Ssimbwa Lawrence es presbítero misionero de la Consolata; actualmente trabaja en Colombia.  


viernes, 30 de octubre de 2015

ÁFRICA ESPERA AL PAPA FRANCISCO


La visita del papa Francisco al continente africano ya no es una sospecha, es algo que se concretizará en realidad a partir del 25 de noviembre hasta el 30 del mismo mes. Al comienzo de este año, el sumo pontífice dio a conocer que visitaría al mencionado continente, en especial a tres países: Kenia, Uganda y República Centroafricana (CAR en sigla inglesa). Para ello, ese anuncio no dejó de suscitar sentimientos de alegría tanto para los africanos en el continente como de parte de sus hijas e hijos dispersos por otras latitudes del mundo.

La iglesia en cada uno de los países indicados tiene su particularidad. Kenia, últimamente, ha sido destino de ataques terroristas de Al Shabaab (un grupo terrorista musulmán de Somalia que tiene afinidad con Al Qaeda), así que la visita del papa será de valor inestimable y un símbolo de esperanza para el impulso del dialogo inter-religioso con el islam. Es importante notar que, la iglesia ugandesa prepara la celebración del quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires ugandeses. El papa Francisco visitará al país con el motivo de presidir la celebración de acción de gracias al Señor por el regalo de los mártires de Uganda a la iglesia universal, cuya sangre sigue siendo la semilla del cristianismo y de la evangelización tanto en Uganda como en el resto del continente. La visita del santo padre a la República Centroafricana es importante porque ésta es una nación que ha sido víctima de guerras, fruto de ideologías religiosas entre musulmanes y cristianos. En este caso, la visita del sumo pontífice será un punto esperanzador para la reconciliación y la unidad entre cristianos y musulmanes.

Es preciso tener en cuenta que, el papa Francisco es el tercer pontífice que visita al África. Su visita se sumará a las que realizaron los papas anteriores. Fue el papa Pablo VI quien en 1969 emprendió las visitas apostólicas al África. Su visita tenía como motivo exaltar la trascendencia de los mártires ugandeses tanto para la iglesia africana como para la universal. Desde Uganda, exhortó a los cristianos en el continente a ser misioneros  y misioneras dentro del Africa y fuera de él. Impulsó, de esta manera, la misión ad intra y ad extra, la inter gentes y ad gentes. Las visitas papales siguieron con el pontificado de Juan Pablo II, el papa misionero, quien visitó 37 países del continente. Visitó a unos países más de una vez. Los viajes apostólicos del Papa Benedicto XVI al continente africano se concretizaron en su visita a Camerún y Angola.  Ahora la tradición de las visitas papales la sigue el papa Francisco. Los cinco días de su permanencia en el continente africano se convertirán en momentos de mucha esperanza y alegría de los seguidores de Cristo.

Ahora bien, es importante hacernos estas preguntas, ¿Qué significaría la visita del papa Francisco al continente africano?  ¿Qué implicaciones pastorales tendría? Sin lugar a equivocación, su visita  tendrá como finalidad:

Fortalecer la fe: La Iglesia en África crece con mucha velocidad en todas dimensiones. Crece a nivel sacramental, participativo y evangelizador-misionero. Se nota la buena recepción del mensaje evangélico de Jesucristo. A pesar de los desafíos que se presentan en el continente, el Evangelio se divulga y se enraíza en los corazones de los africanos. Los frutos del crecimiento de fe en el continente se muestran en el aumento de vocaciones a la vida sacerdotal y a la consagrada, la participación del laicado en la pastoral de la iglesia, entre otros. El crecimiento de la fe católica hace que África se convierta en el pulmón espiritual para la humanidad que parece en crisis de fe y esperanza[1]. Sin embargo, no se ha dejado de notar unos desafíos en el camino del seguimiento de Cristo y el de la pastoral de las iglesias locales. Se nota, todavía la tendencia hacia el sincretismo, se registra un número elevado de los católicos que cruzan hacia las iglesias protestantes, se observa la pérdida de identidad cultural por la influencia de culturas ajenas, entre otros. La visita del santo padre vigorizará la fe de muchos católicos y exhortará a las iglesias particulares a enfrentar esos desafíos con la pastoral predominantemente misionera.

Vigorizar el ecumenismo y el dialogo inter-religioso: El continente africano es una casa que alberga un sinnúmero de religiones. La iglesia católica se ha extendido en muchos lugares del continente.  Así que, hay buen número de los fieles católicos, igual que muchos de otras denominaciones cristianas. Además, hay numerosos africanos que se identifican con el islam y las religiones tradicionales. Se ha experimentado en días no remotos, unos casos de fundamentalismo religioso de parte de los grupos terroristas Boko Haram en Nigeria y Al Shabaab en Somalia. Se trata de grupos fundamentalistas que mantienen la creencia de que, la única religión verdadera es el islam, y que todos deben convertirse a él. Su creencia radical se ha desembocado en ataques consistentes a los templos, y asesinatos indiscriminados de los cristianos.  La visita del papa Francisco al continente fortalecerá el dialogo inter-religioso y ecuménico para que haya armonía y co-existencia entre personas de credos heterogéneos.

Animar a los jóvenes: La juventud constituye la mayoría de los habitantes del continente. Más de la mitad de la población tiene entre 20 y 30 años. Esa realidad nos hace entender que, la iglesia también es joven. Sin embargo, los jóvenes africanos se encuentran bien seducidos por las culturas de moda, es decir, la cultura que dictan las políticas neoliberales que vienen del occidente. Muchos se encuentran bien absorbidos en las ideologías occidentales que les hacen perder su identidad y su ser africano. Eso no deja de estorbar el camino hacia la verdadera inculturación, cuyo objetivo es propiciar el diálogo entre el Evangelio y las culturas. La visita del santo padre  animará a los jóvenes a recuperar su identidad cultural, y les fortalecerá a confrontar los desafíos que les plantea la sociedad actual desde el Evangelio, regla suprema de cada cristiano.

Animar a los misioneros y misioneras: La visita del papa Francisco propiciará una oportunidad para inculcar el ánimo misionero a todos los evangelizadores y evangelizadoras tanto extranjeros como nativos, que laboran en el continente. En este año dedicado a la vida consagrada, el sumo pontífice no dejará de animar a los agentes pastorales, y a los misioneros a seguir dando el testimonio de la presencia alegre y esperanzadora de Jesucristo en el mundo. La agenda de la visita del papa a dichos países muestra que habrá un espacio de encuentro con los obispos, misioneros, sacerdotes, consagrados, seminaristas, etc. El encuentro del santo padre con ellos, sin lugar a dudas, se convertirá en  un espacio para exhortar a todos y todas  a continuar con fidelidad  la misión evangelizadora que Cristo les encomendó.

Karibu Afirika baba mutakatifu Francisco, Kitaffe omutukuvu paapa Francis, Afirika ekwaniriza.



[1] Discurso del papa Benedicto XVI al inaugurar la II Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para África.

  

martes, 6 de octubre de 2015

OCTUBRE MISIONERO



El mes de octubre está caracterizado en la Iglesia Católica entre otras razones por el impulso renovado a la actividad misionera. Comienza con la memoria litúrgica de Santa Teresita del Niño Jesús, quien es Patrona de las Misiones y termina con la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones el tercer domingo del mes. Se ha venido celebrando octubre como mes de misiones desde el año 1927 durante el pontificado de Pio XI, el papa de las misiones. Se celebró por primera vez en la historia de la Iglesia el Día Mundial de las Misiones popularmente llamado DOMUND, el penúltimo domingo de octubre.

La iglesia, como sacramento de salvación, se preocupa por la misión de propagar la fe y la salvación de Jesucristo (AG 5). No hay lugar a dudas que “la actividad misional fluye íntimamente de la naturaleza misma de la iglesia cuya fe salvífica propaga” (AG 6). Es deber de cada bautizado, además, contribuir a la misión evangelizadora de la Iglesia. La misión no tiene excepción; ella “exige a todos los bautizados reunirse en una sola grey, para poder dar, de esta forma, testimonio unánime de Cristo, su Señor, delante de todas las gentes” (AG 6).

Hay que despertar la consciencia sobre el deber evangelizador de los bautizados. El mes de octubre tiene como finalidad concientizar que la  misión de Jesucristo, que le confió a la Iglesia, todavía está aún lejos de cumplirse (RM 1). Hay que desarrollar la consciencia sobre los destinatarios de la misión de hoy. Los primeros son los fieles cristianos comprometidos con Cristo y la Iglesia. La Evangelización dirigida a éstos pretende ayudarlos a que crezcan más en su compromiso de fe. Las Iglesias locales en muchas veces en sus programas pastorales se han enfocada en este primer grupo, a veces olvidándose de los otros. El segundo grupo de destinatarios de la misión de la Iglesia son los cristianos que, por diferentes motivos abandonaron su fe cristiana y dejaron de reconocerse como cristianos católicos o decidieron vincularse a otras confesiones, cristianas y no cristianas. La evangelización dirigida a ellos se llama la Nueva Evangelización, requiere nueva expresión de fe, nuevos métodos y metodologías de llevar a ellos la Buena Nueva, y el testimonio de vida. Para que se aproxime a ellos, se pide una transición de los métodos caducos a otra forma de expresar y transmitir el mensaje evangélico. El tercer grupo de destinatarios son los no cristianos. Éstos son personas y pueblos que nunca habían recibido el Evangelio de Cristo y la Evangelización para ellos es el primer anuncio, esto es, el Kerygma.

Cada circunscripción eclesial tiene por lo menos dos de dichos destinatarios.  ¿Cómo será posible llegar a ellos? ¿Cómo es posible saber que existen? ¿Cómo convencerles de hacer parte de la iglesia? ¿Cómo llevarles el amor de Dios? El Octubre Misionero es propicio para desarrollar esa pasión por la misión, por salir de los esquemas conservadores de hacer la misión, hacia los planes pastorales que propicien el encuentro con los destinatarios. El mes de octubre también es propicio para desarrollar el amor a la misión Ad Gentes. La pasión por esta misión implica dos cosas: primero, ir directamente a los destinatarios que necesitan el primer anuncio,  que necesitan que se les anuncien el amor y misericordia de Dios, que necesitan conocer al Dios de Jesucristo. Segundo, cooperar con los misioneros y las misioneras quienes desempeñan directamente la labor en el campo de la misión. Se coopera con los enviados a través de oración, ofertas financieras, cooperación voluntaria, entre otros. Se busca que la misión de Cristo pueda conocerse en todos los rincones.


El Octubre Misionero, en síntesis, llama a todos los cristianos a revisar su compromiso misionero; todos lo recibieron en el bautismo.  Cristo nos mandó a todos y cada uno a pregonar su amor, su misericordia a los demás. A todos nos llama a salir de nuestras comodidades y derrumbar los esquemas sociales y mentales que nos impiden salir al encuentro con los de la otra orilla (Lc 8, 22; Mc 4, 35). Ellos son los que necesitan que se les predique que Cristo está vivo entre todos. Esta tarea nos compete a todos: hombres, mujeres, jóvenes, adultos, niños, obispos, sacerdotes, y laicos. 

viernes, 2 de octubre de 2015

BEATO JOSE ALLAMANO Y VIDA CONSAGRADA



Preámbulo
 El papa Francisco dedicó el año 2015 explícitamente para la vida consagrada. Este año es una llamada a los religiosos y religiosas para que confronten su vida con el Evangelio, y así puedan recuperar las virtudes perdidas, purificar su vida y proyectar un adecuado servicio pastoral. Dicho año también es remembrado con el motivo de celebrar el quincuagésimo aniversario de la Constitución Dogmatica Lumen Gentium (sobre la Iglesia) y del Decreto Perfectae Caritatis (sobre la renovación de la vida consagrada).

En este sentido, el año de la vida consagrada es una oportunidad para redescubrir, valorar y potenciar los distintos carismas que han dado origen a distintas familias religiosas, de modo que puedan con una fuerza renovadora responder a las exigencias del mundo moderno. Para ello, los religiosos y las religiosas están llamados a mirar el pasado con gratitud, vivir el presente con pasión, y abrazar el futuro con esperanza. Mirar el pasado con gratitud es apreciar con  amor el pasado de los institutos religiosos, volviendo a la pureza del carisma para que puedan con los santos fundadores y fundadoras dan una respuesta evangélica al mundo de hoy[1]. Vivir el presente con pasión es invitar a los consagrados y consagradas que desde aquí y ahora sean sal de la tierra y luz del mundo, y fomento de una nueva sociedad. Ser luz y sal es anclarse en el amor de Jesucristo[2]. Abrazar el futuro con esperanza significa que los consagrados y consagradas sean hombres y mujeres apasionados por su carisma, sean fomentos de una nueva sociedad donde reine Dios y así sean signos de esperanza en un mundo que cada vez se inclinan a las trayectorias oscuras[3].

Como misioneros y misioneras de la Consolata, el beato José Allamano es nuestro punto inspirador en la vida consagrada. Si bien, el beato José Allamano no fue religioso en el sentido estricto de la palabra, vivió como si fuera un consagrado. El Fundador estaba convencido de la importancia de la vida religiosa y eso explica la razón por la cual fundó los dos institutos, tanto masculino como femenino para la propagación de la Consolación de Dios. En este año dedicado a la vida consagrada, no dejaremos de enfocarnos en nuestro Fundador y el sentido de la vida consagrada en él.

1.    LA VIDA CONSAGRADA
La vida consagrada como tal, no es otra cosa que una experiencia de fe. Únicamente puede entenderse desde la fe. Intentar a entenderla desde otros presupuestos es condenarse a no comprenderla. La vida consagrada es una representación sacramental en la Iglesia de Cristo virgen, obediente y pobre. Lo sacramental indica la idea de visibilidad, de realismo y de eficacia. La vida consagrada es algo real y verdadero. Ella representa, quiere decir, presenta de nuevo, perpetua, renueva y prolonga en la Iglesia el género de vida vivido por Jesucristo. Dicho de otra manera, es Cristo mismo quien sigue viviendo todavía su misterio de virginidad, de obediencia y de pobreza[4].

Esta representación es sacramental porque es visible, verdadera y real. La visibilidad es propia de todo signo y en la vida consagrada se la consigue y se concretiza en la vida comunitaria. Es importante notar que la vida comunitaria no es la agrupación de hombres y mujeres consagrados que duermen bajo un solo techo, que recen en el mismo oratorio, o en la misma capilla, que comparte un comedor, sino que es la unidad de intentos con el fin de que, todos contribuyan algo en la tarea evangelizadora que el Señor les encomienda. Es vivir en unidad todos los planos de la vida. Los consejos evangélicos son los aspectos principales de esta representación sacramental. Su identidad consiste en hacer de nuevo visible y realmente presente entre los hombres y mujeres a Cristo virgen, obediente y pobre en el mundo.

 Los religiosos y las religiosas, por su estado de consagrados, representan a Cristo en el mundo. Imitan más de cerca y representan perennemente en la Iglesia el género de vida que el Hijo de Dios tomó cuando vino a este mundo para cumplir la voluntad de Padre y que propuso a los discípulos que le seguían[5]. La Constitución Dogmatica Lumen Gentium enfatiza: “cuiden los religiosos con atenta solicitud de que, por su medio, la Iglesia haga visible realmente mejor cada día a Cristo ante fieles e infieles…los consejos evangélicos son capaces de configurar mejor al cristiano con el género de vida virginal, y pobre que Cristo Señor escogió para sí y que abrazó su madre, la virgen María[6].

Como misioneros y misioneras de la Consolata, hacemos parte de los escogidos de Cristo para representar su virginidad, obediencia y pobreza en el mundo mediante los consejos evangélicos. El Fundador es nuestro modelo porque de él hemos recibido el regalo del instituto, por medio del cual tratamos de representar a Cristo en nuestro estado de consagrados y consagradas para la misión. 

2.    La vida consagrada según el beato José Allamano
La vida religiosa es muy presente en el ser y el quehacer del beato José Allamano. La vida consagrada configuró la subjetividad sacerdotal, misionera y pastoral de él. Su formación inicial con san Juan Bosco, y su celo apostólico, tal vez, podrían explicar la pasión del Fundador por la vida consagrada. Apreciaba y amaba este género de vida y eso explicaría la razón por la cual constantemente aconsejaba a otros, sobre todo, a los sacerdotes diocesanos para que se ingresaran a los institutos de la vida consagrada. Tenía la convicción plena de que, la vida religiosa jugaba un rol imprescindible en la misión evangelizadora de la Iglesia.

Pero según el beato José Allamano, ¿de qué se trata la vida consagrada? El Fundador consideraba la vida consagrada como conditio sine qua non tanto para la Iglesia como para su misión evangelizadora. Para ello, la comparaba a un nuevo bautismo. Ella “es un nuevo bautismo, una entrega superior a cualquier sacrificio, ya que en los sacrificios le ofrecemos  al Señor cosas externas, mientras que aquí nos damos a nosotros mismos. Es como un martirio permanente, a fuego lento, sacrificando los propios bienes, las propias comodidades, la propia voluntad.”[7] El Fundador contrastaba la vida consagrada con el bautismo, ya que éste conduce la persona a un cambio radical, es fuente de vida nueva por incorpora al bautizado a la persona de Cristo (Rom, 8,29), a la comunidad de salvación (CIC 1273), y le hace una creatura nueva (Rom. 6, 4; 2 Cor. 5, 17; Ga. 6, 15). De igual manera, la vida religiosa cambia el ser y quehacer de los religiosos y religiosas, les hace hombres y mujeres escogidos por Cristo para ser enviados para su misión, y les hace colaboradores más cercanos de Jesucristo en su misión consoladora a la humanidad. José Allamano no cesaba de llamar la vida consagrado un nuevo bautismo en el sentido de que, cambia radicalmente el ser y el quehacer de los consagrados y consagradas en todas las dimensiones de la vida.

Es una vida de santidad. El beato José Allamano es campeón de santidad. Para él, la vida consagrada es un camino que conduce a la santidad. La tarea primordial de los misioneros y misioneras de la Consolata no es otra cosa que buscar la santidad. Ella es la razón por la cual dejan todo para ingresarse al Instituto. Su famoso refrán: “primero santos, y después misioneros” explica todo con respecto a la santidad.  El Fundador es muy claro que no es vida consagrada, ni se asemeja a ella si no busca la santidad. Ni son misioneros y misioneras si no son santos o en continua búsqueda de ella. La perfección de vida es el anhelo y la meta de la vida religiosa. El beato José Allamano estaba convencido de que, no sería fácil para sus hijos e hijas empezar a misionar en tierras lejanas de África o donde fuera, sin abrazar la vida de santidad. Les recomendaba y exhortaba constantemente ser santos y santas, para así poder también evangelizar con el ejemplo de sus vidas. La santidad hace que los misioneros y misioneras sean creíbles en la sociedad, les convierte en evangelizadores de primera categoría y en sacramentos de Cristo en el aquí y el ahora del mundo actual. Son sacramentos en la medida en que, representan las virtudes de Cristo en el mundo. Es decir, reproducen y perpetuán esas virtudes ante los hombres y las mujeres de cada época.

 La invitación a la santidad la hizo el mismo Jesucristo. “Sean perfectos como es perfecto el padre que está en el cielo” (Mt 5:48). El Fundador, en este aspecto, es muy claro que la vida religiosa es una vocación a la perfección, dado que los consagrados y consagradas tienden hacia la caridad perfecta en la observancia de los consejos evangélicos según la gracia de Dios. La búsqueda de santidad, aunque sea tarea de todos los cristianos, debe caracterizar, de manera especial, la vida de los consagrados y consagradas. Al respecto decía el beato José Allamano: “Si esa es la voluntad de Dios para todos los cristianos, ¿qué podemos decir de nosotros que recibimos de Dios la más santa de las vocaciones?[8] Es decir, aunque todos los cristianos la busquen, para los consagrados y las consagradas la deben buscar más porque con la santidad de su vida, ayudan a otros a encontrarse con el más Santo entre los santos, a Jesucristo, Salvador de la humanidad.

 La santidad es el fin, es el por qué somos misioneros y misioneras de la Consolata, es el motivo por el cual nos consagramos para la misión, es el instrumento del apostolado misionero. “Como misioneros y misioneras se les propone el ideal de ser no solo santos sino santos de modo superlativo.”[9] No se trata de la santificación de unos, sino la santificación de todos los misioneros y misioneras de la Consolata, tampoco se trata de la santificación a medias, sino de modo máximo. El Fundador, en este aspecto, esclarece que en el instituto todo está pensado para que cada misionero y misionera de la Consolata sea santo y santa.

El Concilio vaticano II destaca bien este elemento de la santidad de todos los cristianos. Así que, “todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderes, medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo padre.”[10] La  santidad es una nota esencial de la naturaleza de la Iglesia. La iglesia es santa porque es la viva prolongación y presencia sacramental de Cristo. La vida religiosa manifiesta, indica y significa esta santidad de una forma singular. Para ello, según el papa Pio XII las diversas formas de vida religiosa son “escuelas de santidad oficialmente reconocidas. Donde ellas faltan, la vida cristiana no tiene ni puede tener aquella pujanza que es característica del Cuerpo Místico en su estado actual de desarrollo.”[11]  La vida religiosa tiene sentido en la vocación y desde la vocación de toda la Iglesia a la santidad y como presencia escatológica de la misma Iglesia ya en esta etapa terrenal.

Es una vida totalmente centrada en el seguimiento de Jesucristo. Cristo es el centro de la vida consagrada y el Evangelio es la norma alrededor de la cual se centra la vida religiosa. Es clarísimo para el Fundador de los misioneros y misioneras de la Consolata que, la vida religiosa tiene su centro en la persona de Jesucristo. Según él,  si el nombre de Jesús es tan dulce para los cristianos ordinarios, “cuanto más lo debe ser para los misioneros y misioneras, destinados a anunciarlo a los no creyentes.[12] No hay duda alguna que Cristo es la brújula, el motor, y el fundamento de la vida consagrada.

El Evangelio es la norma suprema para el seguimiento de Cristo. El beato José Allamano era muy consciente de que, la Palabra de Dios debía de ser la regla por excelencia de los misioneros y misioneras de la Consolata, pues el corazón de Dios está en su Palabra. Del Fundador, se puede entender que la Sagrada Escritura es de suma utilidad para el ministerio evangelizador, pues fortifica nuestra esperanza y nos consuela en momentos de tribulaciones, penetra como espalda en el alma y enciende en nuestros corazones el amor a Dios.[13] Como misioneros y misioneras de la Consolata, la Sagrada Escritura debería ser nuestra regla diaria, nuestro libro sapiencial, un verdadero tesoro, y un depósito de medicinas en el que podemos encontrar todo aquello que necesitamos.[14]

El Concilio Vaticano II subraya la idea de que, el Evangelio es la regla suprema para la vida religiosa: “Desde los primeros tiempos de la Iglesia nunca faltaron hombres y mujeres que, por medio de la práctica de los consejos evangélicos quisieron seguir a Cristo con mayor libertad e imitarlo de más cerca y condujeron cada uno de modo especifico, una vida consagrada a Dios.”[15] El Evangelio como norma de vida se caracterizó en los santos de la vida monástica como san Antonio, san Basilio, san Benito y los de Órdenes mendicantes como santo Domingo de Osma y san Francisco de Asís, quienes insistieron en el regreso radical al Evangelio. El Evangelio era la guía de su vida diaria. Asimismo, cada carisma de la vida consagrada se radica en el Evangelio[16]. Sin el Evangelio como brújula, la vida consagrada pierde el sentido. Es su inspiración y en él radica la importancia de volver a las raíces fundacionales donde el carisma de cada instituto encuentra valor.

Es una vida que exige renuncia. La vida consagrada exige renuncia de muchas cosas. Exige renuncia de la voluntad personal para que se pueda hacer la voluntad de Dios. Al iniciar su vida apostólica, Cristo reunió a su alrededor un grupo de discípulos. De ellos eligió a los doce “para que estuvieran con Él y para enviarles a predicar” (Mc 3, 14). Todos los cristianos están llamados a seguir a Cristo y a predicar la presencia del Reino de Dios, pero algunos son llamados por pura iniciativa divina a reproducir de manera especial el mismo género de vida que Cristo vivió, a prolongar y a representar en la Iglesia este modo de vivir en virginidad, en obediencia y en pobreza[17]. Esta vocación exige la abnegación. Negarse a sí mismo como criterio evangélico es convertirse, cambiar la mentalidad, es una conversión interior para fiarse completamente en Jesucristo. Fiarse en Él es no tener otra garantía más que Él mismo. Es tener la confianza absoluta que Jesús no nos puede engañar.

La abnegación personal para seguir a Cristo en la vida consagrada está presente en el magisterio del beato José Allamano. El Fundador advierte y exhorta a los misioneros y misioneras de la Consolata que, la vida religiosa es una vocación que viene de Dios. Se requiere muchas renuncias de parte del consagrado para poder responder afirmativamente al llamado misionero. Hay que renunciar el apego a la propia voluntad, el apego a las comodidades de diferente índole, apego a la familia, entre otros. Esos apegos fácilmente pueden convertirse en obstáculos para responder positivamente a la vocación recibida de Dios y a la misión evangelizadora que el Señor nos encomienda día tras día. Ser libres de los apegos hace que los consagrados y las consagradas puedan entregarse mejor al Señor y a la misión evangelizadora de la Iglesia. Librarse de apegos requiere desarrollar la consciencia de que, los ojos del consagrado y consagrada debe incesantemente fijarse en Jesucristo, y cualquier circunstancia que estorbe ese camino merece cortarse (Mt 5,30).


Conclusión
El año de la vida consagrada es tiempo para que cada consagrado y consagrada evalúe el pasado y el presente de su consagración. Es tiempo para hacer la introspección a nivel personal y congregacional. La introspección personal implica que cada consagrado y consagrada revise su compromiso personal con Jesucristo, el que llama a los que quiere para que estén con El. Implica volver a estar más cerca a Él que antes, ya que la consagración tiene sentido en la medida en que estemos más cerca al que nos llama y destina. La introspección a nivel personal es corregir los errores cometidos en el camino de cado uno, para así poder afianzarse más en el Señor. La introspección congregacional es volver a la idea primigenia de la Congregación, ya que el carisma es el que hace que los miembros aporten de manera particular a la misión evangelizadora de la Iglesia. Es buscar soluciones prácticas para los miembros que ya se encuentran en crisis en su camino de consagración. Asimismo, es tiempo para agradecer al Señor por el regalo del Fundador, de quien recibimos el carisma que nos hace lo que somos: misioneros y misioneras de la Consolata.



[1] Cfr. Francisco I, Carta Apostólica a todos los consagrados con ocasión del año de la vida consagrada, no. 1.
[2] Ibíd., no.2
[3] Ibíd., no.3
[4] Cfr. Alonso, La vida Consagrada, p.17
[5] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmatica Lumen Gentium, no. 44.

[6] Ibíd., no. 46.
[7] Allamano, José, Así los quiero, Espiritualidad y pedagogía misionera, p. 153.
[8] Ibíd., p. 37
[9] Ibíd., p. 38.
[10] Cfr. LG, no. 11
[11] Carta al primer Congreso Nacional de Religiosos de Portugal, el 3 de abril de 1958.
[12] Allamano, José, Así los quiero, p. 103.
[13] Ibíd., p. 238.
[14] Ibíd., p. 240.
[15] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa Perfectae Caritatis, no. 2.
[16] Cfr. Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica. II Carta a los consagrados y consagradas en camino por los signos de Dios, p. 54.
[17] Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmatica Lumen Gentium sobre la Iglesia, no. 44, 46.