucristo. El gozo y paz nos vienen cuando lo conocemos, cuando creemos en Él y cuando confiamos en Él.

3.    Iglesia, sacramento de paz

El Concilio Vaticano II afirma en repetidas veces que la Iglesia no es otra cosa que un “sacramento universal de salvación” (LG 1, 2; 48,2; 59,1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5,1). El sacramento, por general, es un signo eficaz de gracia. La Iglesia es sacramento porque es un signo visible de la presencia invisible de Cristo entre hombres y mujeres. La Iglesia como sacramento hace visible a Cristo que ya no está al alcance de nuestra vista. La Iglesia por su razón de ser sacramento es signo y símbolo de comunicación con la humanidad. Lo que comunica son experiencias fundamentales de la vida: la fe, la confianza, el amor, la esperanza, la paz, la bondad, entre otros. La esposa de Cristo es sacramento porque a través de ella el Señor se hace presente en cada lugar y en cada espacio. Para ello, es sacramento de paz que Cristo crucificado derrama sobre el mundo. A donde llega Cristo llega la paz y la Iglesia es el mensajero que va a donde Cristo quiere llegar y con ella va la paz que Dios ofrece a todos sin distinción.

El tema de la paz siempre ha estado en el centro de la doctrina social de la Iglesia católica. Muchos pontífices han trabajado sobre el tema de la paz. El papa Juan XXIII  dedicó la Enciclica, Pacem in terris (11 de abril de 1963) sobre la paz mundial. El pontífice a través de la Encíclica hace entender que la paz no es simple ausencia de guerra, ni el equilibrio militar entre opiniones opuestas, sino un trabajo coral que involucra la familia humana entera en la realización de un orden social fundado en 4 pilares: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad.

Este pensamiento del papa Juan XXIII se refleja en la Enciclica Populorum Progressio de Pablo VI que fue publicada el 26 de marzo de 1967. Pablo VI subraya que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. El desarrollo de los pueblos en todas las dimensiones hace que éstos experimenten paz. Tanto en la Pacen in terris como en la Populorum Progressio, la preocupación central es la paz a nivel mundial. Juan Pablo II siguió con el tema de sus predecesores con la publicación de la Enciclica Sollicitudo rei Socialis (1987) donde subraya que la cuestión social está relacionada con la cuestión de justicia y solidaridad entre países ricos y países pobres. La solidaridad de la cual habla Juan Pablo II es “un camino a la paz y hacia el desarrollo, (…) la paz del mundo es inconcebible si no se logra reconocer por parte de los responsables, que la interdependencia exige de por si la superación de la política de los bloques, la renuncia a toda forma de imperialismo económico, militar o político, y la transformación de la mutua desconfianza en colaboración (SRS 39). San Juan Pablo II resalta que la paz es fruto de dos elementos fundamentales: la justicia y la solidaridad (SRS 39).

A través de la Constitución Gaudium et Spes, los padres conciliares se preocuparon por el fomento de paz y promoción de los pueblos. Esta Constitución conciliar subraya que el progreso de los pueblos depende de la promoción de la paz entre ellos. La comunidad política mundial es invitada en Gaudium et Spes a transcender los propios límites particulares a fin de comprometerse en una acción a nivel superior que es esencial a su crecimiento y a su futuro. Tal acción superior es el compromiso por y para la paz del mundo. En esta cuarta Constitución del Concilio Vaticano II, la paz es “el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador entre los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia (GS 78, 1). La paz entendida como acción de justicia y amor tiene su fuente en la paz de Cristo que procede de Dios Padre (GS 78,3). Esa paz es un bien divino y un bien humano.

Para consolidar este camino de paz, la Iglesia ha venido organizando y convocando las jornadas mundiales de la paz. Este camino maestro de paz ha sido enriquecido por el amplio magisterio pontificio expresado en los mensajes anuales de la paz, iniciado por el papa Pablo VI en 1968. Son mensajes que evidencian los deberes y las responsabilidades de las diversas personas en orden a la construcción de la paz. En cada jornada mundial de la paz se presentan las causas de disturbios en la sociedad humana y las condiciones para garantizar la paz en el mundo entero. De igual manera, cada Iglesia local convoca semanas o jornadas por la paz de acuerdo al contexto que se vive. Todos esos esfuerzos tienen como fin: recordar que la construcción de la paz es una responsabilidad de los discípulos y misioneros de Jesucristo.

Conclusión

Hoy más que nunca, el mundo tiene ansia y sed de paz, perdón, y reconciliación. El modelo por excelencia del cristiano siempre es Jesús, dador de paz (Jn 14,27). En un mundo donde los escenarios de guerra y violencia se aumentan con velocidad y donde todavía se tiende a resolver las disputas y los conflictos con justicia retributiva, se espera que los cristianos se empeñen en dar el testimonio de paz; pues Cristo el  modelo de la vida cristiana es autor de paz. Un seguidor fiel de Jesucristo no puede apostar por otro camino diferente al de la paz. Jesús siempre recuerda a sus seguidores de cada generación que “por sus frutos los conocerán” (Mt 7,16). Los frutos del seguimiento de Cristo son: la paz, la reconciliación, el perdón, la misericordia, el amor, la solidaridad, la justicia, entre otros. Es un desafío que cada seguidor de Jesús debería asumir porque la paz es el hambre que actualmente el mundo experimenta.






[1] Seminario de educación para la paz-APDH, Educar para la paz, Una propuesta posible, La catarata, Madrid, 2000.
[2] Lederach, John P, El Abecé de la paz y los conflictos, La catarata, Madrid, 2000.
[3] Boulding, Elise, The concept of peace culture, Peace and conflict issues after the cold war, UNESCO, 1992.
[4] Seminario de Educación para la paz-APDH, Educar para la paz, Una propuesta posible, Catarata, Madrid, 2000.
[5] Seminario de educación para la paz-APDH, Educara para la paz, Una propuesta posible.