Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


martes, 20 de diciembre de 2016

EXHORTACIÓN DEL BEATO JOSÉ ALLAMANO SOBRE EL TIEMPO DE ADVIENTO Y NAVIDAD.

No podemos hablar de los misterios de nuestra fe sin referirnos a la Navidad, misterio de anonadamiento del Señor. La navidad nos ayuda a entender el amor más grande que Dios ha tenido al mundo. Por eso, teólogos de cada generación se han empeñado en reflexionar profundamente acerca de este misterio. El beato José Allamano fue uno de los que contribuyeron a la reflexión sobre el significado del adviento y la navidad tanto para los evangelizadores como para todos los cristianos en general. A través de sus reflexiones y escritos, no deja de exhortar a sus hijos e hijas: los misioneros y las misioneras de la Consolata acerca de la importancia de tomar en serio el tiempo de adviento y el de la Encarnación de Jesucristo.

Sobre el tiempo de adviento, el beato José Allamano pone de manifiesto que es un momento sumamente importante, pues “nos recuerda las tres venidas de nuestro Señor Jesucristo: la venida al mundo con la Encarnación; la venida escatológica para el juicio; la venida espiritual en cada persona” (Así los quiero, p. 99). De esta manera, el fundador de los misioneros y las misioneras de la Consolata nos recuerda que, el adviento es histórico, místico y escatológico. Estas tres venidas pueden entenderse de la siguiente forma:

El adviento histórico, quiere decir, la espera en que vivieron los pueblos que ansiaban la venida del Salvador. Va desde Adán hasta la encarnación, abarca todo el Antiguo Testamento. Escuchar en las lecturas a los Profetas, nos deja una enseñanza importante para preparar los corazones a la llegada del Señor. Acercarse a esta historia es identificarse con aquellos hombres que deseaban con vehemencia la llegada del Mesías y la liberación que esperaban de Él. El adviento místico tiene que ver con la preparación moral del hombre de hoy a la venida del Señor. Dicho de otra forma, es un adviento actual. Es tiempo propicio para la evangelización y la oración que dispone al hombre, como persona, y a la comunidad humana, como sociedad, a aceptar la salvación que viene del Señor. Jesús es el Señor que viene constantemente al hombre. Es necesario que el hombre se percate de esta realidad, para estar con el corazón abierto, listo para que entre el Señor. El adviento escatológico versa sobre la preparación a la llegada definitiva del Señor, al final de los tiempos, cuando vendrá para coronar definitivamente su obra redentora, dando a cada uno según sus obras. La Iglesia invita al hombre a no esperar este tiempo con temor y angustia, sino con la esperanza de que, cuando esto ocurra, será para la felicidad eterna del hombre que aceptó a Jesús como su salvador. Esta celebración manifiesta cómo todo el tiempo gira alrededor de Cristo, el mismo ayer, hoy y siempre; Cristo el Señor del tiempo y de la historia.

Además, el beato José Allamano pone de relieve que el adviento es un tiempo de renovación. En adviento renovamos la fe en el Mesías que viene a mostrarnos y enseñarnos el camino de la salvación. “Preparémonos, animémonos nuestro corazón para amar, para que el Señor lo llene de sus gracias. Jesús no viene si no es deseado. Jesús vendrá a nosotros con mayores gracias en proporción a nuestra preparación y nuestros deseos” (Así los quiero, p. 100). La renovación a la cual nos invita el beato José Allamano tiene que ver con abrir nuestra vida de lleno a Jesucristo. Se trata de la renovación de nuestra vida teniendo a Jesús como base y punto de referencia. Cuanto más nuestra vida se llena de Jesús, más gracias recibimos para iluminar nuestras tinieblas.   

El beato José Allamano nos exhorta también a vivir el misterio de navidad. Es un misterio que demuestra la profundidad del amor entrañable de Dios a la humanidad. Se trata de un misterio de anonadamiento del Señor. “Nuestro Señor quiso anonadarse hasta hacerse Niño. (…) si Él se hizo pequeño, ¿por qué no deberíamos hacernos pequeños nosotros?” (Así los quiero, p. 101). La navidad es el misterio que nos hace captar el amor más grande de Dios al ser humano. A través del misterio de la Encarnación, Dios se bajó al nivel del ser humano y de esta manera “nos ha dado una importante lección al vencer las tres concupiscencias humanas: los placeres, las riquezas, los honores, para enseñarnos a vencerlas también nosotros” (Así los quiero, p. 101).

Por lo tanto, el nacimiento de Jesucristo debe enseñarnos hacernos pequeños. La pequeñez se encuentra en vivir las virtudes como la sencillez, la humildad (cfr. Así los quiero, p. 102).


Que el beato José Allamano quien amó profundamente el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, nos inspire siempre a vivir profundamente el anonadamiento del Salvador del mundo a través de nuestra entrega a la misión que Él mismo nos ha confiado.

martes, 13 de diciembre de 2016

APERTURA DE LOS MISIONEROS DE LA CONSOLATA EN LA DIÓCESIS DE BUENAVENTURA.

El 11 de diciembre de 2016 será imborrable en la memoria histórica del Instituto de la Consolata para Misiones, pues fue la apertura oficial del Instituto en la diócesis de Buenaventura. Es importante notar que hace 69 años, los primeros 5 misioneros de la Consolata llegaron a Colombia pasando por el puerto de Buenaventura. Llegaron el 12 de diciembre, día de la fiesta de nuestra Señora de Guadalupe, patrona de América. Eran los padres: Antonio Torasso, superior del grupo, Juan Bautista Migani, Domingo Galbusera, Juan  Boetti y Juan Berloffa. Llegaban a Colombia, enviados por padre Gaudenzio Barlassina, superior general, en respuesta a la petición de monseñor Ismael  Perdomo, arzobispo de Bogotá,  que en un viaje a Roma había pedido el envío de misioneros frente a la escasez de sacerdotes, especialmente en el Magdalena Medio.

Vale notar que, fue en Buenaventura donde los primeros misioneros de la Consolata tuvieron el primer contacto no solo con el pueblo afrocolombiano, sino tambien con el pueblo colombiano en general. La apertura del Instituto a la diócesis de Buenaventura el día 11 de diciembre tenía como motivo recordar el día en que los primeros misioneros de la Consolata llegaron a Colombia pasando por el puerto de Buenaventura. No se pudo realizarla el 12 de diciembre por ser lunes, pero se escogió el 11 de diciembre por ser un domingo y por estar muy cerca a la fecha exacta.

La apertura a la diócesis de Buenaventura, por una parte, respondía a la invitación constante que el obispo de Buenaventura monseñor Héctor Epalza Quintero venía haciendo al Instituto y por otra parte, era dar una respuesta contundente a la reflexión que se venía haciendo a través de varias conferencias y asambleas regionales en pro de una apertura hacia la costa pacífica. La escogencia de la diócesis de Buenaventura, particularmente, la capilla san Martin de Porres, era porque la mayoría de sus habitantes son afrodescendientes y eso facilitaría el trabajo con la pastoral afro, motivo principal por el cual el Instituto abrió la presencia en la diócesis de Buenaventura. 

La misa de apertura fue presidida por mons. Héctor Epalza Quintero, obispo de la diócesis. En la homilía, agradeció a los misioneros de la Consolata por haber aceptado extender su carisma misionero a la diócesis de Buenaventura. Les agradeció tambien por haber dado el testimonio de una Iglesia en salida, exhortación que el papa Francisco hace con constancia a todos los cristianos católicos. Estuvieron presentes varios misioneros de la Consolata liderados por el padre Armando Olaya, superior regional en Colombia-Ecuador. Asimismo, acompañaron varias comunidades religiosas y varios sacerdotes diocesanos. Con la ceremonia de apertura, los misioneros de la Consolata se encargarán del cuidado pastoral del sector de san Martin de Porres que en un futuro próximo se convertirá en parroquia. Desde ahí trabajarán en la pastoral afro de la diócesis y en otros servicios pastorales que el obispo les pida.

Hechos previos a la apertura oficial del Instituto en la diócesis de Buenaventura.

La apertura oficial del Instituto de la Consolata para Misiones en la diócesis de Buenaventura fue precedida por algunos acontecimientos importantes que valen la pena mencionar. El 30 de noviembre de 2015, fiesta de San Andrés, se inició formalmente los diálogos entre la diócesis de Buenaventura y el Instituto. Esos diálogos sirvieron de base para la exploración oficial de parte de los Misioneros de la Consolata quienes nos habíamos propuesto fortalecer nuestra presencia desde la Pastoral Afro en el pacifico colombiano (X Conferencia Regional). Fue una iniciativa que coincidió con la invitación insistente que el obispo de Buenaventura le había venido haciendo al Instituto.  A esta cita participaron los padres: Kennedy Kimathi IMC y Venanzio Mwangi IMC, quienes representaron al superior regional, padre Angelo Casadei y el consejo. A su vez, la diócesis de Buenaventura fue representado por el Obispo, mons. Héctor Epalza Quintero y los padres: Enrique – Vicario General- y Javier Góngora – Canciller.


El 7 de marzo de 2016, los padres: Armando Olaya, Ricardo Bocanegra, Venanzio Mwangi y Lawrence Ssimbwa representaron al superior regional, padre Angelo Casadei en la exploración de posibles lugares para el inicio de la presencia del Instituto en la diócesis de Buenaventura. Entre los lugares explorados, los padres escogieron la capilla san Martin de Porres, propuesta que presentaron al superior regional y el consejo. Se escogió la capilla san Martin de Porres por ser una periferia adecuada para la pastoral afrocolombiana en la diócesis. Del mismo modo, esa propuesta fue presentada a la asamblea regional del mes abril del mismo año donde unánimemente fue aceptada por los misioneros. El 12 de septiembre del mismo año, la Dirección General aprobó la apertura del Instituto en Buenaventura y el 28 del mismo mes el superior regional, padre Armando Olaya y el consejo fueron a comunicarle al obispo la decisión de abrir la presencia del Instituto en la diócesis de Buenaventura y el inicio de trabajo con la pastoral afrocolombiana en dicha diócesis. El 12 de octubre, fiesta de nuestra señora del Pilar y día de la raza, padre Armando presentó al obispo los primeros misioneros de la Consolata destinados a Buenaventura: padre Ssimbwa Lawrence y el profeso Leovilgildo Carlos Ussene. El 22 del mismo mes, éstos oficialmente llegaron a Buenaventura con el motivo de ir insertándose y acercándose a la realidad de la misión que iban a realizar en la diócesis desde la capilla san Martin de Porres. Se alojaron en la parroquia madre san Jose obrero desde donde visitaban con frecuencia la capilla san Martin de Porres para varias ceremonias litúrgicas.

 Lo que será el trabajo de los misioneros de la Consolata en Buenaventura.

Los misioneros de la Consolata están en la diócesis de Buenaventura con el motivo de trabajar en la pastoral afrocolombiana. Ese es el motivo principal, aunque no se pueda anular la colaboración en otras actividades pastorales prescritas en el plan pastoral de la diócesis. Es importante notar que los afrodescendientes conforman el 88.5% de la población de Buenaventura. Eso explica el por qué no se puede prescindir de la importancia de la pastoral afro en la diócesis. Vale notar que se empezó el camino de la pastoral afro desde el tiempo de monseñor Geraldo Valencia Cano, primer vicario apostólico de Buenaventura, pero se fortaleció más en el tiempo de mons. Heriberto Correo Yepez en cuyo episcopado se vio la celebración del primer EPA (encuentro de pastoral afro) a nivel continental. Sin embargo, la pastoral afro se fue debilitando, aunque durante el episcopado de monseñor Rigoberto Corredor Bermúdez, primer obispo diocesano de Buenaventura, se incluyó en el plan pastoral de la diócesis, el ministerio de inculturación con el motivo de fortalecer la identidad cristiana del afro bonaverense sin olvidar su identidad cultural.

Actualmente la pastoral afro de la diócesis ha estado en manos de CEPAC (Corporación Centro de Pastoral Afrocolombiana), corporación que se creó en 1994 a fin de gestionar proyectos para apoyar las actividades de pastoral afro. Eso ha hecho que no fuera considerada parte integral de la diócesis, sino que una corporación netamente social sin ninguna incidencia en la iglesia local. Con la llegada de los misioneros de la Consolata a la diócesis, el obispo aspira que sean ellos el punto articulador de la pastoral afro en la diócesis. Quiere que la pastoral afro sea una pastoral diocesana, que no sea un asunto aislado de la comunión diocesana y que esté en sintonía con el plan pastoral de la diócesis. Desde la capilla san Martín de Porres que se convertirá en parroquia, los misioneros de la Consolata esperan continuar con el trabajo de la pastoral afro que se ha venido trazando en la diócesis.


Suplicamos a Nuestra Señora de la Consolata y el beato José Allamano, que intercedan por el trabajo que los misioneros de la Consolata van a realizar en la diócesis de Buenaventura.

lunes, 3 de octubre de 2016

OCTUBRE, MES PARA AVIVAR NUESTRA VOCACIÓN MISIONERA

“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia está lejos de cumplirse. A finales del segundo milenio después de su venida, una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio.” (RM 1).Teniendo en cuenta la situación del mundo en materia de evangelización, la Iglesia católica dedica el mes de octubre a las misiones con el objetivo de despertar el espíritu misionero de los fieles. Es un mes cuyo fin es concientizar a los bautizados de que, la evangelización es tarea de todos. Tal como Cristo mandó a los apóstoles hacia las fronteras a predicar el Evangelio, así sigue enviando a la Iglesia a difundir la fe en Él a los pueblos de cada generación. Pues, la evangelización siempre es la razón de ser de la Iglesia.

La misión ad gentes tiene en sí una tarea inmensa que, de ningún modo, está y estará en vías de extinción. Es importante notar que, el origen evangelizador de la Iglesia se remonta al mandato que Cristo hizo a los apóstoles: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo” (Mt 28,19). Esta es la misión de la Iglesia, su por qué y su para que, su sentido y su finalidad, y si por algún motivo dejará de hacer y existir dicha misión, ella misma dejaría de tener sentido y finalidad. El mandato misionero de Cristo hace que la misión evangelizadora de la Iglesia sea permanente e ininterrumpida y una dimensión de su naturaleza que jamás bajo ningún motivo puede ser puesta en paréntesis; pues se trata de una actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida (cfr. RM 31).

El mundo aproximadamente cuenta con alrededor de  7,397,835,935 de habitantes, de los cuales 2,152, 250,473 personas son cristianas en todo el mundo, es decir, el 31.43% de la población mundial. Los católicos son 1, 146, 806,617 personas en todo el mundo, quiere decir, el 16.77%. El análisis de esas estadísticas muestra que verdaderamente la misión de Cristo todavía está lejos de cumplirse. No hay lugar a dudas que la gran mayoría de la población mundial no conoce a Cristo y su Evangelio. Se trata de “pueblos, grupos humanos, contextos socio-culturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos” (RM 33). Fuera de eso, existe también otra realidad de los cristianos que ya recibieron la fe cristiana, viven en ambiente cristiano y provienen de comunidades cristianas maduras pero por varios motivos “han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio” (RM 33). El número de los alejados de Cristo y de la Iglesia se aumenta con velocidad. En este caso, la nueva evangelización es la misión que se realiza para que los exfieles puedan volver a sentir la presencia de Cristo en su vida y en la Iglesia.

Ante este contexto, el mes de octubre recuerda a todos los cristianos-católicos acerca de su compromiso misionero. La evangelización no es exclusivamente una tarea de la jerarquía de la Iglesia, sino que un deber que Jesucristo confiere a todos sus seguidores. Para ello, octubre misionero brinda la oportunidad para que las iglesias locales animen y concienticen a los fieles acerca de su compromiso evangelizador. La misión siempre es de Dios. Así que, en el mes dedicado a las misiones la Iglesia universal ora al dueño de la mies para que mande operarios a su mies. Asimismo, se realiza la animación misionera tanto para la misión ad gentes como para la inter gentes, con el fin de suscitar entre los fieles el ánimo de salir de su propio ambiente hacia otras tierras en pro de predicar la Buena Nueva. Animan  también a los fieles católicos para que apoyen espiritual y materialmente, sobre todo, a los misioneros que directamente están en lugares de misión ad gentes.

Así pues, la esencia de octubre misionero es sensibilizar a los cristianos católicos que la misión evangelizador les incumbe a todos. Cada uno a través de sus dones y talentos contribuye a la predicación del mensaje salvífico de Cristo a los demás. Por el bautismo, los cristianos automáticamente se hacen misioneros y misioneras de Jesucristo. El Señor Jesús envía a todos los bautizados a predicar la Buena Nueva que sólo se da en Él. Por eso, el mandato misionero de “vayan y prediquen a todos rincones de la tierra” no tiene distinción; se aplica a todos los seguidores del Salvador del mundo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

COLOMBIA CELEBRA LA FIRMA DEL ACUERDO DE PAZ

El día 26 de septiembre de 2016 quedará siempre registrado en la memoria histórica de Colombia. Este día que muchos colombianos esperaban será siempre inolvidable y será contado a las futuras generaciones. Es el día en que se firmó oficialmente en Cartagena de Indias el acuerdo final de paz que puso en fin los 52 años de la guerra sangrienta entre las Farc y el gobierno nacional.

Ante la presencia de 15 presidentes, 27 cancilleres, incluido el secretario de Estado de los Estados Unidos de América, John Kerry, el Secretario General de la ONU, Ban ki-Moon, el rey emérito de España, Juan Carlos de Barbón y cabezas de organismos multilaterales como la rectora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, entre otras personalidades, el presidente Juan Manuel Santo y el máximo jefe de las Farc, Rodrigo Londoño Echeverri, alias “Timochenko” firmaron en la explanada de Banderas del Centro de convenciones el acuerdo final de paz. Esta firma de paz teóricamente ratificó el fin a uno de los conflictos más viejo, degradado y sangriento del planeta, y así abrió las puertas a una Colombia mejor que todos sus habitantes sueñan.

Los discursos tanto del presidente Santos como del máximo jefe de las Farc estaban llenos de esperanza de paz. El mandatario colombiano le dio a la guerrilla la bienvenida a la democracia y la guerrilla a través de Timochenko pidió perdón sobre todo a las víctimas del conflicto.

La firma del acuerdo final y definitivo de paz es resultado de las negociaciones que duraron 4 años. Los diálogos de paz oficialmente empezaron el 16 de noviembre de 2012 en Oslo (Noruega) con la instalación de la mesa de Diálogo de paz entre las Farc y el gobierno del presidente Juan Manuel Santos Calderón. La mayor parte de las negociaciones se realizó en La Habana (Cuba) hasta el 24 de agosto de 2016 cuando se llegó al acuerdo final, integral y definitivo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia.

El acuerdo de paz que se firmó contiene 6 puntos que hacen falta tenerse en cuenta:
  1. Hacia un nuevo campo colombiano. Reforma Rural Integral (acordado el 26 de marzo de 2013).
  2. Participación política. Apertura democrática para construir la paz (acordado el 6 de noviembre de 2013).
  3. Fin del conflicto (acordado el 24 de agosto de 2016).
  4. Solución al problema de las drogas ilícitas (acordado el 16 de mayo de 2014).
  5. Victimas: Sistema integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición (acordado el 15 de diciembre de 2015).
  6. Implementación, verificación, y refrendación (acordado el 24 de agosto de 2016).

Sin lugar a dudas, este acontecimiento abre esperanza no solo para Colombia, sino también para el resto del mundo, pues termina la existencia del conflicto más antiguo del hemisferio occidental que dejó aproximadamente 267.162 muertos (véase el periódico El Tiempo del 26 de septiembre de 2016) y muchos millones de desplazados y victimas.  Sin embargo, la alegría será completa después del plebiscito que el pueblo colombiano realizará el 02 de octubre para ratificar esos acuerdos.  Si gana el Sí, eso significa que el acuerdo firmado entrará en vigencia y el gobierno nacional tendrá la posibilidad de poner en práctica lo acordado. Si gana el No, la posibilidad es que el gobierno busque otra alternativa que hasta el momento no se sabe.

¡Que Dios de la paz siga bendiciendo a Colombia!


viernes, 16 de septiembre de 2016

PAZ Y SEGUIMIENTO DE CRISTO

El discípulo (mathetés) en el sentido originario es la persona que aprende. En el contexto del Evangelio, es el seguidor. Los discípulos no son alumnos, sino seguidores de Jesucristo. Seguir a Cristo es la tarea fundamental de sus discípulos. Eso significa acogerlo como punto de referencia, escudriñarlo en los múltiples signos de la historia, aceptarlo como revelación del Padre, situarlo en el corazón de la experiencia cristiana, reconocerlo como paradigma del hombre y fuente absoluta de sentido para la existencia entera.

El seguimiento de Jesucristo, sin embargo, se vive desde las raíces humanas, históricas y socio-culturales, donde toma cuerpo esta exigencia surgida de las mismas entrañas del Evangelio. Algunos de nuestros países y sociedades con toda su carga de injusticias, guerras, violencias, explotaciones, opresión, pobreza, enfermedades, experimentan el seguimiento de Jesús desde la pasión y la cruz como premisas de liberación. Para ello, contextualizar el seguimiento de Cristo es contextualizar la experiencia del discipulado.

ACERCAMIENTO A LOS TÉRMINOS: PAZ, VIOLENCIA Y CONFLICTO

Paz
La paz es un valor deseado en cada sociedad. Es un concepto amplio que hace falta analizar. Sin embargo, antes de especificar el significado de este concepto, es importante tener en cuenta las concepciones dominantes de la paz a lo largo de la historia.

En la antigua Grecia se utilizaba el término eirênê  para referirse a la paz. Es una idea de paz entendida como un estado de tranquilidad, serenidad, ausencia de hostilidades entre ciudades griegas, es decir, una armonía en la unidad interior y social griega.

La pax romana se refería al respeto a lo legal, a mantener la ley y el orden establecido. En este sentido, la paz entre los romanos tenía que ver con custodiar por la ausencia de conflictos y rebeliones violentas dentro de los límites del Imperio romano controlado por un poderoso aparato militar. Este modelo de paz busca mantener los intereses de los que se benefician de la estructura del Imperio respecto a los que quedan en la periferia. Esta es una concepción negativa y manipuladora de paz, pues es entendida como mera ausencia de guerra y de desordenes internos. Hay que superar la concepción negativa de paz porque lo que se quiere y busca es una paz libertadora y constructora para todos. La paz positiva, en cambio, “es el proceso de realización de la justicia en los diferentes niveles de la relación humana. Es un concepto dinámico que nos lleva a resolver los conflictos de forma no violenta y el fin del cual es conseguir la armonía de la persona con sí misma, con la naturaleza y con las demás personas”[1]. Así pues, la paz positiva es:
  • -       Un proceso constante de construcción.
  • -       La ausencia de condiciones no deseadas como guerras, hambre, marginación, etc.
  • -       La presencia de condiciones deseadas como trabajo, vivienda, educación, salud, etc.
  • -       Un orden social de reducida violencia y elevada justicia.
  • -       La igualdad en la distribución del poder y los recursos.
  • -      La presencia de políticas públicas que tengan en cuenta a las mujeres y a otros grupos vulnerables de la sociedad.

 En resumen, “no puede existir paz positiva si hay relaciones caracterizadas por el dominio, la desigualdad y la no-reciprocidad aunque no haya ningún conflicto abierto”[2]. La construcción y el logro de paz positiva requieren crear las relaciones basadas en el apoyo mutuo, cooperación, colaboración y creación de condiciones de confianza mutua. La experiencia de paz positiva desemboca en la creación de una cultura de paz. La cultura de paz es “una cultura que promueve la pacificación, una cultura que incluye estilos de vida, patrones de creencias, valores y comportamientos que favorezcan la construcción de la paz y acompañe los cambios institucionales que promuevan el bienestar, la igualdad, la administración equitativa de los recursos, la seguridad para los individuos y las familias, la identidad de los grupos o de las naciones, y sin necesidad de recorrer a la violencia”[3]. La construcción de una cultura de paz requiere lo siguiente:
  • -       Mejorar, ampliar y universalizar los derechos humanos.
  • -       Desacreditar y deslegitimizar la guerra y el uso de violencia.
  • -       Potenciar el dialogo entre culturas y religiones.
  • -       Actuar sobre las raíces de conflictos y no solo sobre sus manifestaciones.
  • -       Mejorar la gubernabilidad democrática, etc.

Violencia
Se trata de una “actitud o el comportamiento que constituye una violencia o una privación al ser humano de una cosa que le es esencial como persona (integridad física, psíquica o moral, derechos, libertades…)”[4]. La violencia puede ser ejercida por una persona (ladrona, torturadora, etc.), una institución (una cárcel, una fábrica, una escuela, etc.), o una situación estructural (explotación laboral, injusticia social, etnocentricismo cultural, etc.). La violencia puede diferenciarse en tres tipos:

La primera es la violencia directa la que causa agresión física como el asesinato, la bofetada, la tortura, la mutilación y otras formas de maltratos físicos. La segunda es la violencia estructural que es resultado de la estructura social que impide cubrir las necesidades básicas como la generada por la desigualdad social, las carencias nutricionales, la falta de servicios sanitarios y educativos básicos, entre otros. La tercera es la violencia cultural que se refiere a aquellos aspectos del ámbito simbólico (religión, cultura, lengua, arte, ciencia, etc.) que se puede utilizar para justificar y legitimar la violencia estructural o directa. Ella se expresa a través de:
  • -       La incapacidad de resolver pacíficamente los conflictos.
  • -       La búsqueda del dominio y del poder.
  • -   La cultura del patriarcado que permite que las mujeres que son la mayoría en la sociedad vivan en condiciones injustas respecto a los hombres.
  • -       Las interpretaciones ideológicas y religiosas excluyentes.
  • -       El etnocentricismo y la ignorancia cultural.
Conflicto

El conflicto siempre es consubstancial a las relaciones humanas. Es ineludible y por más que se quiera evitarlo siempre sigue su dinámica. Entre las relaciones humanas surgen discrepancias debido a que tenemos intereses o necesidades diferentes. Por eso, se define el conflicto como “aquella situación de disputa o divergencia en que hay una contraposición de intereses (tangible), necesidades y/o valores en pugna”[5] entre más partes.

El conflicto puede ser latente en el sentido de que, una o más partes en conflicto no son conscientes de su existencia, o no quieren reconocerlo. Muchos casos de violencia estructural pueden servir de conflicto latente. Puede ser pseudo conflicto cuando aparentemente parece que hay un conflicto porque dos o más partes están enfrentados, pero los intereses de cada parte no son incompartibles, aunque la percepción de las personas implicadas los haga aparentemente contrapuestos.

JESÚS y PAZ

1. Concepto de paz en el Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento se utiliza el término griego eirênê que se traduce por la paz. La palabra paz aparece 91 veces en total (31 en los Evangelios y Hechos, y 43 en Pablo y 17 en otros escritos del Nuevo Testamento). El Nuevo Testamento presenta a Dios que se hace visible en Jesucristo como Dios de paz. Por eso la afirmación de san Pablo: “Dios no es un Dios de desorden (akatastasía), sino  de paz” (1 Cor 14, 33). Es decir, Dios está a favor de paz; no quiere desorden, guerra, y tumulto. Él está por orden como estado normal de las cosas. Este estado normal equivale a la paz. Dios en la escena de creación puso orden en el caos inicial (Gn 1, 1ss). En este sentido, el acto de crear de parte de Dios es el primer momento de ordenar el caos inicial, separando el cielo de la tierra, los continentes de los mares para evitar la confusión. La paz, en este sentido, se presenta como el estado normal de las cosas y de la realidad entera del universo creado a imagen de Dios de la paz (Fil 4, 9; 1 Tes 5, 23; 2 Tes 3,16).

Con la implantación de la paz como don que viene de Dios manifestado en Jesucristo, se inicia un futuro del cual se menciona en Apocalipsis 7,13-17. Esta realidad que los profetas anunciaron se hace realidad en el presente. Los Ángeles después del nacimiento de Jesús anunciaron: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor” (Lc 2,13). Esta paz no es sólo para los israelitas, es universal para todos sin restricción alguna. Esta paz no se limita a la ausencia de guerra, violencia y conflictos, sino es la salvación que viene de Dios. Así pues, la paz de Dios manifestado en Jesús, es una paz universal, es decir, extendida a todos y a todas.

2.    Jesús, nuestra paz

Jesús es la paz por excelencia no solo para los cristianos, sino también para el mundo entero. El texto de la carta de Pablo a los Efesios define a Jesús como nuestra paz (entre judíos y paganos): “Ahora, gracias a Cristo Jesús y en virtud de su sangre, los que un tiempo estaban lejos están cerca. Él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando con su cuerpo la barrera divisoria, la hostilidad; aboliendo la ley con sus preceptos y cláusulas; así con los dos creó en sí mismo una humanidad nueva, estableciendo la paz, y ambos hechos un solo cuerpo, los reconcilió con Dios por medio de la cruz, matando en sí mismo la hostilidad (…) por eso su venida anunció la paz a los que estaban lejos y la paz a los estaban cerca, pues gracias a él uno y otros, por un mismo espíritu tenemos acceso al Padre” (Ef 2, 13-22). Jesús es la paz encarnada que pone fin a la humanidad dividida de judíos y paganos, así reconciliándolos con Dios (Rom 5:1ss).

En la trayectoria de su vida, Jesús se presentó como artífice de paz. El Salvador del mundo es la “Buena Noticia de la paz” (Ef 6,15). En su ministerio público, Jesús hizo entender que la paz debía ser una compañera del ser humano por toda la vida. Es decir, debe acompañar al hombre en todas las dimensiones de su vida. Tras curar la mujer con hemorragia, Jesús la despide: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y sigue sana de su tormento” (Mc 5,34). Aquí paz y sanación se dan la mano. En Lc 7,50, Jesús mientras en casa de un fariseo, se le acerca a una mujer conocida como pecadora en la ciudad, con un frasco de perfume y comienza a regarle los pies con sus lágrimas. Jesús le perdona sus pecados y le dice: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”. Con este gesto, Jesús nos hace entender que la paz siempre debe ser nuestra compañía inclusive en momentos desafiantes de nuestra existencia humana.

No se puede hablar de Jesús como autor de paz sin mencionar la bienaventuranza de Mateo (5, 9): “Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos”. De este texto se puede decir que el compromiso más grande de los cristianos es construir y buscar la paz. Los pacíficos y los constructores de paz serán llamados hijos e hijas de Dios de la paz. Los hijos e hijas de Dios de la paz viven en un mundo nuevo donde habita de modo permanente la paz, la justicia, el bienestar, la tranquilidad, el derecho, el amor, entre otros. Es una paz que lleva a la felicidad individual y social, a la amistad de los hombres entre sí y ellos con Dios. Es una paz que manifiesta plenamente el reino de Dios entre hombres y mujeres.

Después de la resurrección, Jesús dio a sus apóstoles perturbados por su muerte este saludo: “La paz les dejo, mi paz les doy; yo no se la doy como la da el mundo” (Jn 14,27). Esta afirmación de Jesús muestra que Él nos legó su paz. Su espíritu de paz permanece entre nosotros. Esto significa que vivir en estado de confusión, preocupación, ansiedad, temor, frustración es anormal para un seguidor de Jesucristo. Jesús no desea que vivamos de esa manera.

Es importante notar que nuestra salvación como cristianos nunca nos garantiza una vida libre de preocupaciones, de problemas y de momentos llenos de dilemas. Cada uno encuentra momentos en que se le atraviesan épocas en que las cosas no ocurren como quisiéramos. Sin embargo, Jesús, príncipe de paz, ha experimentado todo eso y lo ha vencido: “Estas cosas les he hablado para que en mi tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero tengan ánimo, que yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). Del mismo modo, Jesús en el mismo Evangelio de Juan dice: “No se turbe su corazón; creen en Dios, crean también en mi. No se turbe su corazón, ni tengan miedo” (Jn 14,27).

Cuando Jesús envió a los setenta a ministrar en su nombre las necesidades de otros, al volver se regocijaron de su poder sobre los demonios. El Señor les dijo: “No se regocijen de que los espíritus se les sujetan, sino regocijen de que sus nombres están escritos en los cielos” (Lc 10, 20). El gozo y paz de los seguidores de Jesús se basa en creer, no en hacer y obtener. El gozo y paz vienen como resultado de edificar nuestra relación con Jesucristo. El gozo y paz nos vienen cuando lo conocemos, cuando creemos en Él y cuando confiamos en Él.

3.    Iglesia, sacramento de paz

El Concilio Vaticano II afirma en repetidas veces que la Iglesia no es otra cosa que un “sacramento universal de salvación” (LG 1, 2; 48,2; 59,1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5,1). El sacramento, por general, es un signo eficaz de gracia. La Iglesia es sacramento porque es un signo visible de la presencia invisible de Cristo entre hombres y mujeres. La Iglesia como sacramento hace visible a Cristo que ya no está al alcance de nuestra vista. La Iglesia por su razón de ser sacramento es signo y símbolo de comunicación con la humanidad. Lo que comunica son experiencias fundamentales de la vida: la fe, la confianza, el amor, la esperanza, la paz, la bondad, entre otros. La esposa de Cristo es sacramento porque a través de ella el Señor se hace presente en cada lugar y en cada espacio. Para ello, es sacramento de paz que Cristo crucificado derrama sobre el mundo. A donde llega Cristo llega la paz y la Iglesia es el mensajero que va a donde Cristo quiere llegar y con ella va la paz que Dios ofrece a todos sin distinción.

El tema de la paz siempre ha estado en el centro de la doctrina social de la Iglesia católica. Muchos pontífices han trabajado sobre el tema de la paz. El papa Juan XXIII  dedicó la Enciclica, Pacem in terris (11 de abril de 1963) sobre la paz mundial. El pontífice a través de la Encíclica hace entender que la paz no es simple ausencia de guerra, ni el equilibrio militar entre opiniones opuestas, sino un trabajo coral que involucra la familia humana entera en la realización de un orden social fundado en 4 pilares: la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad.

Este pensamiento del papa Juan XXIII se refleja en la Enciclica Populorum Progressio de Pablo VI que fue publicada el 26 de marzo de 1967. Pablo VI subraya que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. El desarrollo de los pueblos en todas las dimensiones hace que éstos experimenten paz. Tanto en la Pacen in terris como en la Populorum Progressio, la preocupación central es la paz a nivel mundial. Juan Pablo II siguió con el tema de sus predecesores con la publicación de la Enciclica Sollicitudo rei Socialis (1987) donde subraya que la cuestión social está relacionada con la cuestión de justicia y solidaridad entre países ricos y países pobres. La solidaridad de la cual habla Juan Pablo II es “un camino a la paz y hacia el desarrollo, (…) la paz del mundo es inconcebible si no se logra reconocer por parte de los responsables, que la interdependencia exige de por si la superación de la política de los bloques, la renuncia a toda forma de imperialismo económico, militar o político, y la transformación de la mutua desconfianza en colaboración (SRS 39). San Juan Pablo II resalta que la paz es fruto de dos elementos fundamentales: la justicia y la solidaridad (SRS 39).

A través de la Constitución Gaudium et Spes, los padres conciliares se preocuparon por el fomento de paz y promoción de los pueblos. Esta Constitución conciliar subraya que el progreso de los pueblos depende de la promoción de la paz entre ellos. La comunidad política mundial es invitada en Gaudium et Spes a transcender los propios límites particulares a fin de comprometerse en una acción a nivel superior que es esencial a su crecimiento y a su futuro. Tal acción superior es el compromiso por y para la paz del mundo. En esta cuarta Constitución del Concilio Vaticano II, la paz es “el fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador entre los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia (GS 78, 1). La paz entendida como acción de justicia y amor tiene su fuente en la paz de Cristo que procede de Dios Padre (GS 78,3). Esa paz es un bien divino y un bien humano.

Para consolidar este camino de paz, la Iglesia ha venido organizando y convocando las jornadas mundiales de la paz. Este camino maestro de paz ha sido enriquecido por el amplio magisterio pontificio expresado en los mensajes anuales de la paz, iniciado por el papa Pablo VI en 1968. Son mensajes que evidencian los deberes y las responsabilidades de las diversas personas en orden a la construcción de la paz. En cada jornada mundial de la paz se presentan las causas de disturbios en la sociedad humana y las condiciones para garantizar la paz en el mundo entero. De igual manera, cada Iglesia local convoca semanas o jornadas por la paz de acuerdo al contexto que se vive. Todos esos esfuerzos tienen como fin: recordar que la construcción de la paz es una responsabilidad de los discípulos y misioneros de Jesucristo.

Conclusión

Hoy más que nunca, el mundo tiene ansia y sed de paz, perdón, y reconciliación. El modelo por excelencia del cristiano siempre es Jesús, dador de paz (Jn 14,27). En un mundo donde los escenarios de guerra y violencia se aumentan con velocidad y donde todavía se tiende a resolver las disputas y los conflictos con justicia retributiva, se espera que los cristianos se empeñen en dar el testimonio de paz; pues Cristo el  modelo de la vida cristiana es autor de paz. Un seguidor fiel de Jesucristo no puede apostar por otro camino diferente al de la paz. Jesús siempre recuerda a sus seguidores de cada generación que “por sus frutos los conocerán” (Mt 7,16). Los frutos del seguimiento de Cristo son: la paz, la reconciliación, el perdón, la misericordia, el amor, la solidaridad, la justicia, entre otros. Es un desafío que cada seguidor de Jesús debería asumir porque la paz es el hambre que actualmente el mundo experimenta.






[1] Seminario de educación para la paz-APDH, Educar para la paz, Una propuesta posible, La catarata, Madrid, 2000.
[2] Lederach, John P, El Abecé de la paz y los conflictos, La catarata, Madrid, 2000.
[3] Boulding, Elise, The concept of peace culture, Peace and conflict issues after the cold war, UNESCO, 1992.
[4] Seminario de Educación para la paz-APDH, Educar para la paz, Una propuesta posible, Catarata, Madrid, 2000.
[5] Seminario de educación para la paz-APDH, Educara para la paz, Una propuesta posible.

miércoles, 31 de agosto de 2016

BEATO JOSÉ ALLAMANO Y MISIÓN EN SALIDA

La misión en salida siempre obedece al mandato misionero de Jesucristo: “Vayan a hacer discípulos entre todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les he mandado” (Mt 28, 19-20). El Resucitado antes de su ascensión, envió a sus apóstoles a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes de manera que la fe en Él se difundiera en cada rincón de la tierra. Desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestra generación, se ha venido teniendo en cuenta esa invitación de trascender las propias fronteras con el fin de que otros pueblos y culturas conocieran al Salvador del mundo y su mensaje salvífico.

Aunque la misión les corresponda a todos los bautizados, es vocación propia y exclusiva de la Iglesia. La esposa de Cristo en todo tiempo tiene la conciencia viva que se aplican a ella las palabras de Jesucristo: “Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades” (Lc 4, 43). La Iglesia en todo tiempo y toda generación se apropia de las palabras de san Pablo: “Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mi, si no evangelizara!” (1Cor. 9,16). Asi que, la evangelización siempre es la identidad más profunda de la Iglesia.

El beato José Allamano, discípulo fiel del Señor desde la edad temprana quiso responder a ese llamado misionero de Jesucristo. Desde su vocación presbiteral supo que le incumbía a la Iglesia entera la tarea de evangelización y tenía claro la preocupación que el mismo apóstol de los gentiles tenia: “¿Cómo predican si no son enviados?” (Rom 10,15). De igual manera, el fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata tenía la certeza de que, la Iglesia en todo tiempo es misionera y la evangelización constituye su propia identidad. Esa convicción acompañada por la fe solida, fundamentó el desarrollo de la idea de la misión en salida de José Allamano.

ASPECTOS QUE INFLUYERON EL DESARROLLO DEL CONCEPTO DE MISIÓN AD GENTES EN EL BEATO JOSÉ ALLAMANO

El desarrollo de la misión Ad-gentes en el beato José Allamano no fue fruto de improvisación, sino resultado de conjunto de muchos elementos. Tuvo que superar muchas dificultades e incongruencias de su tiempo, pero tenía la mirada alzada en Jesucristo quien invita a sus discípulos de cada generación a trascender las propias fronteras para pregonar la novedad que se da en Él. A continuación, se presentan los aspectos que, en una u otra forma, influenciaron el desarrollo de la idea de misión en salida en José Allamano.

El amor inquebrantable a Jesucristo: El beato José Allamano amó profundamente a Jesucristo. Toda su vida era testimonio de la presencia de Jesucristo en él. El amor al Salvador del mundo le llevó a ensanchar su mirada hacia otros horizontes fuera de su patria e Iglesia local. El amor inconmovible a Jesús hizo que pensara en la evangelización de los pueblos periféricos del mundo. La confianza puesta en Jesús le lanzó a superar muchos desafíos y dificultades que se presentaron en el camino antes de la fundación de los dos institutos exclusivamente misioneros. Su vida entera era manifestación de la entrega a Jesús: la santidad de vida, la paternidad para con los misioneros y misioneras, la vida de oración, el amor y entrega a la virgen Consolata, entre otros. La misión en salida que caracterizó la vida del beato José Allamano fue resultado de la convicción del mandato misionero que hizo Jesús a sus apóstoles y sigue dando a sus discípulos de cada generación. Por el amor a Jesucristo, se hizo instrumento idóneo para la propagación de su mensaje salvífico y consolador a otros pueblos y culturas más allá de la propia patria y circunscripción eclesial.

El despertar misionero y ambiente repleto de espíritu de misionariedad: El beato José Allamano nació en una época cuando la misión Ad-gentes volvía a aparecer con mucha esperanza tanto en Italia como en el resto de Europa. Es importante recordar que desde 1750 hasta las primeras décadas del siglo XIX, la misión evangelizadora de la Iglesia tuvo un momento desolador de la historia[1]. Durante esa época, se presentaron fenómenos como la supresión de órdenes religiosas como la Compañía de Jesús, la revolución francesa, el empobrecimiento del clero, entre otros. Esos acontecimientos no dejaron de causar impactos negativos a las misiones y a la misión evangelizadora de la Iglesia. Sin embargo, en el segundo cuarto del siglo XIX surgió una actividad misionera en el “contexto de revitalización religiosa[2]”. El florecimiento del espíritu misionero se debía, por una parte, al gran espíritu de restauración cuyo motivo era restaurar las cosas después de los daños causados por la revolución francesa. Por otra parte, se debía al romanticismo religioso-misionero cuyo fin era suscitar la nostalgia por los valores cristianos olvidados, teniendo en cuenta la religión y la cultura. El romanticismo actuó como estimulante de la conciencia de la misión civilizadora, de la cual los países europeos se sentían investidos para con los pueblos asiáticos, latinoamericanos y africanos[3]. Asimismo, el interés de los países colonizadores europeos por África y Asia coincidió con el despertar misionero donde, ante todo, Propaganda Fide había eliminado la dependencia del Patronato misionero a fin de que recondujera la actividad misionera a su base puramente espiritual[4].

Así que, cuando nació el beato José Allamano había un fuerte despertar misionero, es decir, se evidenciaba en todas las dimensiones de la vida eclesial un fuerte ambiente de misionariedad. Además, Propagada Fide había retomado la dirección de la evangelización en los países de misión. Es importante notar que Napoleón Bonaparte la había abolido en 1798 considerándola como una institución que tenía que desaparecer del mapa, pues según él era absolutamente inútil[5]. Se tuvo que esperar hasta 1817 cuando la abrió  otra vez el papa Pio VII. En ese momento de florecimiento del espíritu misionero nacían en Italia institutos específicamente misioneros como PIME (Pontificio Instituto para las misiones extranjeras de Milán), los Combonianos, los Josefinos; en otros países europeos también nacían o habían nacido congregaciones como los Padres Blancos, Padres del Espíritu Santo, Oblatos de María Inmaculada, Sociedad para las misiones extranjeras de París, entre otros. Eran Institutos misioneros que se dedicaban a la propagación del Evangelio fuera de sus propias fronteras y ambientes.

El despertar misionero que se vivía en aquel entonces en Italia y en otros países de Europa se dio gracias también al apoyo de las Obras Pontificias Misioneras fundadas en Francia en la primera mitad de 1800 por de Pauline Jaricot. Las Obras pontificias se extendieron hasta Turín y por el interés del episcopado local y de unos directores de Propaganda Fide como Giuseppe Ortalda, se pudo animar misioneramente a la Iglesia de Turín[6]. De ahí podemos colegir que desde la infancia del beato José Allamano, el ambiente eclesial se encontraba fuertemente impregnado del espíritu de la misión en salida. Ese espíritu misionero que se había difundido por su diócesis natal influyó profundamente la formación de la misión Ad-gentes en él y creó “las premisas para la futura fundación”[7].

Modelos misioneros: Es cierto que cualquier obra necesita inspiración e inspiradores. La misión Ad-gentes en José Allamano fue inspirada por varios modelos misioneros. Conoció los modelos de la misión en salida tanto por contacto personal como por escritos. San José Cafasso fue el primer modelo significativo de José Allamano. El Espíritu misionero de este santo se encuentra en el sentido de la catolicidad, es decir, el espíritu misionero de moverse hacia todos con un celo apostólico incansable[8]. San Juan Bosco no dejó de inspirar al beato José Allamano. Él pasó como alumno por el oratorio de este santo. Además, observaba las expediciones misioneras que salían con tanta solemnidad de Turín hacia las misiones. Esos envíos misioneros dejaron mucha inspiración en el ser misionero del beato José Allamano.

El canónigo José Ortalda (1814-1880) quien fue director de la propagación de la fe en Turín no dejó de inspirar misioneramente a José Allamano. Era un sacerdote repleto de gran creatividad y espíritu misionero. Promovió muchas publicaciones, exposiciones y loterías con el fin de animar misioneramente a la Iglesia local de Turín. Desde 1851 hasta 1880, hizo una fuerte animación misionera y en ese tiempo “Turín y el Piemonte, se convirtieron en un grande centro de irradiación de la idea misionera que influyó sin duda en la formación misionera de José Allamano”[9]. A él se suma al cardenal Guillermo Massaia quien no sólo fue su modelo misionero, sino tambien le dio una idea acerca de la misión en África, pues él había desempeñado su apostolado misionero por 33 años en Kaffa (Etiopia). José Allamano lo había conocido cuando todavía estaba estudiando en el oratorio de Juan Bosco. Solía seguir con frecuencia todas las noticias misioneras sobre él y su misión en Etiopía a través de sus escritos. Posteriormente lo visitó en Roma cuando regresó de Etiopía con el motivo de empaparse de la realidad de la misión etiópica donde sus futuros misioneros se irían para la misión Ad-gentes.

La concreción del sueño de la misión en salida al fundar los institutos misioneros
Lo que inició como una simple idea y mero sueño, luego se convirtió en un hecho. La fundación de dos institutos dedicados a la misión en salida no fue algo improviso en la vida y el pensamiento del beato José Allamano, sino que una realidad que maduró gracias a la larga preparación espiritual y superación de varios desafíos y pruebas de toda índole[10]. Vale notar que, José Allamano después de tener modelos significativos de la misión, después de experimentar un ambiente misionero favorable desde su iglesia local, y tras encontrarse con sacerdotes y seminaristas convencidos de la misión Ad gentes en el Convictorio, decidió fundar los institutos consagrados exclusivamente a la misión en salida: primero el Instituto masculino en 1901 y después el femenino en 1910.

Él fundó los dos institutos no para quedarse en su iglesia local, sino para ensanchar sus horizontes hacia el mundo entero, es decir, hacia otras tierras donde Jesucristo y su mensaje salvífico no eran conocidos. En este sentido, puso en práctica lo que el Concilio Vaticano II posteriormente diría: “La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza. Por ello incumbe a la Iglesia el deber de difundir la fe y la salvación de Cristo” (AG 2y5). Los dos Institutos fueron fundados para la misión en salida porque él sintió la urgencia de poner en marcha el mandato misionero de Cristo hacia los pueblos y culturas que aún no lo conocían. Como sacerdote diocesano y formador de sacerdotes, estaba convencido de que le incumbía el deber de difundir la fe a otras latitudes. Por eso, “le parecía innatural que en su Iglesia local, fecunda de tantas instituciones dedicadas a las obras de caridad, faltara una dedicada exclusivamente a las misiones”[11]. Es preciso tener en cuenta que durante el tiempo del beato José Allamano, la Iglesia de Turín tenía clero suficiente de tal manera que, “no se sabía cómo ubicarlo en la diócesis”[12]. Así pues, con la experiencia que había tenido en la formación del clero local, sabía bien que los sacerdotes diocesanos podían realizar una misión  más amplia más allá de los confines de su circunscripción natal.

Después de la fundación de dos institutos misioneros, José Allamano se hizo de lleno propagador y agente de la misión en salida. Aunque nunca salió como misionero fuera de las fronteras de su Iglesia local, estaba muy convencido de que la misión de la Iglesia se encontraba en salida. Su estado de sacerdote diocesano no le impidió ensanchar su mirada hacia el mundo entero. Eso sucedió gracias a la santidad superlativa que le caracterizaba y el contacto con varios modelos de la misión Ad-gentes de su tiempo. Esa convicción de una misión en salida le llevó a descubrir con frecuencia las vocaciones verdaderamente misioneras  que no solo las canalizaba a los Institutos fundados por él, sino también ayudaba a los candidatos a ingresarse a otras congregaciones religiosas.

En el transcurso del tiempo, sus hijos e hijas que él mismo formó y mandó a las misiones se hicieron sus formadores en cuanto al tema de la misión en salida. Se hizo discípulo de sus discípulos, pues a través de la correspondencia le informaban la verdad sobre el contexto de la misión. Así podía entender la realidad concreta de la misión en los lugares donde ellos evangelizaban. De igual forma, la información que recibía de sus hijos e hijas en la misión le ayudaba a orientar y entusiasmar con certeza a los que estaban todavía preparándose para salir a las misiones extranjeras.

Recomendaciones del beato José Allamano para el éxito de la misión en salida
El beato José Allamano en caridad de padre de misioneros y misioneras de la Consolata, dio algunas recomendaciones para el éxito de la misión en salida. A continuación, se elaboran algunas de ellas:

Interés y cariño por la cultura: Una de las recomendaciones de José Allamano para el éxito de la misión Ad-gentes es la preocupación por la cultura del pueblo al que son enviados los misioneros y misioneras de la Consolata. Vale notar que la cultura tiene que ver con el conjunto de sentidos y significaciones que informan la vida de un pueblo. Si la cultura no está tenida en cuenta, la evangelización se vuelve sosa, si es ignorada, el evangelio se vuelve ajeno a la población. Si hay desprecio de la cultura del pueblo, seguramente “el Evangelio, que es una Buena Noticia, pierde sus contornos de buena y sólo es percibido como una noticia entre tantas”[13]. El beato José Allamano exhortaba a sus hijos e hijas a no ignorar la cultura de los pueblos donde eran enviados. Les invitaba a comprender el núcleo de la cultura que se manifestaba en las costumbres, los dichos diarios, los valores, entre otros. La comprensión de la cultura siempre ayuda a  tener en cuenta la dimensión social de la gente. El acercamiento a la realidad social visualiza la realidad pastoral, las necesidades de la comunidad y sirve de incentivo para formular las respuestas a los problemas encontrados. Por eso, no se puede ignorar la parte cultural de la comunidad a donde los misioneros y misioneras son enviados.

Estudio de idiomas: Es común que los misioneros y misioneras sean enviados a los lugares con idiomas y culturas diferentes a los propios. Frente a eso, el beato José Allamano tiene algo para decirles: “les recomiendo en particular el estudio y practica de los idiomas, para poder hablar y comunicar con la gente”[14]. Insistía en el estudio de lenguas porque siempre es una condición para la comprensión de la cultura y la vida concreta del pueblo al que se es enviado.

Contra los apegos: José Allamano exhortaba a los misioneros y misioneras a tener en cuenta los elementos que podían ser obstáculos para responder afirmativamente a la vocación Adgentes: los apegos. En su pedagogía misionera, siempre les invitaba a adoptar la actitud de desapego. Los apegos son lazos en el mundo propio que crean dificultad para movernos más allá de nuestras fronteras. La pedagogía misionera de José Allamano llama a relativizar esos apegos que a veces aparecen imprescindibles en nuestras vidas: apegos a la familia, a la propia cultura, a las comodidades, a la propia voluntad, entre otros. Sabemos que no es nada fácil realizar eso, pero el desapego a esas realidades es una forma de renuncia exigida para llevar a cabo la misión en salida.

La santidad: El beato José Allamano propuso la santidad como criterio importante para realizar exitosamente la misión en salida. Su famoso dicho dice todo: “primero nuestra santificación, luego la conversión de los demás. Misioneros y misioneras, sí, pero santos”[15]. La santidad que quiere que acompañe a los misioneros y las misioneras tiene que ver con hacer bien las cosas de manera superlativa. Para ello, con frecuencia decía: “el milagro que si quiero que hagan es el de hacer todo con perfección, desde la mañana hasta la noche”[16]. La santidad hace que la gente pueda ver a Jesús en la vivencia de los misioneros y misioneras: “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9). Por medio del testimonio de quienes evangelizan, se provoca la conversión en la gente, pues “cuanto más intima sea nuestra amistad con Jesús, tanto más podremos esperar en la intervención de su gracia”[17]. La santidad hace que se abandone totalmente en Dios y en su voluntad.

Así pues, la misión Ad gentes es el carisma que los misioneros y misioneras de la Consolata recibimos e heredamos del beato Jose Allamano. Se manifiesta ese espíritu allamaniano a través de la entrega de misioneros y misioneras dispersos por varios países del mundo. Pues, la misión en salida constituye nuestra identidad porque somos consagrados para la evangelización de los pueblos.



[1] Cfr. Castro, Luis Augusto, Padre y Maestro de misioneros, Turín, 1986, p. 18.
[2] Ibid., p. 18
[3] Cfr. Tebaldi, Giovanni, 100 años de vida misionera, Los misioneros de la Consolata caminando con los pueblos, Ediciones Misiones Consolata, p. 21.
[4] Ibid., p.21.
[5] Ibid., p.21.
[6] Ibid., p.22.
[7] Ibid., p.22.
[8] Cfr. Castro, Padre y Maestro de Misioneros, p. 21.
[9] Ibid., p. 21.
[10] Cfr. Allamano, José, Así los quiero, Espiritualidad y pedagogía misionera, Instituto Misiones Consolata, p.15.
[11] Allamano, José, Así los quiero, p. 15.
[12] Castro, Padre y Maestro de Misioneros, p. 41.
[13] Ibid., p.73.
[14] Allamano, José, Así los quiero, p. 92.
[15] Ibid., p.40.
[16] Ibid., p.43.
[17] Ibid., p.46.